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Información práctica

Se utilizan para
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  1. Los analgésicos 
  2. Fármacos analgésicos coadyuvantes o coanalgésicos 

 

1. Los analgésicos

Los analgésicos se prescriben para aliviar el dolor y para ello se aconseja usar la escala analgésica del dolor propuesta por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Es un esquema en el que se colocan los medicamentos para tratar el dolor en orden ascendente según la potencia analgésica que tengan, o sea su capacidad para eliminar el dolor en función de la dosis. Así un fármaco será más potente que otro si es capaz de eliminar el mismo dolor con una dosis menor.

Según esta escala, los primeros analgésicos que se aconsejan son los del primer escalón, los analgésicos sin opiáceos. Si el dolor no cede se pasará a los analgésicos del segundo escalón: los opioides débiles o menores (como el tramadol o la codeína) en combinación con los del primer escalón, es decir, los AINE o el paracetamol. Si a pesar de esto la persona sigue sintiendo dolor, se pasará al tercer escalón, en el que estarán los opioides potentes o mayores (como por ejemplo, la morfina o el fentanilo) combinados con los del primer escalón.

No se deben usar nunca dos opioides juntos ya que esto no se ha demostrado que sea eficaz para controlar el dolor y en cambio potencia la aparición de efectos secundarios. Así cuando se pasa al tercer escalón, los opioides potentes o mayores se combinan con AINE o paracetamol, no con opioides débiles o menores

 

 

2. Fármacos analgésicos coadyuvantes o coanalgésicos

En cualquiera de estos escalones se puede añadir al tratamiento una serie de fármacos llamados analgésicos coadyuvantes o coanalgésicos, sobre todo en enfermedades crónicas graves. Los coanalgésicos son un grupo muy heterogéneo de fármacos cuya característica común es que aunque no son analgésicos en sentido estricto, resultan eficaces para el alivio de determinados tipos de dolor. Estos fármacos actúan contra el dolor sin modificar las vías que sigue el organismo para desencadenar la respuesta dolorosa, ya que actúan sobre otros factores que contribuyen a aumentar el dolor o prolongarlo en el tiempo, como la inflamación, la ansiedad, los problemas digestivos, etc.

En cualquier caso tanto los analgésicos como los coanalgésicos, al igual que todos los medicamentos, deben tomarse en las dosis necesarias para cada persona y cada situación, por lo que estas dosis deben ser ajustadas individualmente. El dolor se puede modificar por múltiples factores, por lo que las dosis pueden variar de forma importante de una persona a otra.

 

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Cómo actúan en el organismo
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  1. Analgésicos no opioides 
  2. Analgésicos opioides 

 

1. Analgésicos no opioides

1.1 Antiinflamatorios no esteroideos (AINE)

 

Cuando aparece una lesión en un tejido del cuerpo, el organismo pone en marcha una serie de reacciones encaminadas a avisar al cerebro de que hay algo no está funcionando bien. Esto es muy importante ya que si, por ejemplo, se está haciendo un ejercicio demasiado intenso, el dolor de los músculos ayudará a modificar esta intensidad y así se evitarán lesiones. Pero un dolor demasiado intenso o mantenido ya no es útil, y no sólo esto sino que, además, resulta perjudicial. Los AINE interrumpen esta serie de reacciones encadenadas y evitan que se formen unas sustancias responsables del dolor, la inflamación y la fiebre. Es por ello por lo que la mayoría de fármacos de este grupo son capaces de actuar no sólo sobre el dolor, sino también sobre la inflamación de los tejidos y la fiebre.

Estos medicamentos actúan de forma rápida calmando o eliminando el dolor pero no su causa, que debe ser tratada con otros fármacos; por ejemplo, una persona tiene una infección en la garganta y además de fiebre y malestar tiene dolor. Los AINE, como el ácido acetilsalicílico, eliminará temporalmente el dolor de garganta, pero no eliminará la infección. De hecho lo más probable es que mientras dure la infección, la persona tenga que tomar analgésicos de este grupo para atenuar el dolor y deje de necesitarlos cuando desaparezca la infección.

Estos fármacos tienen techo analgésico, es decir, llega un momento en el que aumentar la dosis no modificará significativamente la intensidad del dolor. En la mayor parte de los AINE, tomar más del doble de la dosis mínima eficaz ya no es útil para tratar el dolor si aún no ha desaparecido, y el único resultado es que aumenta la probabilidad de que aparezcan efectos secundarios. Esto no quiere decir que estos analgésicos no sean eficaces, de hecho son capaces de controlar la mayor parte de los dolores que las personas sufren de forma habitual, como los dolores de cabeza, de garganta, dolores articulares, dolores musculares, dentales, cólicos renales o dolores oncológicos en sus fases iniciales.

