Información práctica

Estructura y función del cuerpo humano
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Los sistemas de la estructura y función del cuerpo humano, más directamente relacionados con el desarrollo de esta actividad de la vida diaria son:

 

La persona, hombre o mujer, de cualquier edad o condición, es un ser multidimensional integrado, único y singular, de necesidades características, y capaz de: actuar deliberadamente para alcanzar las metas que se propone, asumir la responsabilidad de su propia vida y de su propio bienestar, y relacionarse consigo mismo y con su ambiente en la dirección que ha escogido. 

La idea de ser multidimensional integrado incluye las dimensiones biológica, psicológica, social y espiritual, todas las cuales experimentan procesos de desarrollo, y se influencian mutuamente. Cada una de las dimensiones en que se describe a la persona se encuentra en relación permanente y simultánea con las otras, formando un todo en el cual ninguna de las cuatro se puede reducir o subordinar a otra, ni puede ser contemplada de forma aislada. Por consiguiente, ante cualquier situación, la persona responde como un todo con una afectación variable de sus cuatro dimensiones. Cada dimensión comporta una serie de procesos, algunos de los cuales son automáticos o inconscientes y otros, por el contrario, son controlados o intencionados.

Teniendo siempre en mente este concepto de persona, y sólo con fines didácticos, pueden estudiarse aisladamente los procesos de la dimensión biofisiológica (estructura y función del cuerpo humano) implicados en el desarrollo de ésta actividad de la vida diaria.

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Relación con otras actividades de la vida diaria
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La cantidad y calidad de alimentos sólidos y líquidos que una persona ingiere está modulada por su interacción con el medio interno y externo por lo que, para comprender en toda su amplitud y complejidad el acto de comer y beber, debemos interpretarlo a la luz de la individualidad de cada ser humano.

 

En este sentido, la elección y la preparación de los alimentos están condicionadas por aprendizajes culturales a través de los cuales se construyen tanto los gustos y las preferencias como las ideas y las creencias sobre los alimentos que son buenos y sanos, y los que no lo son, lo que explica que se llegue a excluir los que no estén en la primera categoría. La elección y la preparación de los alimentos también está condicionada por los conocimientos y la capacidad de la persona para seleccionar aquellos que estén en buen estado (condición imprescindible para que el alimento pueda ser tolerado y posteriormente digerido en el tubo digestivo) y garanticen el buen rendimiento físico e intelectual.

Por otra parte, es importante destacar la influencia de la cantidad y la calidad de los alimentos en las restantes actividades de la vida diaria, como la actividad y el ejercicio, el descanso y el sueño, el mantenimiento de la temperatura corporal y en los patrones de eliminación.

Para el funcionamiento del organismo se precisa energía. El corazón, el aparato digestivo, el cerebro, los músculos respiratorios necesitan energía para realizar sus funciones. Además, para el mantenimiento de la temperatura corporal se requiere energía, de la misma forma que una estufa gasta también energía eléctrica. Todo el consumo energético básico que precisa el organismo para mantener sus funciones vitales básicas sin realizar actividad física alguna, se denomina índice metabólico basal y se mide en kilocalorías.

La cantidad de alimentos debe responder a las demandas energéticas del organismo, que se calculan en función del índice metabólico basal, que corresponde al consumo de calorías de una persona en reposo, y varia en función del sexo, la constitución y la edad, y de la actividad física. Si la ingesta es superior a la demanda habrá un aumento de la grasa corporal y, por tanto, de la masa corporal, lo que condicionará la movilidad, según el grado de sobrepeso u obesidad. La masa corporal se mide mediante el índice de masa corporal, que se calcula dividiendo el peso en kilogramos entre la talla en metros elevada al cuadrado. Un valor entre 25 y 30 indica sobrepeso, valores superiores a 30 suponen obesidad. La obesidad puede limitar los movimientos respiratorios y, por tanto, la respiración. Por el contrario, si la ingesta de alimentos es inferior a las necesidades corporales aparecerán carencias y problemas nutricionales más o menos importantes, como pérdida de peso, déficit vitamínico, y baja tolerancia al esfuerzo físico y mental.

La cantidad de comida ingerida también puede influir en el sueño de una persona. La cantidad y calidad del sueño pueden verse alteradas tanto por la toma de una comida copiosa cercana a la hora de acostarse como por el hambre; en ambos casos se dificulta la inducción al sueño.

La ingesta de una dieta equilibrada, tanto en nutrientes como en calorías, permite una buena regulación de la temperatura corporal y asegura el mantenimiento de la piel y los tegumentos en buen estado. Las personas con una dieta baja en calorías disminuyen la producción de calor y, por tanto, perciben más fácilmente la sensación de frío. Algunos autores sostienen que la temperatura sanguínea influye en los centros del apetito, de tal forma que cuando nos exponemos al frío hay una tendencia a ingerir más alimentos para producir calor y para disponer de más grasa que sirva como aislante térmico. Por el contrario, un incremento de la temperatura produce un descenso del apetito.

La cantidad y la calidad de sólidos y líquidos ingeridos va a influir en los productos excretados a través de la orina y las heces, no sólo condicionando las características, como el olor y el color de heces y orina, sino afectando directamente a la consistencia de las primeras. Por ejemplo, una dieta con la proporción adecuada de fibra, líquidos y grasas favorece la eliminación de heces de consistencia blanda con defecaciones indoloras y sin esfuerzo excesivo.

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En función del grupo de edad y etapa de desarrollo
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1. Vida intrauterina, 2. Neonato-lactante, 3. Preescolar, 4. Escolar, 5. Adolescentes, 6. Adulto joven y maduro, 7. Adulto mayor.

 

 

1. Vida intrauterina 

Una correcta alimentación es importante durante toda la vida e incluso desde el mismo momento de la concepción. Las proteínas son el nutriente esencial para el desarrollo fetal y son especialmente importantes durante la infancia y la adolescencia. Parece especialmente importante la ingesta proteica en la etapa de desarrollo que va desde la vida intrauterina hasta los cinco años. Esta etapa es crítica para el crecimiento del sistema nervioso central. Se ha demostrado que las dietas ricas en proteínas contribuyen de manera importante al desarrollo de la capacidad intelectual. Otro nutriente imprescindible es el calcio, del que el organismo requiere grandes cantidades para el crecimiento y el desarrollo del esqueleto y otros tejidos. Debido a esta razón se recomienda a las madres durante el periodo de gestación que se aseguren de introducir en la dieta alimentos ricos en proteínas y calcio.


2. Neonato-lactante (del nacimiento a los 18 meses)

En las últimas décadas se está poniendo gran énfasis en la alimentación con la leche materna. Los datos de la Encuesta Nacional de Sanidad revelan que el 65 % de los neonatos son criados con lactancia materna hasta la sexta semana de vida, porcentaje en el que ha influido de manera decisiva la información y la educación para la salud dada por enfermeras, matronas y pediatras sobre las ventajas de la lactancia materna y la manera de gestionarla.

El recién nacido suele ser alimentado a demanda, y manifiesta su hambre llorando y la satisfacción del apetito succionando más lentamente o durmiéndose. Es habitual que haya regurgitaciones (vuelta a la boca del contenido del estómago pero sin los esfuerzos del vómito) debido al cierre incompleto del esfínter inferior del esófago.

En esta etapa, las necesidades hídricas son, en proporción, mayores en los neonatos que en los adultos, debido a su índice metabólico, su escasa capacidad de concentración urinaria y la mayor proporción de perdidas a través de la piel y los pulmones. Pero este mayor requerimiento de agua queda cubierto exclusivamente con la lactancia, ya sea materna o con fórmula. Cuando abandonan la etapa de lactancia, es importante vigilar la sensación de sed del bebé y responder a su demanda no comunicada de manera verbal.

A partir de los seis meses suelen necesitar suplementos de hierro y empiezan a salir los primeros dientes temporales o de leche; el resto suele salir con una frecuencia de uno al mes hasta llegar a los 20 meses, preparándose progresivamente para morder.

