Información práctica

Estructura y función del cuerpo humano
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El sistema de la estructura y función del cuerpo humano, más directamente relacionado con el desarrollo de esta actividad de la vida diaria es:

La persona, hombre o mujer, de cualquier edad o condición, es un ser multidimensional integrado, único y singular, de necesidades características, y capaz de actuar deliberadamente para alcanzar las metas que se propone, asumir la responsabilidad de su propia vida y de su propio bienestar, y relacionarse consigo mismo y con su ambiente.

 

La idea de un ser multidimensional integrado incluye las dimensiones biológica, psicológica, social y espiritual, todas las cuales experimentan procesos de desarrollo, y se influencian mutuamente. Cada una de las dimensiones en que se describe a la persona se encuentra en relación permanente y simultánea con las otras, formando un todo en el cual ninguna de las cuatro se puede reducir o subordinar a otra, ni puede ser contemplada de forma aislada. Por consiguiente, ante cualquier situación, la persona responde como un todo con una afectación variable de sus cuatro dimensiones. Cada dimensión comporta una serie de procesos, algunos de los cuales son automáticos o inconscientes y otros, por el contrario, son controlados o intencionados.

Teniendo en mente este concepto de persona, y sólo con fines didácticos, pueden estudiarse aisladamente las modificaciones o alteraciones de algunos de los procesos de la dimensión biofisiológica (estructura y función del cuerpo humano) implicados en el desarrollo de esta a actividad de la vida diaria: 

 

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Relación con otras actividades de la vida diaria
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Existe una estrecha relación entre las actividades dirigidas a trabajar y a divertirse y el resto de actividades de la vida diaria.

1. Respirar, 2. Comer y beber, 3. Eliminar, 4. Moverse, 5. Reposar y dormir, 6. Evitar peligros, 7. Comunicarse.

 

Respirar. Las actividades vinculadas al trabajo o al ocio pueden llevarse a cabo al aire libre o en espacios cerrados, lo que conlleva diferencias cualitativas en el tipo de aire inspirado. Determinados trabajos se asocian hoy día a ciertas enfermedades profesionales debido a la inhalación de tóxicos que, a largo plazo, producen enfermedades crónicas de carácter profesional que, en determinadas circunstancias, pueden llegar incluso a poner la vida en serio peligro.


Comer y beber.
La cantidad y la calidad de los alimentos debe responder a las demandas energéticas del organismo, que derivan del grado de actividad física generado por el tipo de actividad laboral o recreativa. En el caso de que la ingesta sea superior a la demanda, se producirá un aumento progresivo de la grasa corporal y, por tanto, de la masa corporal, que se va a traducir en sobrepeso u obesidad.

Por el contrario, si la ingesta de alimentos es inferior a las necesidades corporales, aparecerán carencias y problemas nutricionales más o menos importantes como pérdida de peso, déficit vitamínico y baja tolerancia al esfuerzo físico y mental. La obesidad y la debilidad pueden limitar la amplitud de movimientos y la resistencia muscular y, por tanto, condicionar la elección de las actividades físicas.


Eliminar.
Los hábitos y las rutinas a la hora de eliminar pueden estar restringidos debido a la priorización de las responsabilidades sociales frente a las necesidades fisiológicas. Algunas personas reconocen que inhiben las ganas de miccionar y, especialmente, de defecar cuando están fuera de su espacio íntimo o cuando estas necesidades aparecen en el momento en que hay que atender a tareas sociales relacionadas con el trabajo o la diversión.


Moverse.
El sistema musculoesquelético sufre afectaciones por la actividad derivada del trabajo o del deporte, bien sea porque se realizan en defecto o en exceso, o de manera inadecuada. Los estudios ponen de relieve que muchas lesiones se pueden prevenir mediante la aplicación de medidas ergonómicas, es decir, con el uso de objetos que se adapten a la anatomía y a la funcionalidad del movimiento humano. En otras ocasiones, las lesiones surgen por exceso de actividad o por un calentamiento muscular insuficiente. El control de estos dos factores, junto con una adecuada mecánica corporal, evitará la fatiga muscular, los esguinces, la rotura de fibras, las contracturas, etc. 


Reposar y dormir.
El exceso de actividad y las preocupaciones, sobre todo al final del día, producen una sobreestimulación del sistema nervioso que no facilita la fase de relajación imprescindible para inducir el sueño. De la misma manera, con una actividad o una estimulación escasa durante la vigilia tampoco se favorece la inducción al sueño, ya que no se alcanza el nivel necesario de cansancio que provoca la desconexión de los estímulos externos.


Evitar peligros y prevenir riesgos.
El riesgo está presente tanto en las actividades de trabajo como en las de esparcimiento. Tanto unas como otras someten a la persona a una diversidad de riesgos de accidentes ambientales y psicosociales. Por ello es necesario llevar a cabo estas actividades con una buena condición física y un buen equilibrio psicológico, así como utilizar adecuadamente el equipamiento y adoptar medidas preventivas para mantenerse en un estado saludable.

Además de los riesgos inherentes a ciertas actividades, hay que considerar la personalidad de quien las realiza. Las conductas de riesgo se dan más frecuentemente en personas que buscan nuevas sensaciones. Estas conductas arriesgadas generan en ellas sensaciones positivas. En cambio, otras características de la personalidad, como el tesón y el optimismo, se relacionan con conductas saludables.


Comunicar e interaccionar socialmente.
En las actividades de trabajo y de ocio, se pueden diferenciar las actividades grupales de las individuales. Las actividades grupales favorecen la interacción entre los miembros del grupo y promueven la comunicación, el compañerismo e incluso la amistad. Siempre que las relaciones entre los miembros del grupo sean satisfactorias, las actividades contribuirán a evitar el aislamiento y favorecerán el bienestar psicológico.

El tipo de relaciones establecidas en el ámbito del trabajo va a estar muy condicionado por las motivaciones particulares de cada persona. Si alguien siente una fuerte motivación hacia el poder, empleará estrategias de comunicación que le permitan influenciar a los demás y ejercer el liderazgo, y centrará buena parte de sus esfuerzos, más que en la propia tarea a desarrollar, en obtener prestigio y posición, sin importarle establecer relaciones de rivalidad. Por el contrario, si la persona está más motivada por su necesidad de pertenencia, se esforzará en interaccionar con los otros para agradarles y buscará establecer relaciones interpersonales cercanas y estrechas, de cooperación y no de competitividad.

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En función del grupo de edad y la etapa de desarrollo
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En situaciones normales, el trabajo y la diversión están presentes en la práctica totalidad de la vida, si bien en cada individuo y en cada etapa de la vida alcanzan más o menos relevancia. Así, por ejemplo, el ocio ocupa la mayor parte del tiempo en los dos extremos del ciclo vital.

El autoconcepto y la autoestima se van desarrollando continuamente durante el ciclo vital y, a lo largo de él, pueden sufrir modificaciones o transformaciones. Los psicólogos reconocen que las interacciones sociales desempeñan un papel crucial en el desarrollo de la autoestima. En efecto, hay personas que ejercen una mayor influencia en el desarrollo de la autoestima. Se consideran personas significativas los individuos o los grupos que tienen una especial importancia en una etapa determinada, como por ejemplo los padres, los amigos, los jefes, los maestros y los profesores, los hijos, etc. 

En cada etapa de desarrollo se identifican diferentes metas y objetivos que derivan de la búsqueda de autorrealización y de la definición del sentido de la propia vida, así como del esfuerzo por superar las dificultades.

1. Neonato-lactante, 2. Preescolar, 3. Escolar, 4. Adolescente, 5. Adulto, 6. Adulto mayor.

 

1. Neonato-lactante (del nacimiento a los 18 meses) 

El bebé nace con un conjunto de reflejos que, junto a los hábitos, hacen que llegue a representar acontecimientos. A las dos o tres semanas, es capaz de imitar algunos gestos de la cara. A los cuatro meses, presenta conductas casi intencionadas. Entre los 8 y los 12 meses, comienza a mostrar conductas intencionadas (inteligentes) y puede anticipar acontecimientos. Entre los 12 y los 18 meses, experimenta activamente (introduce variaciones en sus tareas repetitivas para obtener nuevos resultados) y es capaz de imitar sonidos, movimientos y gestos. A partir del primer año comienza a elegir qué coger y qué soltar de acuerdo con sus deseos, y experimenta sus primeros sentimientos de autocontrol y sus primeras experiencias de autonomía. 


La investigación sobre el desarrollo infantil demuestra que en el recién nacido aparecen signos de interés hacia el entorno ya a las pocas horas de vida. Este interés se manifiesta en el hecho de que fija su mirada en un objeto o una persona. Los primeros juegos consisten en ejercitar las habilidades innatas y en practicar con las capacidades que van apareciendo: son juegos de ejercicio, caracterizados por movimientos muy frecuentes y una observación atenta.

La maduración del niño le permite la interacción con el cuidador (generalmente, la madre o el padre), con lo que se generan los juegos de interacción social, que consisten en actividades como dar palmadas o el cucú (el adulto esconde la cara tras las manos y se descubre diciendo cucú). Son juegos en los que inicialmente el niño tiene poca iniciativa, si bien progresivamente va ganando en protagonismo hasta llegar a ser el iniciador y el director de la actividad. Los bebés sienten emociones de agrado y desagrado en su interacción con lo que les rodea, y muestran preferencia por los estímulos que les producen placer.

Si el desarrollo ha transcurrido por el camino deseado, al final del primer año de vida la persona sentirá confianza en sí misma y en los demás. Este logro se deberá al modo en que se relaciona con ella la persona que la cuida, generalmente, su madre, que interpreta sus conductas atribuyéndoles significado en el marco de su cultura (el niño llora porque tiene hambre, se queja porque tiene sueño, etc.) y le ofrece en todo momento atención sensible a sus necesidades, además de marcarle límites consistentes. Si este tipo de relación no se da, los niños aprenden a esperar amenazas y dolor, y experimentan el mundo como un lugar impredecible. Por el contrario, si recibe un cuidado adecuado, el niño percibe el mundo como algo predecible y coherente, lo que favorece la experiencia de seguridad y hace posible la creación del sentimiento de esperanza y el deseo de actuar, que constituyen puntos fuertes en el carácter de una persona. Observar sus movimientos, sus gestos, su llanto, sus sonrisas, interpretar si son peticiones, muestras de incomodidad o de placer y responder a ellas ayuda al desarrollo del autoconcepto y de la autoestima del bebé. Asimismo, favorece el desarrollo del niño rodearlo de un clima de confianza y proporcionarle señales afectivas, mediante sonrisas y caricias, y materiales, mediante personas, objetos y espacios.

2. Preescolar (de 19 meses a 5 años)

De los 19 meses a los 4 años, el niño desarrolla la capacidad de representar el mundo con palabras. Hacia los 24 meses, puede representar mentalmente las tareas como experimentación interna. A medida que crece, siente más confianza en sí mismo e imita las actividades y los roles de los adultos. El niño reconoce en los objetos lo que les es común a pesar de la diversidad de sus características. Así, una pelota es para él una pelota, aunque cambie su color o su textura.