La mayor parte de los AINE produce un efecto rápido sin apenas efectos secundarios, que habitualmente sólo aparecen cuando la persona los toma durante un periodo largo de tiempo.

 

1.2 Paracetamol

El mecanismo de acción del paracetamol, a pesar de lo extendido de su uso, no es bien conocido. Se cree que actúa a nivel central e inhiben la formación de prostaglandinas, que son sustancias mediadoras del dolor. Esta inhibición confiere al paracetamol un efecto analgésico, pero no antiinflamatorio como los AINE. En cualquier caso el paracetamol es un analgésico eficaz en el control de los dolores en los que el componente inflamatorio no sea el principal desencadenante. Los efectos secundarios del paracetamol vienen derivados de su toxicidad sobre el hígado, en dosis cercanas a las que se consumen habitualmente. Esto es especialmente importante en personas con enfermedades hepáticas, en las que el uso del paracetamol estaría desaconsejado.

 

2. Analgésicos opioides

 
 
2.1 Opioides débiles o menores

Estos medicamentos se utilizan cuando la intensidad del dolor es moderada o cuando el efecto de los analgésicos no opioides no logra controlarlo del todo. De hecho, cuando la toma de analgésicos no opioides solos no logre controlar el dolor, lo habitual es que se añada algún opioide menor, como el tramadol o la codeína. Por ejemplo, si una persona toma un analgésico no opioide por dolor, por ejemplo en una herida quirúrgica, pero a pesar de ello el dolor permanece en un nivel que interfiere de forma importante en las actividades de la vida de diaria, al analgésico no opioide ya prescrito se le añadirá un nuevo fármaco del grupo de los opioides débiles o menores. Como todos los analgésicos, los opioides débiles son capaces de eliminar el dolor, pero no la causa que lo motiva.

Los opioides débiles o menores tienen techo analgésico (el máximo efecto que un fármaco puede producir), de tal modo que a partir de una dosis determinada aumentarla no hará reducir significativamente el dolor. Cuando el dolor no desaparece a pesar de combinar analgésicos no opioides con opioides débiles o menores, el procedimiento habitual, según la escala analgésica de la OMS, es cambiar estos últimos por un fármaco del siguiente grupo, en este caso, por un opioide potente o mayor.

 

2.1 Opioides potentes o mayores

Estos fármacos se utilizan cuando la intensidad del dolor es grande y el tratamiento con analgésicos no opioides solos o junto con opioides débiles o menores no es capaz de controlarlo. Lo más frecuente es combinarlos con analgésicos no opioides.

Los opioides potentes o mayores no tienen techo analgésico, es decir, un aumento de la dosis se corresponderá siempre con un aumento del alivio del dolor, por lo que existe margen para aumentar la dosis de opioides con el fin de controlar el dolor. De hecho, las limitaciones para no aumentar la dosis de los opioides potentes o mayores no suele ser el mal control del dolor, sino la aparición de efectos adversos.

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Cómo tomarlos
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  1. Analgésicos no opioides 
  2. Analgésicos opioides 

 

1. Analgésicos no opioides

 
 
 
1.1 Antiinflamatorios no esteroideos (AINE)

Casi todos los fármacos de este grupo se administran por vía oral. También existen presentaciones para administrarlos por vía rectal (diclofenaco, naproxeno) y por vía intravenosa (metamizol, ketorolaco, dexketoprofeno).

 

1.2 Paracetamol

Puede administrarse por vía oral en forma de pastillas o jarabes (presentación que permite ajustar mejor la dosis y que se usa en niños). Existen presentaciones intravenosas de uso casi únicamente hospitalario.

 

2. Analgésicos opioides

 
2.1 Opioides débiles o menores

En su gran mayoría los fármacos de este grupo se administran por vía oral, como el tramadol y la codeína. El tramadol se puede administrar también por vía intravenosa (siempre por parte de profesionales de la salud).


2.2 Opioides potentes o mayores

Los opioides potentes o mayores se pueden administrar de formas diferentes (ficha medicamentos / formas de administración): por vía oral (oxicodona, morfina, metadona), sublingual (buprenorfina), transdérmica en forma de parches (fentanilo, buprenorfina), subcutánea (morfina), intravenosa (morfina, metadona, fentanilo, meperidina) o rectal (morfina).

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Efectos secundarios
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Como sucede con todos los medicamentos, los analgésicos, además de sus efectos beneficiosos, pueden causar efectos secundarios (también llamados efectos perjudiciales o reacciones adversas). Su aparición, tipo, intensidad y duración dependerá de múltiples y diversos factores relacionados tanto con el fármaco como con la persona que lo recibe. 