Al final de esta etapa, se recomienda promover el contacto con alimentos de diferentes texturas, que ayuden al aprendizaje de una buena masticación del niño, siempre asegurando el control del riesgo de atragantamiento. Los últimos alimentos que se le deben dar son los frutos secos, ya que debido a la masticación y la insalivación incompletas pueden ser aspirados al intentar deglutirlos. Los pequeños trozos de frutos secos alojados en la vía respiratoria, si no son eliminados por la tos, pueden ir aumentando de tamaño por la humedad de las mucosas respiratorias y provocar la asfixia por obstrucción de la vía respiratoria.


3. Preescolares (de 19 meses a 5 años)

Cuando los niños comienzan a andar suelen tener la mayoría de los dientes temporales, por lo que pueden morder y masticar, al tiempo que la maduración del tracto intestinal les permite digerir la mayoría de los alimentos de los adultos. Sus necesidades calóricas disminuyen respecto a las de los lactantes y tienen menos riesgo de desequilibrios hídricos. La madurez del sistema nervioso les da autonomía para manipular los utensilios de comer, llevarse la comida a la boca y beber por sí mismos.

A medida que el niño crece se introducen progresivamente diversas texturas y sabores, y su sensibilidad tanto a éstos como a los olores les lleva a aceptar o rechazar ciertos alimentos. También en esta etapa suelen aprovechar el momento de las comidas para manifestar su estado de ánimo o sus emociones, incluso rehusando la toma de ciertos alimentos como expresión de su necesidad de autoafirmarse.

Es aconsejable que los cuidadores o padres promuevan la manipulación autónoma de los utensilios de comer, a la vez que eviten utilizar ciertos alimentos como premio o castigo. Las actuaciones que favorezcan la autonomía y eviten el castigo disminuirán el rechazo hacia algunos alimentos, a la vez que favorecerán la buena relación del niño con los mismos.


4. Escolares (de 6 a 12 años)

Si bien hay grandes variaciones, la dentición temporal del escolar suele mudar entre los seis y los trece años, que es cuando aparecen los primeros molares definitivos. Aunque en esta edad es frecuente encontrar niños que no desayunan, diversos estudios recomiendan que el desayuno se considere una comida importante, ya que un aporte suficiente ayuda al niño a mantener la atención, a aumentar la energía y a mejorar su habilidad para resolver problemas. Se aconseja dedicar el tiempo suficiente para tomar la tríada compuesta por lácteos, cereales y frutas frescas, que se puede completar con otros alimentos proteicos.

El colectivo infantil y juvenil es el grupo de población en el que se ha identificado un mayor riesgo de alimentación inadecuada y mayor consumo de ácidos grasos saturados (con alto potencial de producir arteriosclerosis). Este aumento de riesgo se asocia frecuentemente a un bajo nivel socioeconómico, al sexo femenino (las niñas tienen mayor riesgo que los niños), a un nivel formativo bajo de la madre, al número de hermanos (a mayor número, más riesgo) y, como ya hemos mencionado anteriormente, a la mala calidad del desayuno.

En un estudio llevado a cabo por M. Rizo en 1998 en la comunidad alicantina, se evidencia que el aporte de proteínas es suficiente tanto en niños como en adultos, si bien este mismo estudio desvela diferencias alimentarias entre los niños y los adultos. La ingesta de lácteos en los niños es doble que en los adultos y comen más carne que éstos, pero menos pescado. También detecta una disminución del consumo de huevos, ricos en proteínas de alto valor biológico, que se asocia a la avalancha informativa sobre el alto nivel de colesterol que contienen. En las dietas equilibradas se recomienda el consumo de 3-4 huevos por semana.

Respecto a los alimentos ricos en hidratos de carbono, se constata que los niños consumen más pasta, frente al consumo tradicional de legumbres y arroces de los mayores; no suelen comer pan con las comidas y lo toman en forma de bocadillos entre horas. Sería recomendable la introducción en la dieta de mayores cantidades de legumbres y frutas (una pieza de fruta fresca en cada comida) y equilibrar el consumo de carne y lácteos. 

Infancia 
Alimentación en la infancia y en la adolescencia 


5. Adolescentes (de 12 a 18 años)

Las necesidades de los adolescentes en lo que respecta al aporte de nutrientes y calorías aumenta durante la fase del “estirón” y se recomienda una ingesta de alimentos ricos en proteínas, calcio, vitamina D y hierro. Sus preferencias, que condicionan la cantidad y el tipo de alimentos, responden a factores e impulsos físicos, sociales y emocionales, que a su vez guardan relación con el aumento de la incidencia de anorexia, bulimia, obesidad y alcoholismo en este grupo de edad.

En esta etapa con frecuencia persiste la costumbre de desayunar poco, agravada por la tendencia a sustituir las comidas tradicionales por comida “basura” y la generalización del “picoteo” entre horas.

El grupo de jóvenes es el grupo en el que se ha detectado mayor consumo de complementos vitamínicos. Concretamente los jóvenes de nivel socioeconómico medio-alto es uno de los grupos que más suplementos vitamínicos consume a fin de “sentirse bien”, “mejorar la respuesta inmune” o “tener más energía”, aunque demuestran un conocimiento limitado sobre los efectos beneficiosos que las vitaminas pueden tener para la salud.

Según un estudio realizado por Sánchez (2004) en el que revela los distintos intereses por los alimentos asociados al género, los chicos se interesan por conocer cuáles son los alimentos que engordan y cuáles les permiten estar en buenas condiciones para rendir en el deporte; es decir, se centran en cómo mejorar su rendimiento físico. Por su parte, el interés de las chicas es más estético y quieren saber las propiedades de los alimentos como guía o ayuda en las dietas de adelgazamiento y para mejorar las afecciones de la piel.

Tanto en los niños como en los adolescentes se constata un cambio de hábitos alimentarios. Algunos estudios muestran una disminución en porcentaje de hidratos de carbono de la dieta en beneficio de un aumento paralelo de proteínas. Se tiende a perder el hábito de consumir pan en las comidas para comerlo sólo en forma de bocadillos. Se consolida e incrementa la tendencia a consumir productos lácteos en sustitución de la fruta del postre.

Se insiste en que estos nuevos hábitos alimentarios deben ser reconducidos hacia incorporar a las dietas más vegetales, fruta fresca y legumbres. También se recomienda en la adolescencia cubrir necesidades de calcio, hierro y zinc. El calcio contribuye al crecimiento de la masa ósea, el hierro favorece el desarrollo muscular y de los hematíes (glóbulos rojos) y el zinc también contribuye al desarrollo de la masa ósea y muscular.

Adolescencia
Alimentación en la infancia y en la adolescencia 

 

6. Adultos jóvenes y adultos maduros (de 19 a 25 años y de 26 a 65 años)

En este grupo de edad la dieta se distribuye en tres tomas (desayuno, almuerzo y cena), aunque actualmente es frecuente que el almuerzo se haga fuera del hogar, debido a la distancia que hay entre éste y los centros de trabajo. Este grupo de edad es el que ha sufrido un mayor cambio generacional en los hábitos alimentarios. El ritmo de vida actual ha hecho que en muchos casos pasaran de ingerir comida casera, en su domicilio y normalmente en compañía, a comer deprisa, solos y, en el peor de los casos, a saltarse el almuerzo, la cena o el desayuno.

Estos cambios, junto con el crecimiento del nivel adquisitivo, la influencia de las costumbres alimentarias del exterior y el descenso de la actividad física están produciendo un incremento de la tasa de obesos en este grupo que, como ya se ha mencionado anteriormente, se asocia a los grupos de nivel cultural y socioeconómico más desfavorecidos, con especial susceptibilidad de las mujeres mayores de 45 años.