A los cuatro años, el niño ya tiene pensamiento narrativo y memoria personal. Su razonamiento es egocéntrico: sólo es capaz de considerar su propio punto de vista y no distingue entre experiencias subjetivas y realidad. A esta edad, el niño también empieza a razonar, usando como base la intuición, pero no la lógica. En la fase inicial de esta etapa, el desarrollo motor le dota de autonomía y se inicia en la cooperación con otros niños e incluso con los adultos. Gracias a su desarrollo, puede pasar de un pensamiento concreto a uno más abstracto que le permite la iniciación en el juego simbólico o de ficción, cuya particularidad es precisamente la representación de objetos o de personas no presentes. A través de este tipo de juegos, especialmente a medida que van ganando en complejidad, se producen muchos de los procesos de socialización. Estos juegos resultan fundamentales en la construcción del yo y en el mantenimiento de su integridad.

La experiencia gradual de autonomía relacionada con la discriminación de objetos y su manipulación, junto con la adquisición de la postura erecta al empezar a caminar, la conciencia de uno mismo y la experiencia de desafío, de poner a prueba a objetos de su medio, permite al niño darse cuenta de que es visible a los demás, de manera que aprende a autocontrolarse. Si se mantienen las condiciones de relación de cuidado se fomentará el crecimiento de la autoestima, el orgullo y el desarrollo de otras fortalezas centrales para la acción en general y el trabajo y la diversión en particular, la voluntad y el sentido de dignidad.

Alrededor del cuarto y quinto año, el niño supera la interacción dirigida por el desafío y comienza a interaccionar a partir de proyectos. Persigue tener metas y es consciente de buena parte de las restricciones presentes en su vida cotidiana, lo que le permite distinguir entre las obligaciones y las actividades libres, que él mismo puede planificar y realizar. En esta etapa se desarrolla la intencionalidad.

Se aconseja proponer al niño tareas sencillas en las que obtenga éxito, apoyar la validez de su iniciativa y de sus resultados, incitar su sentido de responsabilidad y reforzar la satisfacción por lo que hace. Estas experiencias contribuirán a su desarrollo y a su autoestima.


3. Escolar (de 6 a 12 años)

A esta edad, el niño empieza a considerar otros puntos de vista y es capaz de realizar transformaciones mentales en las que ya está presente la lógica. La elevada autoestima de los primeros años puede verse reducida cuando traspasa las fronteras del mundo familiar para acudir a la escuela y entrar en contacto con otras familias. Estos contextos le pueden devolver una información acerca de sí mismo menos positiva que la que se había formado.

El niño mantiene un control de su comportamiento tomando como referencia los roles de las personas cercanas. Se da cuenta de que, poco a poco, las actividades obligatorias van a ir ampliándose, mientras que va disminuyendo su tiempo para la expresión libre, que quedará limitada al tiempo de juego. El desarrollo de nuevas destrezas como el autocontrol de sus caprichos y de sus deseos permite al niño descubrir que cumplir con las obligaciones también puede ser gratificante. La experiencia de adecuación y competencia para la actividad que desarrolla en la escuela ofrece al niño una visión más realista de sus capacidades para manejarse en su cultura, lo que produce cambios en la autoestima, que, generalmente, disminuye.

Alrededor de los seis o siete años, aparecen los juegos de reglas. Estos juegos se caracterizan por permitir unas acciones y prohibir otras, es decir, están sujetos a reglas. Hay que aprenderlos y culminan con un resultado positivo (ganar) o negativo (perder). El escolar compara sus éxitos y fracasos con los de los demás y adquiere mecanismos de adaptación. Además, estos juegos son, con frecuencia, juegos de equipo. Esto supone aprender que la acción individual afecta y forma parte de la acción colectiva. Una versión adulta y moderna de estos juegos son los deportes, de importancia reconocida como mecanismo de aprendizaje y de cohesión social.

El escolar es exigente consigo mismo, asume responsabilidades y desarrolla el sentido de la competencia y de la perseverancia. Elabora sus metas y evalúa sus resultados, y la respuesta de los otros influye en la construcción de su autoestima. Para su adecuado desarrollo, se aconseja enseñarle a trabajar y a compartir experiencias con sus semejantes, facilitarle la puesta en marcha de proyectos, darle responsabilidades, animarle a terminar lo iniciado y acompañar y apoyar las evaluaciones y la búsqueda de soluciones. 

Infancia 

 

Adolescente (de 12 a 18 años)

El desarrollo biológico cambia la imagen del adolescente y afecta su autoconcepto. Psicológicamente, el adolescente también se siente extraño y busca su nueva identidad. Este momento de la vida se caracteriza por la presencia de cambios biológicos y sociales asociados a la pubertad, que conllevan a veces una duda acerca de las propias capacidades y posibilidades. Esto se traduce en una nueva reducción de la autoestima. La búsqueda de valores es central en esta etapa, así como la afirmación de la idea que se tiene de uno mismo ante los iguales, de quienes se espera reconocimiento a través del éxito en los estudios, el deporte y las relaciones con los chicos y las chicas. Es común a esta edad la elección de la actividad profesional y la experiencia con nuevas posibilidades de ocio. La lealtad es una fortaleza del carácter que se desarrolla en esta etapa de la vida.

En nuestra sociedad desarrollada económicamente, se ha retrasado significativamente el momento en que los adolescentes asumen responsabilidades domésticas y familiares, de modo que pueden dedicar más tiempo a las actividades de ocio. Entre las actividades lúdicas de los adolescentes, destacan las que se llevan a cabo en interacción con otros de su mismo grupo de edad. La gran mayoría elige salir de marcha, con la finalidad de relacionarse con otros jóvenes, beber y tomar drogas, aunque hay jóvenes que declaran salir de marcha sin beber alcohol o consumiéndolo sólo esporádicamente. Los jóvenes consideran salir de marcha como algo saludable, porque se encuentran con sus amigos, ligan, rompen con la rutina y liberan estrés. Al mismo tiempo, para algunos subgrupos, salir se convierte en la única alternativa para integrarse socialmente, y a veces, en una rutina. En cualquier caso, los jóvenes entienden el salir de marcha como un fenómeno transitorio que se modera con la edad y con la situación afectiva. El “botellón”, consistente en tomar bebidas alcohólicas en la calle, es una moda que, según ellos, genera una costumbre relacional mediatizada por el consumo de alcohol.

El adolescente necesita aprender técnicas de autoafirmación, emprender proyectos en colaboración y aceptar las consecuencias de sus elecciones y de sus acciones. Necesita sentirse valioso e importante en su grupo de amigos. Muchos comienzan a experimentar con sus propias metas vitales. 

Adolescencia 

 

5. Adulto joven y adulto maduro (de 19 a 25 años y de 26 a 65 años)

En los jóvenes, la identidad alcanzada en la etapa anterior se consolida y les permite expresarse ante los otros, de modo que pueden comprometerse con los demás y son capaces de entregarse sin miedo a diluirse, a perder su identidad. Esto también les dota de capacidad para distanciarse. La autoestima puede mantenerse sin cambios o, por lo contrario, disminuir o aumentar.

Entre los 19 y los 25 años, aún pueden estar ensayándose metas vitales de forma experimental. Los jóvenes ponen en marcha varios proyectos laborales, familiares, sociales, en los que ponen a prueba sus competencias y buscan gratificación, reconocimiento social. Es importante que elijan con realismo, en función de su potencial y de sus capacidades. Hoy día, muchos jóvenes retrasan estos proyectos. Una importante mayoría de jóvenes no puede identificarse a través del trabajo, ya que a menudo no pueden ejercer una profesión acorde con su capacitación académica.

Hay autores que consideran que las dificultades para el acceso y la inserción al mundo laboral han convertido la búsqueda de trabajo en un proceso cargado de incertidumbre y, a la vez, lento, largo, arriesgado, diversificado y complejo. Todo esto lleva a establecer estrategias para prolongar los estudios, a retrasar la salida del hogar de los padres y a combinar la formación con el trabajo. Los jóvenes diferencian entre la inserción laboral (cualquier ocupación retribuida) y la inserción profesional (ocupación retribuida en la profesión para la que han sido formados). A los jóvenes se les pide capacidad para emprender, para proyectar su vida y para tomar decisiones, pero echan en falta una profesión, un oficio que les defina profesionalmente y les dé estabilidad. La actual organización del trabajo exige dedicación exclusiva y mantiene a las personas jóvenes en la inseguridad y la precariedad laboral, de modo que se enfrentan a la responsabilidad de ser padres con dudas, tensión y temor. Por otra parte, en la última década y en las generaciones más jóvenes, se observa una inversión de términos, ya que el trabajo aparece en un papel secundario en su escala de prioridades. Se está pasando del vivir para trabajar de los mayores actuales al trabajar para vivir de los más jóvenes. Las actividades de esparcimiento juegan un papel primordial en la satisfacción de la vida de los jóvenes. Su finalidad es la de relacionarse, desestresarse, romper con la rutina. Los jóvenes de uno y otro sexo participan en actividades conjuntas, cuya elección está condicionada por las limitaciones personales y las posibilidades económicas.

Entre los 26 y los 45 años, las metas vitales están definidas de forma definitiva. De los 46 a los 65 años, se comienza a evaluar y a valorar en qué medida la vida real se acerca o no al proyecto formulado.

Los adultos han de asumir el papel de cuidadores y orientadores de las nuevas generaciones, lo que les conduce a tratar de conciliar la vida laboral con el resto de obligaciones familiares. En esta edad la autoestima suele experimentar un aumento, vinculado a la madurez y a la aceptación de uno mismo.

Con frecuencia, los adultos se enfrentan a elecciones difíciles, se producen cambios de metas ocupacionales, laborales y familiares, ante los que tienen que hacer reajustes. En esta etapa se refuerzan las aficiones, es decir, las actividades ante las cuales la persona experimenta distracción o evasión, puede romper la rutina, dedicarse a la creación o encontrarse a sí misma, etc. Las preferencias están condicionadas por factores como el nivel económico, el grupo social, el sexo o la ideología. 

Adultez 

 

7. Adulto mayor, adulto mayor medio y adulto mayor avanzado (de 66 a 74 años, de 75 a 84 años y de 85 años en adelante)

En este grupo de edad, el cese de las actividades laborales y los cambios de rol conllevan una alteración vital importante que contrasta con la necesidad de aceptar la vida que se ha llevado y de sentir satisfacción por ella. La fortaleza que hay que alcanzar es la seguridad. En muchos casos, la variedad de pérdidas, de índole afectiva, social, económica, etc., comporta una disminución de la autoestima. Sin embargo, esta reducción puede no darse si se logra desarrollar la fortaleza central de esta etapa de la vida, es decir, la seguridad. Si la persona ha alcanzado las metas generales que se había propuesto en su vida, es más fácil que esta etapa sea un periodo de plenitud.