  1. Analgésicos no opioides
  2. Opioides

 

1. Analgésicos no opioides

 

 
1.1 Antiinflamatorios no esteroideos (AINE)
  • Efectos sobre el aparato digestivo  

    Los efectos secundarios de los antiinflamatorios No Esteroideos (AINE) sobre el aparato digestivo se producen porque, además de evitar la formación de sustancias que el organismo produce para iniciar la respuesta dolorosa, la fiebre o la inflamación, reducen también la producción de otras sustancias que protegen la mucosa gástrica, que es la capa más superficial del estómago, y que evitan que ésta se erosione por los ácidos que produce el propio estómago, que son imprescindibles para digerir los alimentos. Cuando se toman estos medicamentos durantes periodos cortos de tiempo (como días o semanas) estos efectos secundarios suelen ser prácticamente inexistentes o leves y son de carácter reversible. Sin embargo, cuando se toman durante periodos de tiempo largos (durante meses o años), o se trata de personas mayores de 65 años, o personas con problemas digestivos previos (como úlceras en el estómago o en el intestino), o se toman conjuntamente con otros medicamentos que también puedan afectar al estómago (como los corticoides), los AINE pueden causar náuseas, molestias o dolor de estómago, ocasionalmente diarrea y, rara vez, hemorragia digestiva por erosiones en la mucosa del estómago o intestino, que se manifiesta en forma de vómitos de sangre, vómitos de color oscuro o deposiciones (heces) de color negro. Por lo que en estos casos estaría indicado añadir otro fármaco capaz de proteger la mucosa del tubo digestivo.    

    Es importante resaltar que la aparición de erosiones y úlceras en la mucosa gástrica o intestinal puede producirse independientemente de cuál sea la vía de administración del fármaco (oral, inyectable o rectal) y que su toma por vía oral junto con alimentos o después de las comidas no protege del hecho que aparezcan.     

    No todos los AINE tienen el mismo riesgo de producir alteraciones digestivas: los denominados inhibidores selectivos de la ciclooxigenasa 2 (también llamados coxib), p. ej., parecoxib y rofecoxib, no causan daño a la capa superficial del tubo digestivo, por lo que son de elección en tratamientos largos. Cabe recordar, no obstante, que comparten el resto de efectos adversos de los AINE.
     
  • Efectos sobre el riñón  

    Son mucho menos frecuentes que los que producen sobre la mucosa del estómago y del intestino. Se producen cuando la persona toma AINE a dosis altas y durantes periodos de tiempo prolongados, y sobre todo en personas con problemas renales previos. El riñón se puede ver afectado porque disminuye su eficacia a la hora de eliminar sustancias de desecho de la sangre. En los casos más graves la función renal se debe suplir de forma artificial por medio de diálisis renal. 
     
  • Efectos sobre el hígado   

    Los efectos secundarios sobre el hígado se producen en tratamientos con dosis altas, en personas con una enfermedad del hígado, en personas que consumen alcohol de forma habitual en cantidades elevadas, o en casos de sobredosificaciones (consumo de dosis extremadamente altas de forma accidental o voluntaria). Si la dosis que se ha consumido es lo suficientemente alta puede producir hepatitis (inflamación del hígado) y fallo hepático, es decir, que el hígado deje de realizar sus funciones.
     
  • Efectos sobre la piel   

    Suelen ser de poca importancia (picores o erupciones leves), salvo en personas con hipersensibilidad a estos fármacos (alergias). Estas personas alérgicas a alguno de los fármacos de este grupo no deben consumirlo en ningún caso, ya que se podrían producir efectos graves como dificultades para respirar.

 

1.2 Paracetamol 
  • Efectos sobre el hígado 

    Los efectos secundarios sobre el hígado se producen en tratamientos con dosis altas (más de cuatro gramos al día), en personas con una enfermedad del hígado, en personas que consumen alcohol de forma habitual en cantidades elevadas, o en casos de sobredosificaciones (consumo de dosis extremadamente altas de forma accidental o voluntaria). Si la dosis que se ha consumido es lo suficientemente alta puede producir hepatitis (inflamación del hígado) y fallo hepático, es decir, que el hígado deje de realizar sus funciones.
     
  • Efectos sobre el riñón  

    Se producen cuando la persona toma dosis altas de paracetamol (más de cuatro gramos al día) y durante periodos de tiempo prolongados y sobre todo en personas con problemas renales previos. El riñón se puede ver afectado disminuyendo su eficacia a la hora de eliminar sustancias de desecho de la sangre. En el caso del paracetamol, estos efectos adversos sobre el riñón se producen de forma conjunta a los efectos adversos sobre el hígado.
     