La dieta de los adultos debe ajustarse a las proporciones recomendadas. No hay pruebas que indiquen un aumento de necesidades de vitaminas o de otros suplementos, a menos que hayan sido prescritos por carencias específicas.

Adultez
Alimentación saludable

 

7. Adulto mayor, adulto mayor medio y adulto mayor avanzado (de 66 a 74 años, de 75 a 84 años y de 85 en adelante)

En la madurez tardía disminuye el número de calorías que se requieren, porque el índice metabólico basal desciende. Este declive del metabolismo se relaciona con cambios en las hormonas tiroideas (T3 y T4). De todas formas, aunque el número de calorías que se requiere disminuye, debe mantenerse una dieta equilibrada para conservar una correcta función metabólica. Algunos nutrientes, como el como el calcio, pueden ser necesarios en mayores cantidades para compensar o prevenir las pérdidas de masa ósea y otras alteraciones.

En ocasiones hay una disminución de la producción de saliva que, junto con la pérdida de piezas dentarias, puede causar dificultad de masticación y limitar el tipo de alimentos que se ingieren, y predisponer a la aparición de deficiencias nutricionales. La reducción progresiva de la secreción ácida gástrica hace que algunas personas se quejen de ardor de estómago o eructos. También es característica la reducción de la sensación de sed que en ocasiones se agrava con una restricción de líquidos autoimpuesta para compensar la incontinencia urinaria.

Si bien los ancianos suelen ser cuidadosos con sus horarios y no saltarse ninguna comida, hay estudios que indican que a menudo siguen una dieta desestructurada, algunas personas de este grupo de edad no introducen en sus comidas un primer plato de legumbre o verduras, un segundo de carne o pescado, y fruta de postre. Según los estudios, las personas con un estado socioeconómico bajo, las que viven solas, las que tienen una edad más avanzada y las mujeres con un nivel formativo bajo son las que llevan las dietas más desestructuradas, por lo que estos grupos son considerados como un grupo de riesgo de malnutrición.

No se pueden hacer unas recomendaciones generales en este grupo de edad, al ser muy heterogéneo por su diversidad de situaciones físicas, cognitivas y psicológicas. Las recomendaciones para las personas mayores obedecerán a sus condicionantes fisiológicos, físicos, psíquicos y de su estado nutricional. Una recomendación generalizada en la que insisten los dietistas es la importancia de una dieta variada.

Vejez

 

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Factores que influyen en el desarrollo de la actividad
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Las acciones que llevamos a cabo para ingerir alimentos no sólo se ven influenciadas por condicionantes socioculturales y económicos, tal como hemos visto anteriormente, sino también por aspectos como la edad, la etapa de desarrollo y el sexo. Estos aspectos modifican las necesidades nutricionales y el tipo de alimentos que debemos consumir en determinadas etapas de la vida. 

  1. Sexo 
  2. Patología  
  3. Relacionadas con el tratamiento

 

1. Sexo 

Los hombres tienen mayores necesidades calóricas que las mujeres. Se estima que su índice metabólico basal es de un 5% a un 7% superior al de la mujer. Los comportamientos de los hombres y las mujeres frente a los alimentos también parecen ser diferentes. Los hombres atribuyen el impulso de comer al propio placer de hacerlo, mientras que las mujeres lo relacionan con estados de humor negativos, como el aburrimiento y el estrés, lo que las hace propensas a los sentimientos de culpa por las transgresiones.

 

Mujeres en edad fértil

Las mujeres en edad fértil tienen una mayor pérdida de hierro por las hemorragias menstruales, por lo que es necesario un aporte suficiente del mismo para evitar carencias que conducirían a la anemia. En condiciones normales y con una dieta equilibrada no se requieren suplementos dietéticos férricos, dado que en esta etapa la absorción intestinal está aumentada.


Mujeres embarazadas

El embarazo normal comporta múltiples cambios de los procesos metabólicos destinados a permitir el crecimiento y desarrollo fetal. Entre ellos está una utilización de la glucosa más rápida, que conlleva una disminución de los niveles de la misma en sangre, sobre todo en la segunda mitad del embarazo, lo que predispone a la llamada cetosis. Se entiende por cetosis el estado caracterizado por una elevada concentración de cuerpos cetónicos en la sangre, como resultado del catabolismo de las grasas en ausencia de glucosa. Por tanto, debido a esta razón, las mujeres embarazadas deben evitar periodos de ayuno superiores a las 6-8 horas y, sobre todo, no deben saltarse el desayuno.

Las necesidades de agua y sal están aumentadas y los requerimientos energéticos son mayores entre las semanas 10 a 30 de la gestación, cuando se acumula una parte sustancial de la grasa materna. Teóricamente el gasto energético que el embarazo comporta supone un consumo añadido de 200 a 300 calorías por día, aunque las necesidades aumentan si se lleva a cabo actividad física.

En cuanto a los nutrientes específicos, se requiere un mayor aporte de proteínas, calcio, hierro, zinc, vitaminas D, E, ácido ascórbico y vitaminas del grupo B. La mayoría de las mujeres que viven en países desarrollados y siguen una dieta equilibrada, con productos lácteos y de origen animal, sobrepasan las exigencias mínimas de estos elementos y no precisan suplementos. No son recomendables las dietas vegetarianas estrictas durante la gestación, dada la necesidad de una alimentación variada.

Hay cierto efecto beneficioso de los suplementos vitamínicos con ácido fólico para la prevención de la espina bífida en el recién nacido. Se ha demostrado que un exceso de determinadas vitaminas puede producir efectos tóxicos en el feto. 

Embarazo
Alimentación y embarazo 

 

Mujeres posmenopáusicas

En estado de premenopausia y posmenopausia se recomienda un aumento del aporte de calciovitamina D para prevenir la osteoporosis y se recomienda especial atención al control de peso, ya que durante esta etapa se tiende a aumentarlo debido a la disminución de actividad física y metabólica. 

Menopausia

 

3. Patología 

  1. Con respecto a las patologías que afectan a la sed, cabe diferenciar entre dos grupos opuestos: los que disminuyen y los que aumentan la sensación de sed. 
    • Como patología que disminuye la sensación de sed, se identifica la llamada hipodipsia primaria, que se caracteriza por el hecho de que la sed no despierta en situaciones en que el aumento de la concentración de electrolitos en sangre es tal que debería presentarse el deseo de beber. 
    • Entre las patologías que conllevan un aumento de la sensación de sed, se encuentra la polidipsia primaria, cuando aparece el deseo de beber sin que la concentración de electrolitos en sangre esté aumentada.

      Generalmente estos trastornos son muy poco frecuentes y se producen cuando hay lesiones en los mecanismos que regulan la sed en el sistema nervioso central, como cirugía de aneurismas cerebrales, tumores que afectan a estructuras hipotalámicas, craniofaringioma, gliomas o metástasis, traumatismos cerebrales, hidrocefalia y sarcoidosis. Cabe destacar que en las psicosis como la esquizofrenia es relativamente frecuente (hasta un 20%) encontrar polidipsia, con sed intensa, aunque la concentración de electrolitos en sangre esté disminuida, lo que se acompaña de la reaparición del deseo de beber en un lapso de tiempo exageradamente corto en comparación con los sujetos normales.
  2. Igualmente entre las patologías que se relacionan con el apetito se pueden diferenciar las que provocan aumento y las que provocan disminución del apetito. 
    • Son muchas las patologías que provocan la reducción del apetito o anorexia. En general, todo tipo de enfermedades infecciosas y tumorales pueden causarla. En los trastornos del aparato digestivo, ya sean benignos, como la gastritis o la úlcera, o tumores malignos, la anorexia y la pérdida de peso suelen ser los primeros indicadores. La anorexia acompaña a procesos benignos como la gripe, al tiempo que puede ser el primer síntoma de enfermedades como el SIDA, la tuberculosis o las micosis sistémicas. La reducción del apetito puede tener como causa patologías de muy diversa índole como: i) enfermedades endocrinas, como la insuficiencia suprarrenal, el hipotiroidismo y el feocromocitoma; ii) entre las enfermedades neurológicas, se encuentran el accidente cerebrovascular (ACV), la enfermedad de Parkinson y las demencias y trastornos degenerativos neuromusculares; iii) entre los trastornos conductuales o psiquiátricos, destacan la depresión, la ansiedad, el alcoholismo y, por supuesto, la anorexia nerviosa.  
    • A diferencia de las múltiples patologías que cursan con anorexia, hay pocas enfermedades en las que el apetito aumente. Entre ellas destacan los trastornos hormonales, como la hiperfunción corticosuprarrenal, o síndrome de Cushing, y las lesiones que afectan al hipotálamo, como tumores, traumatismos o enfermedades inflamatorias.