Las personas mayores de hoy en día pueden apreciar un cambio de valores con respecto a los mayores de su época. Ellas han vivido en un gran respeto y en una gran consideración hacia las personas mayores. En efecto, en décadas pasadas, las personas de edad disfrutaban de un respeto profundo. Los ancianos solían tener un papel social muy relevante: a menudo tenían la última palabra en cuestiones importantes para el conjunto de la familia o de la comunidad. Antes, la autoridad tanto del hombre como de la mujer aumentaba, por lo general, con la edad. Por el contrario, en las sociedades industrializadas, las personas mayores tienden a perder autoridad en el ámbito familiar y en el conjunto de la comunidad social. Las personas mayores son expulsadas del escenario económico y productivo, y tienen que enfrentarse, en muchas situaciones, a una pérdida de poder adquisitivo.

La jubilación se percibe como una etapa de reajuste, en ocasiones traumática, en la que los mayores se esfuerzan por mantener sus intereses y ser activos socialmente. Ante la jubilación, una persona puede emprender distintas acciones, dependiendo de cómo se sentía en su trabajo y de su capacidad de abrirse a nuevos aprendizajes y a nuevas experiencias. Algunas personas experimentan sentimientos de inutilidad, a no ser que asuman papeles alternativos que reemplacen el rol profesional que les proporcionaba autoestima. Cuando la actividad laboral era rutinaria y sin ratos de ocio, puede sobrevenir un problema al no encontrar modos de llenar el tiempo libre que conlleva la jubilación. Si la persona se sentía realizada con su actividad laboral, en su jubilación puede tratar de seguir haciendo algo parecido; si, por el contrario, el trabajo le resultaba una actividad poco gratificante, tendrá que comenzar a realizar otras actividades que llenen el tiempo libre.

Las investigaciones han mostrado que existe una relación entre el tipo de actividades practicadas y la satisfacción vital. La participación de los mayores en actividades grupales se traduce en niveles más altos de bienestar subjetivo, en una disminución del sentimiento de soledad y en una mayor facilidad para afrontar los cambios derivados del envejecimiento. Las personas que llevan a cabo actividades fuera de casa y practican actividad física manifiestan menores síntomas de depresión y perciben un mejor bienestar físico y psicológico. Por el contrario, las personas que hacen actividades pasivas, como ver la televisión, han expresado malestar psicológico. Aun corriendo el peligro de generalizar, varios autores consideran que la actividad física y la socialización son los ejes básicos sobre los que giran las actividades de esparcimiento de las personas mayores. Estas actividades les protegen de disfunciones del conocimiento y favorecen la adaptación a la vejez.

En la vejez disminuyen progresivamente las capacidades físicas y mentales, de modo que se reduce la velocidad de movimientos, disminuyen las aptitudes sensoriales y, consecuentemente, aumenta la dependencia. A las pérdidas físicas se añade la pérdida de las redes familiares de ayuda, la salida del hogar, el desarraigo de las pertenencias y el alejamiento de la familia. Todos estos aspectos sumen a la persona mayor en situaciones de franca infravaloración. Esta época de la vida requiere que la persona ajuste las actividades a sus capacidades físicas decrecientes y, al mismo tiempo, que siga recibiendo reconocimiento y amor por parte de las personas cercanas. Aunque pueden aparecer sentimientos de desesperación, es importante tomar las medidas adaptativas adecuadas: liberarse de un estatus demasiado aferrado a la edad, juzgarse con humanidad y permanecer en interacción positiva con el entorno, participando en actividades y eventos sociofamiliares, conservando el control de las actividades cotidianas y del proyecto de vida. 

Vejez 

 

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Factores que influyen en el desarrollo de la actividad
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  1. Relacionadas con el sexo
  2. En función de la patología
  3. En relación con el tratamiento

 

1. Relacionadas con el sexo

Para comprender la diversidad de comportamientos ante el trabajo y el ocio es imprescindible tener en cuenta, además de la clase social, la ideología y la edad, el sexo, por las diferencias que conlleva en la socialización.

Desde la infancia, la familia condiciona fuertemente el aprendizaje de los roles sexuales y favorece la elección de unas actividades u otras. En los adolescentes, por ejemplo, se aprecian diferencias sexuales con respecto al ocio. El estudio realizado por el Consejo de la Juventud de España recoge que los chicos menores de 18 años declaran mayoritariamente que juegan al fútbol en el tiempo libre, mientras que, entre las chicas, el abanico de deportes que practican es más amplio. Los chicos manifiestan hacer deporte por divertirse y un alto porcentaje de ellos identifica el deporte con la competición; en cambio, las chicas relacionan más el deporte con el ejercicio físico. Este estudio también matiza que el nivel de competición desciende de forma llamativa en las mujeres y en los varones urbanos y se incrementa en los varones rurales. Los chicos eligen actividades deportivas de riesgo y un pequeño porcentaje de ellos participa en asociaciones u organizaciones sociales. Las chicas menores de 18 años dedican el tiempo libre fundamentalmente a estudiar y a ver la televisión; los chicos, además de ver la televisión, hacen deporte.

Hoy está prácticamente asumida la igualdad de oportunidades en la formación de hijos e hijas de una misma familia. En las generaciones actuales también se aprecian cambios en la paternidad con respecto a generaciones anteriores. Los padres asumen cada vez más la responsabilidad del cuidado y de la educación de los hijos, tradicionalmente vinculada a las madres. Con ello, afloran en los padres sentimientos más femeninos. Este nuevo rol de padre se muestra con orgullo y es valorado positivamente, cada vez más, por diferentes sectores de la sociedad.

Por otra parte, las mujeres que optan por tener hijos ven la maternidad como una amenaza debido a las nuevas demandas y a la incompatibilidad con las actividades laborales, que exigen dedicación plena para ajustarse a los horarios.

En las generaciones actuales se acepta con normalidad una más amplia gama de masculinidades y feminidades. También han surgido múltiples modelos de familia o de relaciones de pareja que se alejan de un modelo único: parejas homosexuales o heterosexuales, con o sin hijos, familias biparentales y monoparentales, solteros, casados, divorciados y casados en segundas nupcias, parejas intergeneracionales, etc.

En los grupos de mediana edad, coexisten los modelos tradicionales junto con los nuevos, en los que se presenta cierta intercambiabilidad de roles de género, como resultado de una mayor apertura política, ideológica y económica. Los hombres de estas generaciones siguen manifestando una continuidad de los valores tradicionales con respecto al trabajo, con pequeños cambios. Los cambios importantes se observan en las mujeres que optan por su autonomía y eligen trabajar fuera de casa, aunque los espacios laborales y profesionales que suelen ocupar son los considerados tradicionalmente como femeninos: educación escolar, enfermería, limpieza, cuidado de enfermos o de personas mayores, servicios, trabajos administrativo o relacionados con el ámbito doméstico. La actividad que desarrollan es importante para ellas mismas, para su satisfacción personal y por su independencia y su autonomía. Pero la independencia personal y económica se compagina con el deber de cuidar a otros, lo que deriva en un sobreesfuerzo por compatibilizar el mundo profesional con el doméstico. En la actualidad, la maternidad está dejando de ser el eje sobre el que gira la vida de la mujer: ahora la maternidad es una opción, una decisión de la mujer y, en el caso de optar por ella, no se le otorga un papel principal.

Con respecto al ocio, la elección tiene condicionamientos sociales. La elección está condicionada por la posibilidad de disponer de tiempo y de espacio propios, y la disponibilidad de tiempo y de espacio no es la misma en ambos sexos. A los hombres, el tiempo propio les viene dado; en contraste, el tiempo de la mujer está mediatizado por las necesidades y las demandas del cuidado de la familia que surgen en su entorno inmediato; sólo cuando tales demandas desaparecen puede haber una redefinición del tiempo propio. En nuestra sociedad, la tendencia es que las mujeres dispongan de un tiempo propio en la medida en que se liberen de las cargas familiares. Esta liberación puede provenir de su personalidad y de su empeño por tener tiempo o por su posición socioeconómica. El desahogo económico es el que con mayor peso incide en el logro del tiempo liberado. Un estudio establece una relación directa entre la libertad de elección de actividades y la clase social. No se consigue tiempo compartiendo las tareas con la pareja y el resto de los miembros de la familia, sino a partir de la ayuda del servicio doméstico. Así, a la mujer, el tiempo le viene dado por su posición social, que conlleva un menor peso de las tareas domésticas y, en consecuencia, una mayor disponibilidad de espacios y tiempos propios.

Las personas que hoy se consideran mayores han sido socializadas en una clara oposición de roles hombre-mujer, que condiciona la forma de manifestarse de cada uno de ellos, les asigna espacios diferenciados y les distribuye distintas responsabilidades con respecto al trabajo, a las tareas domésticas, y a las actividades de cuidado y de ocio.

Los hombres de edad avanzada fueron socializados en un sistema de género que les ponía como metas conseguir un trabajo y mantener una familia. Estos hombres manifiestan un sentimiento de orgullo con relación a la valoración de su estatus laboral, su capacitación profesional y su reconocimiento social. Ellos estructuran su vida y sus relaciones sociales alrededor del trabajo. El matrimonio era para ellos una finalidad importante y asumían el deber y la obligación de mantener a su mujer y a la familia.

La mujer se casaba para ser mantenida y a su vez se comprometía a asumir las responsabilidades de las tareas domésticas y del cuidado de los hijos. Las tareas domésticas eran el eje de sus actividades y relaciones. En algunos casos, la precariedad económica obligaba a la mujer a buscar alguna actividad remunerada. Tanto los hombres como las mujeres de esta generación suelen estar satisfechos por el deber cumplido si han atendido adecuadamente las necesidades familiares.

En las personas mayores de hoy en día, esta vivencia de roles suele ser diferente en el hombre y en la mujer. La mujer sigue involucrada en las tareas de casa, pero el hombre jubilado se ve abocado a un reajuste de su tiempo propio o tiempo liberado. Entonces el hombre tiende a ocupar su tiempo a relacionarse, a buscar actividades fuera de casa o a implicarse en los cambios actuales involucrándose en las responsabilidades domésticas. En muchas ocasiones, los hombres han de buscar un nuevo espacio dentro del entorno privado que supone el hogar, un ámbito que culturalmente ha sido reservado a las mujeres.

Con respecto al ocio, el Centro de Investigaciones Sociológicas elaboró un trabajo que recogía que los hombres hacen actividades como pasear, ir al bar o practicar juegos de mesa, mientras que las mujeres ven la televisión. Los hombres, pues, hacen más actividad física y las mujeres dedican el tiempo a actividades más pasivas. Asimismo, las viudas participan, en mayor proporción que las casadas, en actividades de ocio para mantenerse ocupadas.

 

2. En función de la patología

Es obvio que cualquier enfermedad que afecte la movilidad o que produzca fatiga muscular, así como los fallos en la función de órganos vitales, como la insuficiencia cardiaca, respiratoria, renal o hepática, sobre todo en fases avanzadas, o la anemia severa, van a condicionar tanto la elección de las actividades laborales como de ocio. No hay que olvidar que las enfermedades cancerosas o infecciosas tienen, en determinados casos, una repercusión general y condicionan la actividad que la persona puede desarrollar.