  
Por otro lado, son diversas y numerosas las enfermedades y trastornos en que el seguimiento de una dieta concreta y pertinente constituye una parte sustancial del tratamiento, lo que implica no sólo consumir determinados alimentos y evitar otros, sino también controlar la cantidad y la distribución de los mismos a lo largo del día. Sirvan como ejemplo situaciones como la hipertensión, la diabetes, la insuficiencia renal, las hepatopatías, la celiaquía, los síndromes de mala absorción, la obesidad, las dislipemias, las enfermedades metabólicas o los trastornos del aparato digestivo, entre otras muchas.

 

4. Relacionadas con el tratamiento

Ciertos tratamientos con sus efectos secundarios también influyen sobre la sed y el apetito: 

  1. Algunos de los medicamentos que provocan un aumento de la sensación de sed son los que pertenecen al grupo de los anticolinérgicos, espasmolíticos, opiáceos y algunos antidepresivos. Estos medicamentos inducen sequedad de boca como efecto secundario y, por tanto, producen un aumento de la sensación de sed. El efecto opuesto, es decir, una disminución de la sensación de sed se puede manifestar en personas tratadas con fármacos depresores del sistema nervioso central. 
  2. Entre los medicamentos que aumentan el apetito se encuentran los preparados hormonales, como los corticoesteroides, los anticonceptivos o la terapia hormonal sustitutiva y los medicamentos antipsicóticos, tanto los clásicos como los atípicos (algunos estudios indican que hasta el 50 % de las personas que toman antipsicóticos aumentan de peso). El tratamiento intensivo con insulina produce aumento de peso, aunque no se han comprobado sus efectos sobre el apetito. Por el contrario, los fármacos que inducen anorexia (pérdida de apetito) no son muy numerosos. Entre éstos están los antibióticos, los antiinflamatorios no esteroideos, los antidepresivos inhibidores de la recaptación de serotonina, los antiparkinsonianos, como la levodopa, y algunos hipotensores.

Medicamentos

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Información general

Descripción
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El hábito de comer y beber de una persona va más allá del conjunto de acciones orientadas a captar nutrientes esenciales de su entorno para obtener la energía necesaria para su organismo, es decir, nutrirse. Para profundizar en este hábito es necesario conocer los factores fisiológicos, emocionales y culturales que modulan las actitudes, las expresiones y los comportamientos individuales y grupales hacia la selección, la preparación y la ingestión de alimentos.

 

El hábito de comer y beber comprende el sistema de acciones voluntarias que una persona sigue para ingerir los sólidos y líquidos. El conjunto de estas acciones voluntarias abarca desde los comportamientos sociales y las respuestas emocionales hasta las acciones que, de manera voluntaria, se aplican a la elección de ciertos productos, ya sean líquidos o sólidos. Todas estas acciones, en su conjunto, son imprescindibles para nuestro bienestar. Las acciones voluntarias incluyen tanto las que se realizan de una manera consciente como aquellas que se llevan a cabo de manera automática y que han sido moduladas por el aprendizaje, pero que finalmente pueden ser controladas por la voluntad.

Para llevar a cabo estas acciones voluntarias, es preciso que la persona tenga capacidad para interaccionar con su entorno, y que elija e ingiera alimentos que contengan los nutrientes necesarios en cantidad y calidad suficientes para no perjudicar al organismo ni por defecto ni por exceso. En este sentido, la selección del tipo y la cantidad de comida que ingerimos es un proceso dinámico, regulado fisiológicamente y modelado por los gustos, los aprendizajes y las ofertas del mercado. Los gustos y las preferencias pueden ser considerados como el resultado de aprendizajes culturales que se reflejan en comportamientos concretos ante la comida y en el consumo de unos productos determinados en función de los grupos de edad, del sexo y del nivel socioeconómico.

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Capacidades biofisiológicas y psicológicas
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Nuestro comportamiento con respecto a la ingestión de alimentos y líquidos está modulado fisiológicamente por los estímulos de la sed y del hambre, que inducen el deseo de beber y comer, aunque su sensación no es condición imprescindible para que la persona lleve a cabo las acciones que integran dicho comportamiento.

 

El estímulo de la sed se define como el deseo consciente de beber. El sistema nervioso central (SNC) regula la cantidad de agua del organismo mediante el deseo de beber y la producción de la hormona antidiurética, encargada de minimizar la cantidad de agua que se elimina por la orina. No sorprende, por tanto, que los mismos estímulos que provocan la sed sean también los que inducen la secreción de la hormona antidiurética. Cuando existe un pequeño déficit corporal de agua, la concentración de sales en el exterior de las células (espacio extracelular) aumenta y estimula, por un lado, la producción de hormona antidiurética, que ahorra agua y, por otro, la sensación de sed, que induce a beber agua. Estos dos mecanismos consiguen diluir el espacio extracelular y retornar la concentración de sales a los niveles normales. Hay otros dos factores que también estimulan el centro de la sed. El primero es la disminución de la presión arterial, incluso aunque la concentración del líquido extracelular sea normal, lo que explica la presencia de sed en personas con una hemorragia o en estado de choque. El segundo es la sensación de sequedad de la boca y de la mucosa del esófago, sensación que se alivia casi inmediatamente tras la ingestión de agua, aunque ésta todavía no se haya absorbido por el tubo digestivo y, por tanto, no haya llegado a provocar una disminución de la concentración sales en el espacio extracelular.

Por el contrario, la disminución de la concentración de sales en el líquido extracelular y la distensión gástrica inhiben la sed. En el segundo caso, la inhibición de la sed por la distensión gástrica, se trata de un fenómeno de regulación a corto plazo, ya que tras la ingesta de agua transcurre un cierto tiempo hasta que se normaliza la concentración de sales en el espacio extracelular. Si durante este tiempo no hubiera una inhibición por la distensión gástrica, se continuaría bebiendo de tal forma que la cantidad ingerida podría sobrepasar lo necesario y provocar una excesiva dilución, lo que sería también perjudicial para el funcionamiento celular.

El estímulo del apetito es un impulso que despierta el deseo de comer. El objetivo de los sistemas reguladores del apetito es mantener el equilibrio de la energía de tal modo que la energía aportada por los alimentos que ingerimos sea igual al gasto energético producido por la suma de las actividades metabólicas y la actividad muscular.

Para la mayoría de las personas, la composición y la cantidad de alimentos que se ingieren varía considerablemente de una comida a otra y de un día a otro; sin embargo, nuestro peso suele mantenerse bastante estable, por lo que nuestra experiencia diaria nos dice que la cantidad y la calidad de los alimentos ingeridos están reguladas de una forma muy precisa.