Las alteraciones en los órganos de los sentidos como la vista y el oído, las enfermedades cognitivas como la demencia, bien sean congénitas o adquiridas, también limitan las actividades que se pueden realizar. Las enfermedades psiquiátricas, sobre todo de tipo psicótico como la esquizofrenia, el trastorno bipolar o la depresión severa condicionan la actividad laboral y de ocio, si bien muchas personas con trastornos psiquiátricos, si están bajo tratamiento, pueden desarrollar numerosas actividades laborales e integrarse en actividades de ocio.

Las personas que de manera crónica padecen las afecciones y las alteraciones mencionadas sufren discapacidades que condicionan sus actividades. Una mayor sensibilidad de la sociedad hacia estos problemas, junto con ayudas económicas, permite la integración de estas personas en el campo laboral e incluso su participación en actividades deportivas que podrían ser inaccesibles en otros tiempos, lo que las hace más visibles en el ámbito laboral y deportivo.

 

4. Relacionadas con el tratamiento

Los fármacos y las drogas que afectan al sistema nervioso central dificultan la capacidad de discernir y de reaccionar de forma rápida ante una situación de peligro e impiden a la persona hacer trabajos que exigen una concentración intensa, como los que llevan a cabo los conductores de vehículos, los operarios de maquinaria pesada, los controladores de vuelo, etc. Lógicamente, estas sustancias también afectan a la capacidad para llevar a cabo actividades de ocio arriesgadas, como algunos deportes o algunas actividades de aventura. Aun así, estos psicofármacos permiten a muchas personas con trastornos psiquiátricos realizar muchas otras actividades tanto laborales como de ocio. Los medicamentos utilizados en la quimioterapia antitumoral tienen importantes efectos secundarios sobre el bienestar de la persona que limitan de forma transitoria sus expectativas en las actividades de trabajo o de ocio.

Medicamentos

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Información general

Descripción
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Es difícil imaginar una persona sin hacer algo, a no ser que esté en coma. La mayoría de las actividades están relacionadas con el trabajo y la diversión, que pueden ser fuente de sensación de vitalidad, bienestar, dignidad y reconocimiento. A través de estas actividades, el individuo interacciona con objetos y personas, lo que produce siempre resultados de índole material, intelectual y afectiva, como desarrollar habilidades, construir objetos, elaborar proyectos, adquirir conocimientos y experiencias y descubrir o reafirmar sentimientos de afecto o aprecio.

 

El trabajo es el esfuerzo personal, la tarea o el deber, físico o intelectual, remunerado o no, que tiene como finalidad satisfacer necesidades materiales o aportar recursos para la vida individual y de grupo. Constituye un conjunto de tareas obligadas, sometidas a reglas aceptadas, con fines distintos a los de la propia actividad. Así, por ejemplo, en el caso del empleo, la finalidad es obtener dinero; en el caso de las actividades productivas no remuneradas, como las tareas domésticas, la finalidad es cubrir las necesidades de alimentación, vestido y protección de la familia, y, en el caso de la formación, la finalidad es adquirir conocimientos y desarrollar actitudes y destrezas.

El ocio, también denominado recreación, esparcimiento o diversión, es el conjunto de actividades dirigidas a olvidarse de las preocupaciones y a obtener satisfacción, descanso, tranquilidad, autorrealización y gratificación. Estas actividades se llevan a cabo en el tiempo libre o tiempo de ocio, cuando la persona se siente liberada de obligaciones y responsabilidades. El ocio es una ocupación elegida libremente, que se hace de manera gratuita y tiene como meta la acción en sí misma (por ejemplo, pasear por el gusto de pasear) y procurar placer a uno mismo. Incluye actividades de creación, acción, transformación y sosiego, y son fruto del propio deseo, pero están condicionadas culturalmente y por el acceso a los recursos, como es el caso del juego o de las aficiones o intereses.

Aunque las actividades de trabajo y ocio pueden parecer opuestas, cabe destacar que las tareas relacionadas con el trabajo pueden ser gratificantes y enriquecedoras para muchas personas. De todos modos, mientras que el trabajo, siendo una tarea valiosa y socialmente útil, no siempre es percibido como algo positivo y satisfactorio, la diversión siempre es percibida como placentera. En cualquier caso, aunque la selección de la actividad en que una persona ocupa su tiempo tiene que ver con intereses dispares, en general, es preferible lo que resulta agradable y se busca algo que concuerde con las necesidades propias. Trabajo y ocio o diversión tienen como punto de partida el reconocimiento de las posibilidades de uno mismo y, en muchas ocasiones, el deseo y el compromiso personal para desarrollarlas al máximo.

Toda persona tiene una tendencia innata al placer y a interactuar con eficacia en el medio; estas dos características intervienen en la elección de actividades. Así, pues, las acciones relacionadas con trabajar y divertirse comprenden, además de actos dirigidos a obtener recursos para satisfacer necesidades, actividades para estructurar el tiempo, evitar el aburrimiento, liberar tensiones y ganar en habilidades, así como dar respuesta al deseo de progresar. Las actividades de ocio, el aprendizaje y el trabajo intervienen en la construcción de la autoestima, que conforma la identidad y da sentido de pertenencia de la persona. Cuando las personas desarrollan positivamente estos aspectos, son capaces de mantener relaciones interpersonales cordiales, se permiten dar y recibir cariño y están más preparadas para afrontar las dificultades, los cambios y las decepciones. Distribuir armónicamente las actividades productivas y de ocio es muy importante, ya que el equilibrio entre ellas favorece la salud.

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Capacidades biofisiológicas y psicológicas
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La persona lleva a cabo actividades de trabajo y de ocio porque cuenta con la capacidad física, cognitiva, emocional y con la disposición necesaria para elegir, reflexionar y comprometerse en la ejecución de actividades concretas. Estas actividades deben ajustarse a las propias capacidades, de manera que la persona pueda hacerlas autónomamente. Desde una perspectiva más amplia, entendiendo las actividades de trabajo y de ocio como una oportunidad de expresión y de logro del desarrollo personal, requieren, además, que la persona se conozca y se respete, para que estas actividades puedan ser compatibles con un proyecto de vida que permita expresar en plenitud el propio potencial. La variedad de posibilidades permiten a cualquier persona consciente ejercitarse en alguna actividad, incluso cuando hay algún tipo de limitación que merma las capacidades físicas o mentales.

La elección del tipo de actividades que realiza la persona, la actitud que se adopta ante ellas y la satisfacción que se obtiene están condicionadas por distintos procesos que son inseparables de la biología, de las aptitudes y las destrezas, de la experiencia y de la personalidad. Por todo esto, en este apartado se desarrolla la constitución física, el temperamento, el carácter y los rasgos de personalidad, la inteligencia, la autorregulación, la autoeficacia, el locus de control, la autoestima y la identidad como elementos interrelacionados estrechamente que participan en la elección, la actitud y la valoración del resultado de las acciones.

1. Constitució física, 2. Temperamento, carácter y rasgos de personalidad, 3. Inteligencia, 4. Autorregulación, 5. Autoeficacia, 6. Locus de control, 7. Autoestima, 8. Identidad.

 

1. Constitución física

Cada persona tiene un cuerpo diferente. No hay dos individuos exactamente iguales. La estructura corporal y su funcionalidad influyen en las tareas que se desempeñan. En el ámbito del trabajo, por ejemplo, se precisa una potente masa muscular y una cantidad importante de energía para poder levantar pesos, mientras que estas cualidades no son necesarias para trabajar con un ordenador. Con respecto a las actividades recreativas, por ejemplo, quienes disfrutan con el alpinismo requieren un cuerpo con unas condiciones distintas de quienes gustan hacer excursiones.

 

2. Temperamento, carácter y rasgos de personalidad

 

El temperamento es la base biológica del carácter y está determinado por factores genéticos y por los procesos bioquímicos del funcionamiento neuroendocrino que llevan a la persona a tener un tipo de conducta, una forma de reacción, una capacidad emocional, un nivel de actividad, una sociabilidad y una impulsividad características. Todo ello constituye el punto de partida de la personalidad. El temperamento, entre otras funciones, modula la cantidad y el tipo de estímulos que la persona percibe como deseables y placenteros.

Los rasgos del temperamento predisponen a interactuar con el medio de una forma u otra. Según el temperamento, hay quienes tienden a evitar lo nuevo (inhibición), quienes expresan emociones negativas extremas frecuentemente (emocionalidad negativa), quienes se adaptan con rapidez a los cambios (adaptabilidad), quienes suelen llevar a cabo actividades físicas fuertes (actividad) o quienes se implican mucho en la realización de alguna tarea (persistencia).

Según el nivel de activación cortical, se puede diferenciar entre personas extrovertidas e introvertidas. Una persona introvertida no disfruta con las mismas actividades que una persona extrovertida. La persona extrovertida presenta un nivel bajo de activación cortical en reposo, lo que le conlleva a manifestar aburrimiento con más facilidad y a buscar actividades estimulantes y variadas. Por el contrario, la persona introvertida tiene un nivel alto de activación cortical en reposo, lo que la conduce a seleccionar actividades en las que la estimulación externa es más baja y repetitiva. Las personas introvertidas aprenden más fácilmente y son más persistentes y los extrovertidos planifican menos sus tareas, soportan mal las rutinas y controlan menos su conducta. En el trabajo, el temperamento influye en la percepción de algunos factores del ambiente laboral; por ejemplo, las relaciones interpersonales pueden ser una fuente de tensión para la persona introvertida.

Otra característica relacionada con el temperamento es la búsqueda de sensaciones. Ésta refleja una tendencia a explorar el ambiente y a aproximarse a estímulos nuevos; implica deseo de aventura y riesgo, desinhibición y susceptibilidad al aburrimiento; conlleva impulsividad y el acercamiento tanto a personas conocidas como a desconocidas, lo que favorece las actividades sociales. Las personas que puntúan alto en este rasgo del temperamento suelen elegir actividades laborales o de ocio que pongan a prueba sus posibilidades, que las sitúen en el límite; se sienten vivas viviendo peligrosamente y eligen actividades asociadas al riesgo y al desafío. Las personas que puntúan bajo en este rasgo presentan características opuestas.

El carácter modela el temperamento a través de la interacción con el entorno y se refiere a la manera como una persona percibe todo lo que le rodea. El carácter es producto de la combinación de las funciones psicobiológicas, de los valores, de los sentimientos y de las actitudes, influenciados por los factores culturales. Por ejemplo, hay personas que no desean explorar lo nuevo, porque tienen un temperamento inhibido, pero, a medida que se socializan y se comprometen consigo mismos, se esfuerzan a probar y aprenden a disfrutar de la novedad, de modo que se vuelven menos inhibidas. El carácter conforma, en les persones, una manera particular de reaccionar y enfrentarse a la vida.

Los rasgos de personalidad son predisposiciones que llevan a la persona a actuar de una manera característica y parecida en situaciones distintas. Estos rasgos son importantes en cualquier tipo de actividad, pero, sobre todo, en las laborales. De acuerdo con el modelo de Costa y McRae (1992), hay cinco rasgos básicos de la personalidad, cada uno de ellos con dos polos opuestos:

  • Estabilidad emocional. Es característica de las personas seguras, sosegadas, estables y firmes. En su polo opuesto, el neuroticismo se refiere a la tendencia a experimentar emociones negativas y denota una persona insegura, preocupada, impulsiva, susceptible, inestable y temperamental. 
  • Concienciación (o responsabilidad). Se refiere a personas eficientes, formales, prudentes, minuciosas, organizadas, planificadoras y con determinación. En su polo opuesto, la irresponsabilidad, se refiere a una persona con cualidades contrarias.