Diversos estudios han identificado en el Sistema Nervioso Central (SNC) dos centros, el del hambre y el de la saciedad, encargados de regular el apetito. Para explicar la estimulación de estos centros hay diferentes teorías complementarias que comentaremos a continuación: 

  • La teoría glucostática explica que el hambre es producida por la reducción de los niveles de glucosa en sangre. También parece que la sensación de hambre se desencadena cuando baja la concentración de aminoácidos y de productos del metabolismo de las grasas, como los ácidos grasos. Por el contrario, cuando aumenta la glucosa en sangre se activa el centro de la saciedad y se inhibe el centro del hambre. 
  • El apetito también puede estar modulado por la percepción de situaciones amenazantes y estresantes, en las que a la sensación de pérdida de control se asocia una respuesta fisiológica que produce disminución de la actividad gástrica. Esta respuesta al estrés se acompaña de un aumento de la secreción de corticoides que, a su vez, eleva la concentración de glucosa en sangre, con la consiguiente disminución del apetito:
  • Otras teorías psicológicas sostienen que las sensaciones de anhelo y deseo originan alteraciones en conductas alimentarias de dos tipos: unas conductas transgresoras, como vía para aliviar tensiones o ansiedades, y otras conductas que derivan en la restricción o la limitación de la toma de ciertos alimentos. Diversos estudios vinculan más a la mujer que al hombre determinados comportamientos alimentarios caracterizados por la toma descontrolada de alimentos y por el saltarse voluntaria y compulsivamente la regulación de la saciedad.
     
     
    Evitar peligros y prevenir riesgos / capacidades biopsisologicas
  • El apetito también está modulado por el aprendizaje emocional asociado a las características del propio alimento, como su textura, olor, color o aspecto. Estas asociaciones pueden desatar la imaginación, la evocación de recuerdos y desencadenar tanto la estimulación como la inhibición del apetito, hasta llegar, en este último caso, al extremo de provocar la sensación nauseosa e incluso el vómito. En ocasiones se pueden consumir alimentos que nos proporcionan seguridad o consuelo. Podemos decir que la ingesta de sólidos y líquidos, tanto en cantidad como en calidad, está mediada por reacciones emocionales vinculadas a las asociaciones peculiares entre la ingesta de ciertos alimentos y determinadas emociones. Así podemos explicar las preferencias o el rechazo por algunos alimentos.

 
En relación con la inducción al apetito y la preferencia de ciertos alimentos no se puede obviar el aspecto cultural. Si tenemos en cuenta que el alimento es rico en significado simbólico, el acto de comer puede ser también una vía de expresión o regalo emocional de forma consciente (Sánchez 2004), tanto para la persona que lo recibe como para la persona que lo ofrece.

Si bien el momento de iniciar una comida puede estar influenciado por muchos factores internos y externos (emociones, hora del día, disponibilidad y sabor de los alimentos, amenazas del ambiente, etc), la finalización de la misma está inducida por la sensación de saciedad, proceso controlado por mecanismos fundamentalmente biológicos. Cuando se ingiere una comida, los estímulos mecánicos y químicos inducidos por la presencia de alimentos en el tubo digestivo, tanto desde la cavidad oral (gusto) como desde el estómago y el intestino delgado, estimulan por vía nerviosa el centro de la saciedad.

Después de tomar la decisión de querer comer o beber –en respuesta a los estímulos fisiológicos o a otra clase de estímulos, como deseos o compromisos–, es necesario un grado de autonomía que permita colocar el alimento sólido o líquido en la boca. Esta acción requiere la fuerza muscular, la precisión y la coordinación del movimiento de la extremidad superior que posibiliten los diversos movimientos articulares necesarios para vencer el peso de la propia extremidad y soportar el peso de los alimentos durante el trayecto desde el plato hasta la boca.

Moverse y mantener una postura corporal correcta / capacidades biopsisologicas (afrontamiento)

Una vez el alimento sólido ha sido colocado en la boca, se inicia el proceso de masticación que, aunque la mayoría de las veces es un acto automático, en otras ocasiones puede ser controlado voluntariamente por los centros nerviosos superiores (corteza cerebral) y producir una masticación más efectiva. La falta de piezas dentarias, la mala adaptación de la prótesis, la disminución de la salivación o las limitaciones en la movilidad de la lengua o de los músculos masticadores ocasionan dificultades para la masticación y, consecuentemente, también en la deglución, lo que puede condicionar la selección de alimentos de consistencia blanda.

La deglución de sólidos y líquidos es un proceso complejo que se inicia de manera voluntaria, pero sigue con una serie de pasos reflejos y automáticos, y por tanto involuntarios, bajo control del sistema nervioso central (SNC). La combinación de la fuerza de la gravedad y de las contracciones involuntarias de la faringe y del esófago ayudan al bolo alimenticio en el descenso hacia el estómago.

Aunque en este apartado solamente se contemplan los procesos de acciones voluntarias –conscientes y automatizadas o no por el aprendizaje– relacionadas con la ingestión de alimentos sólidos y líquidos, hay que tener en cuenta que para que la nutrición sea adecuada se requiere el buen funcionamiento de todos los procesos fisiológicos que siguen a la deglución (la digestión y la absorción intestinal de los nutrientes, su transporte y, finalmente, la asimilación celular de los mismos) y que resultan de una compleja relación de estímulos, reacciones y respuestas que escapan al control voluntario.

 

Persona comiendo manzana en plena naturaleza

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Aspectos socioculturales
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1. Nuevas tecnologías y publicidad, 2. Información sanitaria, 3. Patrones de estética corporal, 4. Cambios en la organización familiar y laboral, 5. Creencias sobre alimentos "buenos" y "malos"

 

Anteriormente se ha mencionado que la elección de los alimentos que tomamos no se basa únicamente en sus cualidades nutritivas, sino que está cargada de un rico entramado de significados sociales y culturales. En todas las sociedades humanas los alimentos tienen una carga simbólica que se materializa entre los individuos en una forma de expresión, comunicación y relación. En cada grupo se pueden identificar alimentos representativos, a los que se asocian características de alto valor, que son compartidos por los individuos del grupo pero que pueden no ser valorados ni comprendidos e incluso ser rechazados por individuos de otros grupos. Frecuentemente estos alimentos asocian su alto valor cultural a un alto valor monetario, con lo que al ser consumidos se convierten en vehículo de expresión de un determinado estatus. De hecho, el incremento del nivel socioeconómico de las familias españolas en las últimas décadas ha comportado un cambio general en el consumo de alimentos: ha aumentado la toma de proteínas de origen animal, en forma de carnes y pescados, y ha disminuido la ingesta de huevos e hidratos de carbono.

Prácticamente en todas las sociedades, las grandes celebraciones o festejos van acompañadas de productos alimentarios especiales y, habitualmente, en grandes cantidades. En este sentido, la comida y la bebida actúan como mediadoras en las relaciones sociales, y se convierten en el vehículo que propicia la distensión, el acercamiento y la negociación. En la sociedad española, este fenómeno se refleja en numerosos actos a lo largo del ciclo vital: cumpleaños, aniversarios, celebraciones familiares o de empresas, grupos de amigos. Cuando se participa en el acto de comer y beber se quiere comunicar aceptación, reconocimiento, agradecimiento o pertenencia a un grupo. Mediante la elaboración y la presentación de la comida se intenta transmitir el deseo de complacer o agradar y, en este caso, los alimentos sirven para expresar amor y cariño.

Actualmente vivimos un fenómeno de globalización en todos los campos. En la alimentación se tiende a la unificación de dietas y se prima el consumo de determinados productos. La dieta española tradicional, basada fundamentalmente en el consumo de cereales, legumbres, aceite de oliva, patatas, frutas, hortalizas, pescado y huevos, está siendo modificada sustancialmente con un aumento del consumo de carnes, leche y productos lácteos, y un descenso importante del consumo de alimentos como los cereales y las patatas. En otras palabras, se está pasando de la llamada dieta mediterránea a la anglosajona. Las tendencias globalizadoras y las influencias culturales y educativas están modificando nuestros hábitos alimentarios, e influyen tanto en la cantidad y calidad de los alimentos que se ingieren como en la forma de cocinarlos. Estos cambios en los hábitos alimentarios pueden analizarse desde la perspectiva de la interrelación de factores como la publicidad y las nuevas tecnologías, la información sanitaria, los patrones de estética corporal, las formas relacionales, los cambios en la organización familiar y social, y las creencias sobre el valor saludable de ciertos alimentos.

Alimentación saludable: recomendaciones generales

 

1. Nuevas tecnologías y publicidad

La tecnología ha puesto a nuestro alcance multitud de alimentos procesados y comidas precocinadas que facilitan la conservación y permiten una rápida preparación, pero que, en contrapartida, contienen más porcentaje de sal, azúcares, aditivos y conservantes químicos que los alimentos cocinados en casa.

Por otra parte, inducida por la publicidad y el marketing, la población está aumentando el consumo de los llamados “alimentos enriquecidos”, con productos que se introducen a lo largo del proceso de elaboración, como por ejemplo leche con ácidos grasos omega-3, ácido fólico, lactobacilos, jalea real, fibra, betacarotenos o calcio. Sin embargo, todavía no ha sido demostrado el efecto beneficioso de estos productos sobre la salud.

 

2. Información sanitaria

La información sanitaria junto al desarrollo económico experimentado por la sociedad española en las últimas cinco décadas han sido los factores que han contribuido a una importante mejora de la nutrición que, a su vez, ha revertido en el incremento de la esperanza de vida.

Si en épocas anteriores la desnutrición era un grave problema de salud, éste quedó aplacado por el acceso generalizado a buenos alimentos y por la preocupación de las madres por la buena alimentación. Actualmente estamos asistiendo a cambios de comportamientos alimentarios que se traducen en dietas que, aunque contienen un contenido calórico y proteico mayor que hace sesenta años, se han valorado como dietas menos equilibradas que las de antes. Los cambios de comportamiento ante los alimentos están haciendo emerger nuevos y paradójicos problemas reales y potenciales de salud: junto a enfermedades asociadas al exceso de consumo, encontramos cada vez con mayor frecuencia problemas por defecto nutricional, como la anorexia y la bulimia, aunque en este caso los factores desencadenantes son totalmente diferentes a los que se daban en épocas precedentes.

Con la finalidad de resolver estos problemas emergentes, los programas de educación sanitaria persiguen provocar una sensibilización de la población española hacia a su alimentación. Sin embargo, los efectos no son todo lo eficaces que sería de desear, ya que diversos estudios revelan que está aumentando la obesidad tanto entre los niños como entre los adultos.

Existe una creciente preocupación de las autoridades sanitarias por el aumento de la tasa de obesidad, que genera diabetesdislipemia e hipertensión arterial, según revelan los estudios epidemiológicos. Como respuesta a la epidemia de obesidad, las autoridades ponen en marcha campañas publicitarias para combatirla. La información sanitaria está provocando que en la población esté calando el mensaje sobre la importancia de mantener el “peso ideal”, dejando de lado la preocupación por la mejora del estado nutricional. Este resultado contribuye a afianzar determinados ideales y creencias que llevan a clasificar los alimentos como malos o buenos, no en función de sus valores nutritivos, sino por si “engordan” o no. Los nuevos programas están reconduciendo estas creencias, educando sobre el tipo y cantidad de alimentos necesarios y capacitando a las personas en la toma de decisiones saludables para la mejora y mantenimiento de su salud.

 

3. Patrones de estética corporal

A través de los mensajes visuales, se transmiten y se imponen unos modelos asociados a la delgadez, que crean una estética corporal que favorece el rechazo social a las personas con sobrepeso y que favorecen la aparición de un sentimiento de desprestigio y de estigmatización social. En otras situaciones induce a comportamientos alimentarios patológicos, como la anorexia y la bulimia. Las estadísticas revelan el incremento progresivo de estas dos enfermedades, con una incidencia mayor en adolescentes y jóvenes que en adultos, y mucho más en mujeres que en hombres, aunque se está observando un aumento de casos entre los varones. Algunos autores alertan sobre la influencia negativa de la forma en que los medios de comunicación se refieren a la anorexia, que la hace aparecer como una patología de élite que sufren los miembros de grupos sociales “distinguidos”.

 

4. Cambios en la organización familiar y laboral

En las últimas décadas el papel de la mujer ha cambiado, tanto dentro como fuera del hogar. Tradicionalmente se ha vinculado a la mujer con la figura transmisora de formas de cocinar, del cuidado y preocupación por los demás. En este rol tradicional, a la mujer y ama de casa se le asignaba la responsabilidad de gestionar y a la vez de seleccionar, comprar y dedicar tiempo para cocinar los productos alimenticios del grupo familiar. Por otro lado, los horarios fijos, la cercanía al hogar del trabajo y del centro escolar, y la importancia dada a las comidas favorecían la reunión de todos los miembros de la familia alrededor de la mesa a la hora del almuerzo y la cena.

Pero el patrón tradicional ha evolucionado: los dos cónyuges trabajan fuera de casa y el valor del individualismo potencia la diversidad de actividades laborales, sociales y de ocio por separado, lo que hace difícil, por no decir imposible, la coincidencia de todos los miembros en un horario regular que favorezca el acto de comer juntos. Al dar prioridad a otras exigencias y actividades, y restar tiempo para disfrutar en la mesa y, sobre todo, para preparar una comida rica y equilibrada, se recurre a comidas precocinadas, a comida rápida, en muchas ocasiones en lugares poco propicios y sin compañía, lo que fomenta la mala relación con los alimentos. Todos estos cambios en la estructura social ayudan a dejar de valorar las comidas diarias como un acto colectivo, pasando a serlo sólo en ocasiones muy especiales.

 

5. Creencias sobre los alimentos “buenos” y “malos”

Las personas diferimos en el tipo de alimentos sólidos y líquidos que ingerimos con la finalidad de nutrirnos y sentirnos sanos, diferencias que se explican, entre otras cosas, por las creencias y significados que asociamos a los productos que ingerimos.

Los significados pueden estar relacionados con preceptos de tipo religioso, con determinadas ideologías laicas o con una nueva adquisición de valores sobre los alimentos como resultado de la divulgación informativa y de los contactos y modas interculturales. Los medios de comunicación y diversas tendencias ideológicas describen nuevas formas de comer y dirigen hacia un determinado tipo de alimentos o la forma de consumirlos; sirvan como ejemplo las dietas macrobióticas, las vegetarianas o las tendencias como el slow food (comida lenta, en contraposición al fast food, o comida rápida).
 

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Condiciones ambientales
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El desarrollo tecnológico también ha favorecido las manipulaciones del medio para sobreexplotar las producciones agrícolas y ganaderas, y ha generado preocupación en la población sobre las repercusiones que la afectación del medio ambiente tiene en la calidad de los alimentos que ingerimos. Si bien es cierto que en el mundo occidental ha aumentado la producción de alimentos, en ocasiones esto se asocia a factores que distan mucho de ser saludables. En este sentido, el crecimiento de los vegetales, los cereales, las legumbres y las frutas está sujeto al uso de fertilizantes y plaguicidas, que en muchos casos son absorbidos por las plantas. A su vez, los animales son alimentados, en el mejor de los casos, con estas plantas o con productos elaborados de origen animal. Además de estos alimentos últimamente podemos encontrar los alimentos transgénicos, tan alabados por unos y tan denostados por otros, cuyo consumo está también despertando la alerta. El hombre se encuentra al final de varias de estas cadenas alimentarias, lo que genera una gran preocupación por los efectos de tales manipulaciones a largo plazo sobre la salud.

 

Actualmente estamos tomando conciencia del efecto que tiene sobre la salud la manipulación de los alimentos que consumimos, y están adquiriendo una importancia creciente los alimentos llamados “ecológicos” o “bio”. El prefijo “bio-” ha alcanzado un alto significado de bueno y saludable, lo que ha sido utilizado por numerosas marcas para apodar sus productos con dicho prefijo e inducir al consumo de manera fraudulenta. El consumo de productos ecológicos se asocia a grupos minoritarios con alto o medio poder adquisitivo, debido a la escasa oferta y a su elevado precio, en comparación con el mismo alimento producido mediante la ganadería y la agricultura intensivas. Ante esta forma de comer también emergen conductas alimentarias como la ortorexia. Los ortoréxicos se centran en la calidad de los alimentos y prefieren pasar hambre antes que comer alimentos “impuros” o contaminados, lo que deriva fácilmente en problemas por déficit nutricionales.