  
Estos dos primeros rasgos (estabilidad emocional y concienciación), se asocian a personas que actúan de manera adecuada en la mayor parte de acciones. Las relaciones interpersonales de estas personas son mejores. Además, tienen una mejor actitud ante la formación, que emprenden forma cuidadosa y comprometida, son más persistentes y se autorregulan mejor. La persona que puntúa bajo en estabilidad emocional tiende a presentar una baja satisfacción laboral y disfruta de menor bienestar.

  • Extroversión. Se refiere a personas positivas, enérgicas, sociables, aventureras y locuaces. En su polo opuesto, la introversión, señala a una persona tranquila, reservada, retraída y callada. Si el trabajo implica en buena parte interaccionar con otras personas o exige trabajar en equipo, es probable que las personas extrovertidas se adapten mejor. Asimismo, la persona extrovertida acostumbra a sacar más partido de la formación, ya que interacciona más. 
  • Cordialidad. Define a personas compasivas, cariñosas, cálidas, generosas, serviciales, corteses, cooperativas y gentiles. En su polo opuesto, el antagonismo, hace referencia a personas desagradables, hostiles, insensibles, mezquinas y desagradecidas. Las cordialidad se valora positivamente en trabajos donde las relaciones interpersonales son el centro de la actividad. 
  • Apertura a la experiencia. Denota personas creativas, curiosas, de intereses amplios, originales, perspicaces, imaginativas, ingeniosas y ocurrentes. En su polo opuesto, el cierre a la experiencia, se refiere personas de pocas miras, simples y superficiales. La apertura a la experiencia se asocia a un mayor interés por el aprendizaje y por la búsqueda de retos.

 
Tomando en consideración la manera cómo la persona interacciona con el ambiente laboral, se han identificado seis tipos de personalidades en relación con el trabajo (Holland, 1997):

  • Práctica. La persona posee habilidades manuales y prefiere trabajar con objetos y tener objetivos concretos. 
  • Inquisitiva. La persona tiene habilidades para el análisis y la solución de problemas, lo que la lleva a centrar su interés en el análisis de ideas o datos. Prefiere trabajar analíticamente con ideas o números, valora lo intelectual y los logros científicos y carece de propensión al liderazgo. 
  • Artística. La persona tiene habilidades literarias, artísticas o musicales. Prefiere trabajar con abstracciones o de manera innovadora antes que someterse a reglas o estándares definidos. 
  • Social. La persona posee habilidades para las relaciones interpersonales. Prefiere trabajar con personas a trabajar con cosas. 
  • Emprendedora. La persona valora tener una posición y los logros económicos. 
  • Convencional. La persona tiene capacidad de organización. Le gusta trabajar con reglas y mantener el orden establecido.

  
Las personas se sienten más cómodas y satisfechas si su ambiente de trabajo es acorde con su personalidad.

Hay algunos estilos de comportamiento que tienen especial trascendencia en la actividad laboral, es el caso de quienes presentan el llamado patrón de conducta Tipo A.

Estas personas se identifican intensamente con las tareas que realizan y están muy implicadas con el trabajo, algo que consideran muy importante; la posición social, el prestigio y el logro económico son los objetivos centrales. Las relaciones interpersonales ocupan un lugar secundario; son personas competitivas, hostiles —suelen responder con irritación ante los obstáculos—, impacientes y casi nunca disponen de tiempo. Esta actitud tiene efectos positivos para el trabajo y negativos para el propio bienestar; pero el entorno laboral promueve este tipo de conductas. Es un patrón frecuente en determinadas profesiones y entre quienes desempeñan puestos de responsabilidad.

Las exigencias del ambiente laboral pueden ser más o menos complejas y se pueden afrontar de diferente manera según el tipo de personalidad. Los rasgos de personalidad influyen en los motivos, las actitudes, las creencias y los intereses, y condicionan las relaciones con las otras personas e, incluso, la imagen de uno mismo (autoconcepto).

 

 

3. Inteligencia

La inteligencia está condicionada biológicamente por el funcionamiento cerebral, en el que intervienen factores genéticos y hereditarios, así como ambientales. La inteligencia es necesaria para aprender de la experiencia, para resolver problemas, para usar los conocimientos disponibles y para proyectar objetivos.

El conjunto de capacidades que constituyen la inteligencia son necesarias para elegir, planificar y llevar a cabo las distintas acciones y alcanzar algún nivel de rendimiento en una tarea, ya sea de carácter mecánico o intelectual o interpersonal, etc. Por ejemplo, para resolver problemas conceptuales es útil la inteligencia analítica (analizar, comparar, evaluar, etc.); para hacer frente a situaciones nuevas y generar alternativas o ideas innovadoras, se precisa inteligencia creativa (crear, diseñar, inventar, etc.); para afrontar problemas cotidianos, hace falta inteligencia práctica (aplicar, utilizar, etc.), y para percibir las emociones, comprenderlas, usarlas y regularlas tanto en las relaciones con los demás como en uno mismo, es necesaria la inteligencia emocional.

Sea cual sea el nivel de inteligencia de una persona, siempre puede llevar a cabo alguna acción para aprender, disfrutar o obtener algo deseado. Para alcanzar alguna de estas metas, es importante que exista una correspondencia entre las aptitudes que se necesitan y las que se poseen, y, así, asegurarse el éxito y evitar un posible fracaso que podría dañar la autoeficacia y la autoestima.

Las capacidades mentales de una persona, independientemente de la edad, son utilizadas en el día a día de diferentes maneras, lo que afecta a las diferentes áreas del cerebro, muy especialmente a la del aprendizaje.

Hay personas que, ante los problemas o las novedades, tienden a reaccionar impulsivamente y evalúan sus acciones después de actuar. Sin embargo, otras tienden a reaccionar reflexivamente y valoran una variedad de conductas antes de llevarlas a cabo, de modo que tienden a actuar de la manera que juzgan más adecuada. En ambos casos, es posible la presencia de aciertos y errores. Quienes cometen errores a causa de su impulsividad pueden mejorar su rendimiento a través de mecanismos de autorregulación que les lleven a reducir la impulsividad. Esta cuestión tiene mucha importancia en el aprendizaje escolar.

La capacidad para mantener centrada la atención y hacer caso omiso de los estímulos distractores es, también, variable. Algunas personas son capaces de mantener su atención centrada en el trabajo que realizan y obviar los estímulos; sin embargo, otras se distraen con facilidad. Aún así, quienes presentan mayor flexibilidad cognitiva, cuando reciben información nueva, pueden cambiar sus decisiones o las soluciones relacionadas con la tarea que llevan a cabo de forma más precisa que las personas más rígidas.

La manera como la persona se mueve en el entorno, es decir, como comprende los sucesos, como los anticipa y como los predice, varía según su complejidad cognitiva. Hay personas que son simples en este sentido, ya que utilizan la regularidad y la consistencia, mientras que otros son complejos y tienden a emplear la variabilidad y la probabilidad. La adecuación de unos u otros depende de las características de la tarea.

Para los trabajos intelectuales y las tareas escolares o de formación, son más eficientes las personas reflexivas, flexibles y complejas.

 

4. Autorregulación

La autorregulación es la capacidad de controlar los pensamientos, las motivaciones y las acciones. Se refiere a los procesos que capacitan a la persona, a lo largo del tiempo y según las circunstancias, para que sus actividades logren las metas deseadas. Para llevar a cabo eficazmente obligaciones, es necesaria la participación de procesos que regulen los pensamientos, las emociones y las acciones, de modo que favorezcan la consecución de la meta perseguida. Así, pues, para llevar a cabo una actividad, es preciso:

  • mantener centrada la atención, de modo que sea posible reflexionar, obtener la información adecuada, tomar decisiones, realizar movimientos precisos, etc.; 
  • controlar las emociones, de modo que favorezcan los distintos recursos de la persona que son necesarios para llevar a cabo las tareas con el interés y la aplicación necesarios; 
  • observarse uno mismo acerca de las actividades que se estén llevando a cabo. Esta autovigilancia y evaluación continua harán posible la obtención de resultados en el empleo, en el aprendizaje, en otras actividades productivas o en las actividades de ocio.

 
La autorregulación permite a la persona ajustar su conducta a los objetivos que se ha marcado. Constantemente, la persona evalúa si está alcanzando las metas deseadas; si en este proceso observa discrepancias, ajusta su conducta para reducirlas. Además, cabe tener en cuenta que las personas buscan varios objetivos a la vez y, con frecuencia, se enfrentan a conflictos al identificar metas incompatibles.

 

5. Autoeficacia

Autoeficacia es la confianza en la propia capacidad para alcanzar resultados y llevar a cabo los procesos necesarios para conseguirlos. Tiene que ver con la certeza personal acerca de la posibilidad de dirigir adecuadamente la propia conducta. La importancia que se da a las tareas y la sensación de poder controlar o no los acontecimientos que las afectan están relacionadas con la competencia.

Cuando hay la expectativa de que una tarea se ajusta a las propias capacidades, es decir, que hay competencia personal o perspectiva de autoeficacia, se calcula que es posible llevar a cabo la actividad. Esto es lo que ocurre en las actividades lúdicas y en muchas de las actividades productivas. Unas y otras se van a ver afectadas por el tipo de actividades que la persona conciba, en las que elija participar, o en las que evite plantearse o participar. Las personas que tienen sensación de competencia ante una tarea persisten en ella, porque creen que serán capaces de alcanzar la meta. Por esta razón, la autoeficacia se asocia a la motivación, que es la que impulsa la elección y la implicación.

Así, pues, la expectativa de autoeficacia influye en el trabajo y en la diversión; interviene en la información que se busca, se acepta y se procesa; afecta a la emoción con la que se afronta una actividad, es decir, al valor afectivo (positivo o negativo) que se asigna a la tarea, e influye en el modo de reaccionar ante las dificultades y los contratiempos.

Las personas que tienen una baja sensación de competencia llevan peor el fracaso, lo que afecta su autoestima. De todas formas, las metas se pueden modificar y se pueden alcanzar por una gran variedad de caminos. En cualquier caso, lograrlas precisa de esfuerzo, autorregulación y persistencia; a pesar de esto, también es necesario confiar en la propia competencia, que hace que la persona evalúe las posibilidades de poder alcanzar sus objetivos.

 

6. Locus de control

A pesar de sentirnos competentes, a medida que se gana en madurez, se toma conciencia de que existen acontecimientos que afectan al resultado de nuestras conductas, de modo que pueden impedir el logro de metas, y de que hay circunstancias que están absolutamente fuera de nuestras posibilidades de control. Con respecto al éxito o al fracaso en una tarea, podemos sentirnos más o menos responsables: la persona se puede sentir absolutamente responsable de los resultados o puede considerar que las causas del resultado escapan a su propio control. En cualquier caso, las tareas, obligadas o elegidas, relacionadas con el empleo o con la formación, se pueden considerar un éxito o un fracaso.

Ante los resultados, las personas tienden a buscar explicaciones. En general, estas explicaciones son para encontrar las causas que han hecho que las cosas salgan de un modo u otro. Estas causas se pueden localizar en la persona misma o en las circunstancias que la rodean, y hay que considerar cuánto de estable o circunstancial es esa causa y ver en qué medida es posible cambiar sus consecuencias. Al analizar los resultados que una persona obtiene con su conducta, se generan expectativas acerca de las posibilidades de éxito en el futuro. Así, existen situaciones en las que la persona siente que puede controlar los acontecimientos y otras en las que localiza este control en las circunstancias de la situación.

 

7. Autoestima

La persona tiende a establecer una imagen positiva y valiosa de sí misma que necesita mantener. La idea sobre la propia valía (autoestima) se construye a partir de los sentimientos que surgen de valorar las propias competencias y de compararse con los demás en las actividades cotidianas vinculadas al trabajo y al ocio. Esta valoración condiciona la actitud de la persona ante dichas actividades. Con el fin de mantener a salvo el autoconcepto y la autoestima, la persona tiende a preferir aspiraciones, expectativas y atribuciones que mantengan o mejoren su imagen y evita las que la ponen en riesgo. Si se logra un objetivo con éxito, la persona se siente orgullosa, satisfecha y esperanzada y la autoestima se refuerza. Si se fracasa, la persona siente vergüenza, insatisfacción y desesperanza y la autoestima se resiente. Si la causa de los resultados se percibe como algo poco controlable, cuando se obtiene éxito, la persona siente gratitud ante la vida; en caso contrario, la persona siente autocompasión, pero la autoestima no se ve afectada. Cuando se atribuye el éxito al esfuerzo, aumenta la sensación de eficacia y mejora la calidad y la persistencia de ejecución. Cuanto mayor es la sensación de hacer adecuadamente una tarea, mayor es el deseo de seguir implicado en ella; ante el fracaso, ocurre lo contrario.

Pero, a veces, el esfuerzo por defender la autoestima dificulta el hecho de aceptar causas propias en el fracaso, de modo que cuesta asumir la parte de responsabilidad negativa en el trabajo. Cuando el objetivo es impuesto, como es el caso de las tareas laborales, el logro puede parecer más fácil o más difícil que si esa misma meta hubiese sido elegida por la persona. En este caso, antes de llevar a cabo la tarea, la persona habría valorado el objetivo y sabría si se ajusta a sus capacidades.

 

8. Identidad

La identidad individual o social se construye a partir de la experiencia grupal. Asumiendo reglas, valores y normas sociales de un grupo, se construye el sentimiento de pertenencia o afiliación a un entorno concreto significativo. Las actividades de trabajo y de ocio contribuyen a construir una parte importante de la identidad social, y ésta, a su vez, determina el valor que una persona da a sus propias acciones. La identidad puede condicionar la autoestima y la elección de actividades.

En ocasiones, la identidad individual prevalece sobre otras identidades más grupales, en estos casos, se priorizan los objetivos personales sobre los del grupo. Pero, otras veces, es la identidad grupal la que prevalece sobre la identidad individual, en estos otros casos, los objetivos del grupo tienen prioridad sobre los personales, la persona es más interdependiente que independiente. La identidad social prevalece sobre la individual cuando el grupo de pertenencia mantiene o aumenta la autoestima y ofrece un sentimiento de orgullo y una oportunidad de respeto. Esto suele producirse en el caso de pertenecer a profesiones o grupos laborales de una elevada posición social (por ejemplo, ser abogado o tener un cargo de responsabilidad en una empresa) o a una organización bien considerada (por ejemplo, trabajar en la universidad); este último caso es la denominada identificación organizacional.

A lo largo de la vida, a medida que la persona va madurando y gracias a la interacción con la cultura, el individuo desarrolla capacidades que considera necesarias para lograr sus objetivos, para experimentar un mayor nivel de bienestar y para vivir de manera óptima a pesar de las vicisitudes de la vida. Estas capacidades que la persona va incorporando son aspectos que la singularizan a lo largo de la vida como ser humano único. Una manifestación de esta singularidad es el desarrollo de un conjunto de cualidades seleccionadas por ella misma, de acuerdo con lo que considera necesario y deseable. Entre estas cualidades se encuentran:

  • Virtudes. Para satisfacer las necesidades relacionadas con el trabajo, es útil contar con virtudes como la templanza, la fortaleza o la compasión, que ayudan a tener un sentido saludable de la responsabilidad. Para divertirse, es necesario implicarse plenamente en la vida; esta habilidad se adquiere a lo largo del proceso vital, pero algunos de los aprendizajes realizados en la infancia, como, por ejemplo, exagerar el valor de la autoexigencia o la perfección, pueden provocar que se de más importancia a hacer que a ser; esto puede llevar más tarde a la persona a no valorar el tiempo liberado y, más aún, a no tomar conciencia del valor que éste tiene para conseguir una vida con plenitud.

    En el contexto del trabajo y del ocio, se hacen constantemente juicios éticos relativos a la propia conducta o a la de los otros, como, por ejemplo, opiniones sobre la honradez de la persona, sobre su compromiso con el trabajo o con los compañeros, etc. La naturaleza de estos juicios suscita emociones positivas o negativas, cuya regulación genera, a su vez, nuevas conductas que pueden propiciar malestar o bienestar. Estas conductas, según el carácter de la persona, pueden ser promotoras del funcionamiento (por ejemplo, el compromiso con la calidad del trabajo o la formación) o antisociales (por ejemplo, el robo, la dejadez, etc.). 
  • Autocontrol. Se refiere a la habilidad de renunciar a la satisfacción o posponerla en pro de una meta más importante a largo plazo, algo necesario para el ejercicio de la responsabilidad. Esta capacidad de controlar el impulso es de extrema importancia en el trabajo y en la diversión, ya que obliga a renunciar a determinados placeres, a mantenerse comprometido con los valores propios, a ser constante en las tareas y a perseverar, a pesar de la ausencia de satisfacción inmediata. Aprender a reconocer los propios gustos y a respetarlos es una manera de iniciarse en el entretenimiento y tiene mucho valor para elegir posteriormente una profesión. 
  • Dignidad. Ésta despierta el propósito general necesario de llevar adelante el propio plan de vida. Tener dignidad puede ayudar, por ejemplo, a mantener un estudiante centrado, desarrollando un trabajo duro, y a impedir que desaproveche su talento. 
  • Fortaleza de carácter. Todas las personas viven experiencias estresantes, pero hay algunas que pueden convertirse en una oportunidad o, al menos, pueden situarse dentro de una perspectiva vital más amplia. De este modo, se reduce su impacto emocional y se pueden comprender y asumir más fácilmente, lo que, a su vez, permite manejarlas mejor. El trabajo supone una fuente de estrés para muchas personas. Contar con fortaleza de carácter (hardness) favorece la resistencia a la tensión asociada a los acontecimientos estresantes.

    La fortaleza de carácter implica poseer tres actitudes: el compromiso, entendido como la curiosidad y la implicación con el entorno, lo que conduce a vivir las tareas como algo interesante y placentero; el control, entendido como la capacidad para influir en el proceso y en los resultados de los acontecimientos, enfatizando la propia responsabilidad y las elecciones personales; y el reto o desafío, entendiendo el cambio como expresión normal de la vida y como estímulo para el desarrollo personal, lo que conduce a vivir las experiencias con apertura mental. Utilizar estas tres actitudes activamente para implicarse en el desafío de los acontecimientos permite gestionar de manera saludable las circunstancias. 
  • Optimismo. Es la tendencia a creer que se obtendrán buenos resultados con las acciones que se emprenden, teniendo en cuenta la resiliencia, que es una estrategia para formar y mantener relaciones interpersonales cercanas y de apoyo que favorezcan tanto el trabajo como la experiencia de entretenimiento. La expectativa sobre la consecución de resultados es importante para poder conseguirlos realmente. Si hay confianza en el logro de resultados, la persona sigue comprometida con la acción, a pesar de las dificultades que se puedan presentar; pero, cuando no existe esta expectativa, no se continuará con la acción o ni tan sólo se pondrá en marcha. Las personas optimistas perciben los riesgos pero se sienten mejor que las pesimistas, conviven mejor con la incertidumbre, favorecen el bienestar de las personas con las que interaccionan, enferman menos, se recuperan antes de sus dificultades y presentan menos estrés que las pesimistas, que son más proclives a experimentar ansiedad y depresión. Cuando las personas optimistas se enfrentan a acontecimientos estresantes, lo hacen de manera activa e intentan cambiar la situación sólo si es posible, cuando no lo es, lo aceptan, lo que permite una reserva de energía para otras situaciones.

 
Todos estos aspectos reflejan que cuerpo y mente no están separados, que las características de uno intervienen en el funcionamiento del otro y que la realidad sociocultural los modifica de la misma forma que la persona cambia. Así, una acción concreta es un reflejo de todo lo que constituye la persona y, a su vez, es una oportunidad para introducir cambios en el mundo donde disfruta y trabaja.

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Aspectos socioculturales
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1. Significado del trabajo, 2. Significado del ocio, 3. Significado del tiempo. 4. Desarrollo económico, 5. Desarrollo tecnológico, 6. Individualismo y colectivismo.

 

1. Significado del trabajo

El trabajo es vital para muchas culturas, aunque cada una de ellas tenga valores y concepciones diferentes sobre el mundo laboral. En las sociedades industrializadas, se espera que los individuos produzcan a través del trabajo o del estudio, y deben presentar resultados, que pueden ser un producto gratificado económicamente o unos buenos resultados académicos. En este marco social, las actividades domésticas han sido infravaloradas y todavía hoy no se consideran verdaderas actividades productivas. El trabajo puede entenderse también como vehículo para alcanzar autonomía, aprendizaje y autorrealización, siempre que se demuestre dominio y competencia y que el trabajo se adecue a un determinado modelo de sociedad en que el valor fundamental es la producción de riqueza. En este caso, la contribución del trabajo a la vida individual y grupal es indudable. Tener un empleo es algo deseado por todos. Del estudio del significado del trabajo realizado por el grupo Meaning of Working (MOW), se desprende que el trabajo es el rol más importante entre todos los considerados en la identidad personal y que trabajar es algo deseable para los individuos. El derecho a realizar una actividad remunerada para ser autosuficiente económicamente es una condición imprescindible para no situarse en lo que la sociología denomina el grupo de excluidos.