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Consejos de la enfermera

Respirar
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Masticar y tragar con la boca cerrada. La boca cerrada evitará que la inspiración se realice a través de la boca. Cuando se hace coincidir el momento de la inspiración por la boca con contenido líquido o sólido en la cavidad bucal, se puede desencadenar el paso directo de parte de este contenido hacia la tráquea y producir una aspiración de contenido sólido o líquido hacia la vía aérea inferior. En el momento de la deglución, es aconsejable mantener la boca cerrada. La deglución es un acto que está sincronizado a través del sistema nervioso para inhibir o evitar la inspiración. Cuando el alimento choca con la parte posterior del velo del paladar, la epiglotis produce el cierre de la laringe y se ocluye la cavidad nasal posterior, lo que evita que el alimento pueda deslizarse hacia la tráquea o ascender hacia las fosas nasales.

 

Beber y comer en posición de sentado o de pie. Para favorecer el mecanismo anterior es importante que durante la ingesta estemos sentados o de pie y masticar con la boca cerrada. La posición erecta ayuda a que el bolo alimenticio atraviese con más facilidad la faringe y se deslice sin dificultad por el esófago mediante la gravedad.

Estas precauciones evitaran el riesgo de aspiraciones de contenido alimenticio. Hay situaciones en las que las personas no pueden permanecer en las posiciones recomendadas anteriormente. En estos casos la alternativa se orienta a ingerir alimentos de consistencia semisólida, como tortillas, cremas espesas, etc. Se deben evitar alimentos de consistencia dura o muy líquidos. Los primeros porque necesitan de un tiempo mayor de masticación e insalivación, lo que facilita la coincidencia con las inspiraciones. La ingestión de líquidos en la posición de decúbito favorece que estos líquidos tiendan rápidamente a colocarse en la parte posterior de la boca, a favor de la gravedad, lo que en muchas ocasiones puede provocar que pasen a la vía respiratoria inferior. Estas precauciones se deben extremar en niños y en personas mayores con alteraciones cognitivas.


Se recomienda
tener en cuenta todos los consejos generales, que permitirán adoptar medidas saludables en relación con la actividad de la vida diaria de: 

Respirar

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Moverse y mantener una postura corporal correcta
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Equilibrar la ingesta calórica al grado de actividad física. Para mantenernos sanos con los parámetros aconsejables de Índice de Masa Corporal (19-25), tenemos que ajustar el tipo y la cantidad de alimentos a nuestro gasto metabólico. Es muy importante realizar actividad física de forma saludable.

 

Una ingesta calórica superior a nuestro gasto repercutirá en un aumento progresivo de peso, lo que puede ocasionar diferentes problemas, desde alteraciones osteoarticulares hasta metabólicas como diabeteshipertensión o dislipemia.

Para ajustar la ingesta calórica se debe tener en cuenta la edad, el sexo, la talla (altura) y la actividad (sedentaria, baja actividad, activa o muy alta). Los requerimientos calóricos estimados se calculan aplicando la ecuación siguiente:

 

Para los hombres:  662 – 9,53 × edad (años) + AF × (15,91 × peso [kg] + 539,6 × altura [m])  
Para las mujeres: 354 – 6,91 × edad (años ) + AF × (9,36 × peso [kg] + 726 × altura [m])  

 

AF es el coeficiente de actividad física. En promedio es de 1,0 para los sedentarios, de 1,12 para los de baja actividad, de 1,27 para los activos, y de 1,45 para los muy activos. 

Para ajustar a la edad, en el caso de las personas menores de 30 años, hay que añadir 7 calorías al día si es mujer y 10 si es hombre, por cada año inferior a 30. En el caso de mayores de 30 años, hay que restar 7 calorías si es mujer y 10 si es hombre, por cada año superior a 30.



Se recomienda
tener en cuenta todos los consejos generales, que permitirán adoptar medidas saludables en relación con la actividad de la vida diaria de: 

Moverse y mantener una postura corporal correcta

 

 

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Reposar y dormir
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No se debe subestimar la repercusión de la alimentación sobre el sueño, algunas de las siguientes pautas pueden ser de gran ayuda.

 

Realizar una cena moderada. El acostarse con la sensación del estómago distendido después de haber cenado copiosamente puede ocasionar dificultades para conciliar el sueño, además propicia la aparición de reflujo gastroesofágico, lo que ocasiona ardor o pirosis. Por el contrario, la sensación de hambre produce inquietud, por lo que tampoco ayuda a la relajación, tan importante para inducir el sueño. Realizar una cena moderada y retrasar una o dos horas el momento de acostarse es una medida aconsejable para no dificultar la inducción del sueño.

Evitar bebidas excitantes. Se deben evitar bebidas excitantes como el té, el café o los refrescos con cafeína o cacao pocas horas antes de dormir. Estas bebidas contienen metil-xantinas, que son estimulantes del sistema nervioso central y generan excitación psicomotriz. Es recomendable beber un vaso de leche caliente. La leche contiene triptófano; hay estudios que sostienen que esta sustancia, que es un aminoácido esencial, favorece la relajación. También las infusiones como la tila tienen un efecto sedante que ayuda a la relajación.

 

Se recomienda tener en cuenta todos los consejos generales, que permitirán adoptar medidas saludables en relación con la actividad de la vida diaria de: 

Reposar y dormir

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Ingerir líquidos y alimentos con fibra alivia el estreñimiento. Es conocido que la ingesta de fibra favorece la defecación, para notar sus efectos es necesario incluir en la dieta alimentos ricos en fibra y acompañados de una cantidad proporcionada de líquidos de manera constante y persistente. Se debe incluir en la dieta frutos secos de todo tipo (pasas, higos, nueces, almendras), frutas frescas (naranja, kiwi), hortalizas, legumbres y cereales integrales. Estos alimentos, ricos en fibra vegetal, que no es digerible por nuestro sistema digestivo, favorecen el aumento del tamaño del bolo fecal, se estimula el peristaltismo del colon y como consecuencia se promueve el tránsito más rápido hacia el recto y el ano.

 

Es importante saber que los alimentos con escaso o nulo contenido en fibra producen el efecto contrario, promueven defecaciones menos frecuentes y, en consecuencia, más duras. Entre estos alimentos se sitúan el membrillo, el arroz blanco, la zanahoria, la manzana sin la piel, rallada y oscurecida (es decir, oxidada), etc.

En la dieta se debe realizar una combinación de ambas clases de alimentos, ponderando más unos u otros dependiendo de la situación o de la finalidad que se persiga. 

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Evitar peligros y prevenir riesgos
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Para asegurar una correcta alimentación es importante la elección adecuada de los alimentos, así como que esta elección se acompañe de otras acciones que garanticen las buenas condiciones de los productos que vamos a ingerir. Para asegurar esto se recomienda:

 

Comprar productos de buena calidad : 

Elegir carnes frescas, de buen aspecto, color y olor. Los pescados deben tener la escama y la textura firme y los ojos brillantes. También las frutas tersas, con tonos de color no apagados serán las elegidas. Se descartarán los envases de conservas que estén hinchados, abollados u oxidados. Siempre se revisará la fecha de caducidad.  


Almacenar los alimentos de manera apropiada, que evite la contaminación de unos sobre otros:

Los detergentes y productos de limpieza deben colocarse lejos de los alimentos. Es necesario verificar la fecha de caducidad de los productos y almacenarlos de forma que los más nuevos tengan el acceso más difícil; guardar la harina, el azúcar y el arroz en lugares libres de humedad; traspasar el contenido de los recipientes abiertos, como las latas, a un envase de vidrio o plástico que pueda ser tapado. En el frigorífico, es importante separar los productos crudos de los envasados, guardar los productos crudos, como carne o pescado, en recipientes tapados y evitar el contacto entre los alimentos crudos con otros ya cocinados.  