El significado del trabajo está cambiando a consecuencia de la revolución tecnológica y de los cambios en los valores y las expectativas. Para muchos, el trabajo ha dejado de ser una fuente importante de gratificación y no siempre se ve como un elemento de autorrealización; esta situación es sólo posible para una minoría que se ocupa en lo que le gusta, con trabajos desafiantes y estimulantes y a partir de los cuales puede alcanzar metas personales. Esos cambios han influido en la forma en que las personas se comportan o se sienten respecto a su trabajo. Esta transformación se puede observar en la demanda social de compatibilidad entre empleo y familia, que es una forma de expresar la necesidad de trabajar para vivir frente a la idea opuesta de vivir para trabajar. Las ideas acerca de la centralidad del trabajo en la vida personal están cambiando Actualmente, se persigue una vida plena y esa plenitud no sólo deriva del trabajo. Empieza a considerarse como algo instrumental y el ocio, en su sentido profundo de esparcimiento o compromiso con la vida, empieza a cobrar importancia. Pero, hoy en día, también se considera posible combinar ambas actividades de forma armónica, de modo que trabajo y diversión sean una fuente de desarrollo del propio potencial.

 

2. Significado del ocio

Cada sociedad y cada época tienen su propio sistema de significados compartidos sobre el ocio. La Reforma del calvinismo y las rígidas doctrinas del puritanismo inglés, entre otras, valoran el trabajo y conciben el ocio como un vicio personal y social. Actualmente, el individuo destaca sobre el grupo y existe una mayor exigencia de las necesidades individuales frente a las grupales. Dentro de estas necesidades, se encuentra la de disponer libremente de tiempo propio, que emerge como un elemento cada vez más reivindicado para emplearlo en el disfrute.

 

3. Significado del tiempo

Con la industrialización y la generación del proletariado emergen las reivindicaciones laborales, que han logrado una reducción progresiva del tiempo de trabajo y, consiguientemente, un aumento del tiempo libre. Este tiempo se considera el espacio de tiempo dirigido a reponerse para seguir trabajando, y de esta manera queda recogido en el artículo 24 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

En la sociedad, hay que diferenciar entre tiempo libre y tiempo liberado. Algunos autores matizan que el tiempo libre es entendido en oposición al tiempo de trabajo, sin embargo es importante matizar que el tiempo libre se dedica al esparcimiento y se llena de actividades que responden a demandas derivadas de los roles sociales, de manera que el tiempo llamado liberado es reducido. El tiempo liberado es el tiempo dedicado a realizar actividades, elegidas libremente, que ayuden a formarse como persona. No importa tanto qué se haga sino cómo se haga. Se trata de acciones que en sí mismas resultan satisfactorias y placenteras.

Mientras algunos autores afirman que liberar el tiempo y generar espacios para la recreación contribuye a perfeccionar el hombre, otros advierten, con prudencia, del significado menos positivo del ocio. En este sentido, a la vez que se puede entender el ocio como un instrumento emancipador, de crecimiento y de maduración, también puede ser un factor de desestabilización y de dependencia para la persona, que puede provocarle malestar. Así, pues, algunas acciones ociosas, cuando se realizan de manera compulsiva, pueden resultar no sólo insatisfactorias, sino incluso inhibidoras del desarrollo personal.

 

4. Desarrollo económico

El desarrollo económico asociado al desarrollo tecnológico ha contribuido de forma importante al aumento del tiempo libre. El acceso generalizado a la tecnología doméstica y el incremento del poder adquisitivo ha contribuido a que cada vez más colectivos sociales dispongan y disfruten de tiempo libre.

Esta nueva realidad hace emerger nuevas formas de actividades de ocio y nuevas ofertas de mercado y de servicios. El tiempo libre es considerado como un bien de consumo de primera necesidad y ha ido ocupando un lugar cada vez más importante en la vida de las personas; en este sentido, todas las clases sociales y todos los grupos de género y edad reivindican el tiempo libre. Nuestra sociedad de servicios, moderna y consumista, responde a la demanda de tiempo liberado con una gran variedad de actividades que la persona gestiona según sus deseos, recursos personales y recursos sociales; estas actividades responden a distintas finalidades: culturales, turísticas, deportivas…

 

5. Desarrollo tecnológico. Nuevas actividades laborales

Este desarrollo implica consecuencias tanto positivas como negativas. El desarrollo tecnológico en el último cuarto de siglo ha intervenido de forma considerable en la mejora de las condiciones de vida; sin embargo, este desarrollo no siempre implica consecuencias positivas.

El progreso tecnológico exige una mayor capacitación, es decir, una mayor preparación y un desarrollo óptimo de determinadas habilidades, para dar respuesta a las nuevas demandas. Los cambios en las organizaciones hacen necesario un aprendizaje permanente y continuo que se ha de extender a lo largo de la vida laboral. Aunque estas nuevas exigencias pueden ser percibidas como estímulos positivos, en ocasiones, pueden ocasionar tensión o estrés. El déficit de dominio de habilidades, junto a la no definición clara de tareas y roles, y la falta de reconocimiento hace que la actividad laboral comience a considerarse como una fuente no sólo de riesgos físicos, sino como origen de trastornos emocionales y sociales.

Infografía consejos para el teletrabajo

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6. Individualismo y colectivismo

La sociedad española está cambiando paulatinamente; va de una sociedad colectivista a una más individualista. En las culturas individualistas, se enfatiza la independencia, la autonomía y la autosuficiencia, mientras que, en las culturas colectivistas, predomina el “yo” interdependiente, vinculado a la lealtad grupal o familiar. Si aplicamos estos valores al trabajo, podemos distinguir diferentes comportamientos. Desde los valores colectivistas, la persona puede sentirse valorada por su trabajo, por su aportación al grupo familiar o por los intereses propios del grupo. Des del punto de vista de los valores individualistas, el trabajo promueve la potencialidad del individuo y es una vía para alcanzar la autonomía en el sentido económico y personal.

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Condiciones ambientales
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Las condiciones ambientales comprenden tanto el entorno físico como los factores psicosociales y económicos. Trabajo y diversión se ven afectados por estos factores medioambientales, que son variados y variables.

 

Las actividades de trabajo y de ocio pueden desarrollarse al aire libre o dentro de edificios, con sus correspondientes efectos positivos o negativos, derivados de la valoración, satisfactoria o no, que haga la persona. Sin embargo, a veces, a pesar de percibir satisfactoriamente la actividad de trabajo, la persona no toma conciencia de los riesgos. Algunos elementos del ambiente físico, como el ruido, la iluminación, la temperatura, la calidad del aire o la falta de objetos adaptados a la anatomía humana (objetos ergonómicos), pueden producir fatiga y, a la vez, condicionar la elección del tipo de actividad lúdica.

Los problemas psicosociales asociados al trabajo derivan del tipo de organización y distribución de responsabilidades, de las exigencias y metas propuestas, de la posibilidad de oportunidades, de la iniciativa, de la participación, etc. Actualmente, se enfatiza la necesidad de entornos de actividad potenciadores de las características humanas, de modo que el lugar del trabajo permita sentirse satisfecho y que el trabajo no sea solamente un medio para asegurar la supervivencia económica, sino que también contribuya al desarrollo de la persona.

La falta de adopción de medidas preventivas y la no identificación de riesgos pueden ocasionar, a corto o a largo plazo, las llamadas enfermedades profesionales. Estas enfermedades o afecciones pueden conllevar discapacidades físicas y psíquicas y limitar, de manera temporal o crónica, total o parcial, la actividad laboral. La pérdida del rol laboral conlleva la pérdida de autoestima y autoeficacia y pone en riesgo la salud mental de la persona.

En algunas ocasiones, la pérdida de autoestima y autoeficacia sobreviene por reestructuraciones económicas que sitúan a la persona en la categoría de parado. Los parados necesitan del esparcimiento, no sólo para continuar sintiendo el goce asociado a las actividades que les importan, sino también para mantener su autoestima y su identidad, para desarrollar nuevas destrezas y para encontrar oportunidades que les puedan conducir no sólo a sentirse bien durante el desempleo, sino a encontrar más rápidamente un nuevo empleo. No obstante, a esta necesidad, con frecuencia se contrapone el hecho de que la reducción de ingresos puede limitar sustancialmente sus oportunidades de esparcimiento. Sin embargo, el tiempo de desempleo puede brindar oportunidades para realizar actividades productivas no remuneradas y de esparcimiento que contribuyan al desarrollo personal del parado.

La oportunidad de diversión está limitada por barreras ambientales, estructurales, económicas y por limitaciones físicas, si bien, en ausencia de enfermedad, en muchas ocasiones, las barreras las impone la propia persona.

Las actividades lúdicas están ampliamente diversificadas, para responder a las distintas necesidades de los distintos grupos. Cada tipo de actividad tiene lugar en espacios diferentes, según las preferencias y pertenencias del grupo que las lleva a cabo. Esta diversificación, si bien amplía la oportunidad de elección, también comporta limitaciones de espacios cerrados que dificultan la interacción entre los grupos, tanto intergeneracionalmente como intrageneracionalmente.

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Consejos de la enfermera

Respirar
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Respirar aire limpio. El trabajo y la diversión se llevan a cabo en todos los ambientes. Es necesario respirar aire limpio en todo momento y, muy especialmente, cuando se hace algún tipo de ejercicio, pues en esa situación aumenta la demanda de oxígeno. Si se pasea o se hace ejercicio, es aconsejable evitar las zonas de mucho tráfico. Es necesario prestar atención a la información sobre contaminación ambiental y renovar el aire de los edificios donde se trabaja o se disfruta del tiempo libre para evitar compuestos contaminantes procedentes de productos de limpieza, polvo o humo de tabaco. Esta atención debería ser mayor en el caso de personas con enfermedades cardíacas o pulmonares, personas con problemas respiratorios, mujeres embarazadas, ancianos, atletas y otras personas que ocupan tiempo en actividades al aire libre, muy especialmente, los niños, ya que tienen una mayor frecuencia respiratoria, son más vulnerables por estar en desarrollo y tener una mayor susceptibilidad a irritaciones y a enfermedades.

 

Se recomienda tener en cuenta todos los consejos generales, que permitirán adoptar medidas saludables en relación con la actividad de la vida diaria de:

Respirar

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Comer y beber
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Encontrar satisfacción en el comer. El acto de comer, además de cumplir una función nutricional, contribuye al disfrute si se presta atención al sabor de los alimentos o si se toma como una oportunidad para compartir el momento con personas significativas. Comer es, para muchas personas, uno de los placeres de la vida. Las personas comen, siempre que pueden, los alimentos que más les gustan, y tratan de evitar los que les desagradan, aunque muchas veces sean los más indicados. En general, los estudios demuestran que comer alimentos que gustan da placer y causa la liberación de ciertas hormonas, las endorfinas, que producen sensación de bienestar.

 

Alimentación saludable: recomendaciones 
 
Se recomienda tener en cuenta todos los consejos generales, que permitirán adoptar medidas saludables en relación con la actividad de la vida diaria de:

Comer y beber

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Moverse y mantener una postura corporal correcta
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La actividad física moderada es beneficiosa física y psicológicamente. Los niños emplean el cuerpo para jugar y los jóvenes y adultos optan por el ejercicio como actividad compensadora y lúdica.

 

Respetar la mecánica corporal.

Durante el día se realizan diversas actividades lúdicas o laborales que conllevan infinidad de movimientos corporales. La adopción de una mecánica corporal correcta, es decir, mantener posturas y hacer movimientos en los que el sistema musculoesquelético se alinee con las articulaciones, garantiza una menor cantidad de estrés muscular y de gasto energético. Para prevenir lesiones, en primer lugar, hay que tomar conciencia de la propia postura y de cuáles son los movimientos inadecuados; después, es necesario decidirse a corregirlos y, finalmente, hacer el esfuerzo para lograrlo.  


Realizar actividad física.

Las actividades tanto laborales como de ocio pueden implicar actividad física o sedentarismo. La actividad física favorece un entrenamiento muscular con aumento de la fuerza, la resistencia y la elasticidad en los músculos, a la vez que amplía el volumen de la respiración. Otro efecto importante de la actividad física sobre el aparato cardiovascular es el aumento de la irrigación sanguínea, tanto cardiaca (vasos encargados de irrigar el propio corazón) como de la mayoría de los músculos, órganos y tejidos. Al mismo tiempo, la actividad física contribuye al mantenimiento de la elasticidad arterial, que es uno de los factores facilitadores de la circulación sanguínea.   



Se recomienda tener en cuenta todos los consejos generales, que permitirán adoptar medidas saludables en relación con la actividad de la vida diaria de:

Moverse y mantener una postura corporal adecuada

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Reposar y dormir
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Dosificar el grado de actividad.

Aunque parece que se necesita de actividad durante la vigilia para alcanzar un nivel de cansancio que induzca al descanso y a la relajación, este grado de actividad no debe sobrepasarse hasta el punto de que mantenga excitada a la persona y no le permita la desconexión física y, sobre todo, mental del estímulo. Por tanto, las planificaciones que favorezcan una dosificación de la energía y un mejor afrontamiento emocional facilitarán la relajación, mejorarán la inducción del sueño y proporcionarán un sueño más reparador. 

 

Respetar los horarios de dormir.

Las responsabilidades familiares y las exigencias laborales y sociales pueden priorizarse sobre el dormir. En estos casos, se pospone la hora de ir a la cama y no se respeta el orden de los horarios de acostarse, lo que provoca una mala calidad del sueño. Tomar conciencia de la importancia de dormir y respetar el reloj biológico contribuirá a mejorar la calidad del sueño, lo que repercutirá en el buen rendimiento físico e intelectual y en el equilibrio emocional. 



Se recomienda tener en cuenta todos los consejos generales, que permitirán adoptar medidas saludables en relación con la actividad de la vida diaria de:

Reposar y dormir

 

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Eliminar
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Mantener un patrón de eliminación regular. En muchas ocasiones la priorización de otras actividades como las del trabajo o las sociales contribuye a la inhibición del reflejo de la defecación o incluso de la micción. Esto produce retrasos en la evacuación y favorece el estasis de la orina en la vejiga y de las heces en el sigma. El estancamiento de las heces en el intestino deriva en una mayor absorción de agua en la pared intestinal, lo que genera heces más secas y aumenta la dificultad para expulsarlas. Para facilitar la defecación, es aconsejable respetar el momento más propicio y hacer coincidir la defecación después de una comida.

 

Se recomienda tener en cuenta todos los consejos generales, que permitirán adoptar medidas saludables en relación con la actividad de la vida diaria de:

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Evitar peligros y prevenir riesgos
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Tanto en el trabajo como en el ocio es importante protegerse frente a los riesgos. Van en esta dirección los esfuerzos para sensibilizar a las personas sobre los riesgos y sobre el modo de evitarlos.

 

Aplicar las medidas preventivas.

La medicina del trabajo y la medicina deportiva ofrecen una inmensa información sobre cómo pueden prevenirse accidentes, enfermedades y lesiones. En líneas generales, se aconseja utilizar los equipos recomendados, aplicar las medidas preventivas y mantener un equilibrio entre las actividades de trabajo y las de ocio.

Con respecto a las actividades deportivas, se recomienda, además de emprenderlas con los equipamientos adecuados, hacer los movimientos o ejercicios con el aprendizaje de técnicas adecuadas, hacer un calentamiento correcto y no sobrepasar los límites de cada uno.

Controlar el estrés.

La persona puede sentirse incapacitada para asumir los diversos retos que presenta la vida cotidiana. En efecto, cuando las demandas del entorno rebasan sus posibilidades de respuesta, la persona tiene una serie de reacciones de tipo fisiológico, cognitivo, emocional y conductual, denominadas respuestas de estrés. Estas reacciones suelen ser taquicardias, insomnio, angustia, depresión, inadaptación social o somatización. Entre las conductas de escape se pueden desencadenar comportamientos nocivos para la salud: consumo excesivo de alcohol, tabaco u otras drogas, ingesta abusiva de alimentos e incluso conductas agresivas o violentas, como la conducción temeraria, que evidentemente inciden la salud física y mental. El aprendizaje de técnicas de relajación, de autocontrol y cognitivas (detención del pensamiento negativo, resolución de problemas y reorganización) ayuda a evaluar las situaciones de manera más realista, a disminuir la angustia y la ansiedad y a mejorar la autoeficacia.  


Conocer las propias capacidades.

Es preciso llevar a cabo las actividades relativas al trabajo con un ritmo y una calidad dentro de los márgenes deseables, evaluarlas, persistir en su realización durante el tiempo necesario e introducir las medidas correctoras que se precisen en caso de error. Este ajuste está en la base de la posibilidad de acción de aquellas personas que cuentan con la capacidad necesaria para ello. Por tanto, es necesario realizar una acomodación entre las capacidades. De hecho, uno de los motivos generadores de insatisfacción en el mundo del trabajo es la falta de correspondencia entre las capacidades necesarias para la tarea y las aptitudes de quien la lleva a cabo, puesto que no siempre coinciden unas y otras. Las interpretaciones de los factores presentes en el contexto donde se produce la acción participan en su logro. Los mejores resultados se obtienen cuando la tarea se ajusta a las capacidades, esto es, tiene un nivel de dificultad que obliga al uso creativo de las capacidades que se poseen.  



Se recomienda tener en cuenta todos los consejos generales, que permitirán adoptar medidas saludables en relación con la actividad de la vida diaria de:

Evitar peligros y prevenir riesgos

 

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Comunicarse e interactuar socialmente
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Preferir las actividades grupales y activas a las individuales y pasivas.

Las actividades laborales y de ocio contribuyen a la socialización de la persona. Participar y compartir aficiones ayuda a conformar el sentido de pertenencia a un grupo donde uno se siente valorado, aceptado y respetado por una comunidad; también ayuda a reducir la incertidumbre y a incrementar la autoafirmación, definida por la necesidad poseer una definición coherente y positiva de uno mismo. Por lo contrario, las actividades individuales fomentan el aislamiento, lo que empeora el bienestar psicológico y la salud mental. 

 

Se recomienda tener en cuenta todos los consejos generales, que permitirán adoptar medidas saludables en relación con la actividad de la vida diaria de:

Comunicarse e interactuar socialmente

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Tópicos y conductas erróneas
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Hay que aprender a divertirse.

La persona necesita mantener relaciones con sus semejantes y su entorno y percibir de sus interacciones un sentimiento de autovalía que la impulsa a sobrevivir. Este sentimiento de valía puede percibirse a través de diferentes actividades, pero es importante en la diversión y en el esparcimiento. La persona debe aprender a seleccionar actividades que se ajusten a sus propias necesidades, intereses, capacidades y preferencias, así como centrar sus esfuerzos en encontrar las actividades que le reporten satisfacción, sin sentirlas como deberes y obligaciones. Estas conductas repercutirán en un mejor bienestar psicológico.

 

La distracción ayuda a manejar el estrés.

La distracción tiene como finalidad encontrar placer e interrumpir una actividad que produce estrés. En algunas ocasiones se pueden realizar actividades lúdicas de manera compulsiva, sin que se obtenga placer ni que repercuta en el bienestar psicológico. Algunas personas también pueden refugiarse en estas conductas de tipo compulsivo para dar salida a su enfado cuando sienten que no tienen el control de la situación. Las actividades que se hacen con la finalidad de no pensar en una situación que preocupa o que estresa y en las que se encuentra satisfacción y placer contribuyen de manera positiva al bienestar psicológico y previenen la depresión. 

 

El ocio no siempre recarga las pilas.

No todas las actividades de diversión dan energía; más bien al contrario: cuando la actividad es impuesta o se practica sin medida, se pierde la función creadora del entretenimiento. No hay que olvidar que la libre elección, no sólo del tipo de actividad de ocio, sino también de cómo, dónde, cuándo se realiza y cuándo se abandona, es consustancial a la idea de esparcimiento.  


Aprender gusta a todas las personas.

En nuestro medio, hasta bien entrada la adolescencia, se espera que buena parte de las responsabilidades tengan que ver con el aprendizaje, con la preparación para una vida adulta satisfactoria y útil. Aunque en situaciones se pueda observar desinterés por aprender, éste es un proceso que agrada y para el que las personas están preparadas. Aprovechando este potencial, es importante diversificar, flexibilizar y encontrar marcos institucionales o informales que den cabida a los distintos intereses y a las diferentes motivaciones de cada uno.

Ni el fracaso impide el crecimiento ni el éxito lo garantiza.

El valor adaptativo del éxito y del fracaso tiene que ver con el modo en que se interpreten. Es deseable trasladar el modo en que se suelen afrontar ambos (éxito y fracaso) en el marco del ocio al ámbito de la obligación (aprendizaje, trabajo). En el marco del ocio, a diferencia de lo que sucede en el ámbito laboral, los éxitos se interpretan como progresos en el camino del desafío más que como logros personales y los errores, lejos de verse como fracasos personales, se consideran fallos que requieren otra forma de acercamiento a la tarea. De esta manera, se preservan la autoestima y la motivación hacia la tarea. 


Es importante tener mucha confianza en uno mismo y mucha autoestima, pero el orgullo es peligroso.

Quienes tienen una autoestima que no se ajusta a la realidad tienden a reaccionar agresivamente ante las críticas. Por otra parte, muchas de las personas que insisten en considerarse poco valiosas persiguen con su conducta obtener el reconocimiento de los otros, prepararse para un posible fracaso y valorarse más positivamente con relación a otros momentos de su vida. Con frecuencia, las ilusiones acerca de la propia valía pueden ser de ayuda a corto plazo. Lo más adaptativo parece ser fijarse ilusiones realistas que conduzcan a metas posibles. 


La ansiedad no siempre es mala.

Aunque suele asociarse a los trastornos y a las disfunciones, la ansiedad también es un proceso normal y adaptativo que sitúa a la persona en una actitud prudente y de esfuerzo para hacer frente a los obstáculos. Orienta hacia el futuro tratando de prevenir posibles dificultades o problemas. Esta emoción más o menos fugaz, caracterizada por la activación fisiológica y la sensación de nerviosismo, favorece, en condiciones normales, el logro de metas, fomenta la toma de conciencia de los riesgos y la puesta en marcha de estrategias para evitarlos o minimizarlos. Así, la ansiedad puede intervenir para preparar a fondo una reunión de trabajo o estudiar antes de un examen, en suma, para tomar precauciones antes de una acción. Por lo tanto, hay que entender la ansiedad más como prudencia que como angustia. 

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Última modificación: 20/03/20 08:11h

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