Mantener la higiene en la manipulación de los alimentos:

A la hora de cocinar, es necesario asegurarse de la higiene de las manos, las encimeras de la cocina y los paños de cocina, de todo lo que vaya a tomar contacto con los alimentos. Es importante asegurarse de que las carnes, los huevos y los guisos estén bien cocidos; los alimentos cocidos garantizan la eliminación de microorganismos y se evita la contaminación de los alimentos. Conviene utilizar diferentes utensilios para procesar los alimentos crudos y cocidos, de esta manera se evita la contaminación cruzada, es decir, que los microorganismos u otros contaminantes se pasen de unos alimentos a otros.

Los alimentos perecederos, como carnes, pescados, huevos, frutas y verduras frescos, son susceptibles de contaminarse por microorganismos que, una vez ingeridos, ocasionan enfermedades bien por intoxicación con sustancias que producen dichos microorganismos o bien por su invasión directa cuando atraviesan las paredes del tubo digestivo. Esto también puede suceder cuando se consumen alimentos en conserva con un proceso de esterilización insuficiente, como por ejemplo en las conservas caseras.  



Tener en cuenta los factores que influyen en el desarrollo de la actividad como la edad, la etapa de desarrollo y el sexo entre otros.

Se recomienda tener en cuenta todos los consejos generales, que permitirán adoptar medidas saludables en relación con la actividad de la vida diaria de: 

Evitar peligros y prevenir riesgos

 

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Comunicarse e interactuar socialmente
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Procurar comer en compañía. Comer en compañía es un hábito saludable. Los tiempos de la comida permiten la reunión y la comunicación de los miembros de la familia. Se recomienda dedicarle aproximadamente unos 40 minutos, tiempo que permita la desconexión de los “deberes” y otras actividades y que nos acerque de manera relajada a la comunicación con los demás.

 

Dar importancia a estos tiempos conlleva, generalmente, comer en compañía y una elección de alimentos más cuidados, a la vez que previene el aislamiento y la sensación de soledad. Si estos momentos son importantes en todos los grupos de edad, se debe cuidar especialmente en los niños, los adolescentes y los mayores (ancianos). 

Se recomienda tener en cuenta todos los consejos generales, que permitirán adoptar medidas saludables en relación con la actividad de la vida diaria de: 

Comunicarse e interactuar socialmente

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Trabajar y divertirse
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Respetar las tres comidas principales. Resulta conveniente buscar espacios y respetar tiempos que propicien hacer del desayuno, la comida o la cena un acto tranquilo y placentero. Los estilos de vida actuales nos llevan a priorizar las actividades laborales y a disminuir el tiempo dedicado a las comidas. Estos estilos de vida impulsan a ingerir rápidamente alimentos que, en la mayoría de las veces, se asocian con un alto contenido calórico.

 

Consejos para comer en casa y fuera de casa  

El comer es descrito por muchas personas como uno de los placeres de la vida. Siempre que podemos comemos los alimentos que más nos gustan y tratamos de evitar los que no nos gustan, aunque muchas veces son los más indicados. En general los estudios demuestran que el consumo de alimentos o comidas que agradan proporciona placer y libera ciertas hormonas endorfinas, que son las que producen sensación de bienestar. 


Se recomienda
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Trabajar y divertirse

 

 

 

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Tópicos y conductas erróneas
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Con respecto a la ingesta de ciertos alimentos y líquidos, se puede encontrar una ingente cantidad de información que no siempre es cierta o por lo menos, hoy por hoy, cuyo efecto beneficioso no se ha demostrado científicamente. Sin embargo, estas informaciones van calando en las personas como conocimiento veraz que promueve comportamientos, en algunos casos, poco saludables y, en otros casos, aunque no comprometen la salud, afectan a la economía.

 

 

Se debe beber cuando se tenga sed. Hay una falsa creencia de que una ingesta abundante de agua contribuye a aumentar la eliminación renal de productos de desecho y a mejorar la función del riñón. Sin embargo, sólo se ha demostrado que la ingesta elevada de líquido disminuye el riesgo de la formación de cálculos. Por el contrario, en determinados pacientes con patología cardiaca o bajo tratamiento con determinados fármacos, como diuréticos o antidepresivos, esta medida puede producir una dilución de las sales presentes en el líquido extracelular con efectos perjudiciales para la salud. Por tanto, la recomendación de ingesta elevada de agua o de líquidos similares, como zumos, se debe restringir a pacientes con litiasis renal o a personas mayores con alteraciones cognitivas, cuya sensación de sed puede estar abolida. El resto de personas deben beber cuando tengan sed. 


En cuanto al momento saludable para tomar agua, si antes, durante o después de las comidas, no se encuentra ninguna razón nutricional que pueda argumentar alguna de estas indicaciones. Parece que esto es indiferente, siempre que la cantidad ingerida sea moderada. La ingesta de medio litro de agua (500 cm³) antes de las comidas, sí tiene una explicación fisiológica, ya que puede actuar como inhibidor del apetito, mientras dure la distensión del estómago. Ésta también es la explicación de que la ingesta de agua se añada a muchos regímenes dietéticos, con la finalidad de propiciar la saciedad, aunque este efecto es de muy corta duración.  

 

Huir de las dietas milagrosas. La información sobre dietas y alimentación disponible para el ciudadano hoy día es inmensa. Si realizamos una búsqueda en Google con la palabra diet, encontramos más de 158 millones de páginas. Los beneficios económicos generados por las empresas que ofrecen dietas milagrosas para perder peso son gigantescos a nivel mundial. Sin embargo, la gran mayoría de las dietas milagrosas no han sido sometidas a la crítica de un estudio científico riguroso. 

 

No son tan necesarios los suplementos de vitaminas y minerales. En una revisión reciente de los efectos preventivos de las vitaminas y minerales, los expertos concluyeron que no hay evidencia para recomendar los suplementos de betacarotenos en la población general. Por el contrario, es recomendable evitarlos en los fumadores, por el aumento de riesgo de cáncer de pulmón. La combinación de calcio y vitamina D tiene efectos beneficiosos en el riesgo de fracturas en mujeres posmenopáusicas, pero aumenta el riesgo de cálculos en vías urinarias. La vitamina E puede disminuir las muertes cardiovasculares en las mujeres y la incidencia de cáncer de próstata en los fumadores. Los estudios con niacina, folato, vitaminas B2, B6 y B12 no produjeron efectos preventivos en la población general, aunque es ya conocido el efecto preventivo de los suplementos de folato en las embarazadas para evitar los defectos de cierre del tubo neural en los niños.

Se estudió también el efecto de los preparados multivitamínicos. Se ha comprobado la dificultad de separar los efectos de los componentes individuales, pero se ha alertado de los posibles efectos adversos por sobredosificación de vitaminas, sobre todo en individuos que consumían alimentos reforzados con vitaminas.

Otra de las creencias mantenidas desde el año 1970 es el efecto preventivo de la vitamina C a dosis altas del catarro común. En una revisión sistemática de 2006, realizada por la Fundación Cochrane, no encontraron dicho efecto en un estudio sobre 11.077 participantes. Sólo en un subgrupo de corredores de maratón o esquiadores se pudo obtener algún efecto preventivo.

Por todo lo mencionado, si bien es necesario preocuparse por la calidad y la cantidad de los alimentos que consumimos, es imprescindible asumir una actitud de consumidor crítico e informado por fuentes acreditadas, para alejarse de aquellos productos alimenticios que obedecen más a intereses comerciales o de mercado que a repercusiones saludables.

  
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Última modificación: 26/07/16 07:46h

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