  • Efectos sobre la piel 

    Suelen ser de poca importancia (picores o erupciones leves), salvo en personas con hipersensibilidad al paracetamol (alergias). Estas personas alérgicas no deben consumirlo en ningún caso, ya que se podrían producir efectos graves como dificultad para respirar.

 

2. Opioides

  • Efectos sobre el aparato digestivo    

    Los opioides pueden producir nauseas y vómitos, sobre todo en los primeros días de tratamiento. Estos efectos no deseados suelen desaparecer a los seis o siete días. No se recomienda el uso profiláctico de algún fármaco antiemético (que evite las náuseas y los vómitos) porque suelen producir sedación pero pueden emplearse cuando sean necesarios. La administración lenta y el ajuste cuidadoso de la dosis ayudan a reducir las náuseas y los vómitos.    

    Los opioides pueden provocar también estreñimiento o impacción fecal (acumulación de heces secas, endurecidas en el recto o en el colon). El estreñimiento es el efecto secundario más común y el único para el que no se desarrolla tolerancia (disminución en la respuesta a la dosis de una sustancia que se produce a consecuencia de su uso continuado). Este efecto secundario se agrava en el caso de personas ancianas, inmovilizadas, con una enfermedad intestinal o que toman otra medicación que también provoca estreñimiento.  

    Para atenuar el estreñimiento se debe tener un enfoque preventivo que incluye medidas dietéticas (aumentar la toma de líquidos y alimentos con fibra) e higiénicas (ejercicio físico suave o moderado). Si estas medidas no son eficaces, siempre bajo prescripción del equipo de salud, se pueden tomar laxantes incrementadores del bolo intestinal. 
     
  • Efectos sobre el riñón   

    En algunas ocasiones los opioides pueden provocar que la orina quede retenida en la vejiga. En estos casos se intenta que la persona orine administrando líquidos o  fármacos y si esto no es posible se utiliza una sonda vesical (un tubo flexible que llega hasta la vejiga) para evacuar la orina.
     
  • Efectos sobre el sistema nervioso   

    La mayor parte de los fármacos de este grupo pueden provocar somnolencia y la mayoría de personas la sufren al inicio del tratamiento, aunque este efecto suele remitir cuando pasan unos pocos días. Pero en algunos casos este efecto es más grave y provoca sedación excesiva, lo que mantiene a la persona adormilada durante la mayor parte del tiempo y reduce su participación en su recuperación y puede progresar hacia una depresión respiratoria inducida. Para evitar estos efectos es necesario ajustar tanto el tipo de fármaco como la dosis.     

    Uno de los efectos más temidos de los opioides es la depresión respiratoria, que puede presentarse ya en la primera dosis. Se considera clínicamente significativa cuando hay una reducción en la frecuencia y profundidad de la respiración respecto a la considerada normal en esa persona. Los grupos de mayor riesgo de padecerla son los niños débiles de 6 meses, ancianos y personas con enfermedades como la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) o con insuficiencia hepática, cardiaca o renal.     

    La aparición de este efecto secundario, debido a que los opiáceos disminuyen la actividad de la zona del cerebro que se encarga de mantener la respiración (centro respiratorio), depende de la dosis, de modo que a medida que aumenta la cantidad de fármaco que se administra, aumenta también la probabilidad de que disminuya la actividad del centro respiratorio. Sin embargo, es un efecto para el que se desarrolla tolerancia (disminución en la respuesta a la dosis de una sustancia que se produce a consecuencia de su uso continuado) al cabo de un periodo variable de días o semanas. Eso significa que cuanto más largo es el periodo en que la persona recibe opioides, mayor es el margen de seguridad.    

    No hay una dosis considerada segura para todas las personas y el riesgo se reduce si se ajusta cuidadosamente la dosis, se controla estrechamente el estado respiratorio y se reduce la sedación (la dosis requerida para causar una depresión respiratoria es superior a la que provoca sedación).    

    A pesar de esta posibilidad, el tratamiento con opioides en situaciones de dolor severo no suele suponer un riesgo para la vida de la persona que los recibe ya que, y así lo corrobora la Sociedad Española de Cuidados Paliativos, el dolor es un potente antagonista de la depresión respiratoria.
     
  • Efectos sobre el sistema circulatorio

    Se puede producir bajada de tensión arterial, que el corazón disminuya su frecuencia o que se produzcan alteraciones en el ritmo cardíaco. Todo esto se traduce en una sensación de mareo, cuando se administra por vía intravenosa, que cesa al cabo de unos minutos. 
     
  • Otros efectos secundarios
    • Dependencia   

      Según la definición de la OMS, en sentido general, se entiende por dependencia necesitar o depender de alguien o de algo, ya sea como apoyo, para funcionar o para sobrevivir.   

      Existen sustancias que provocan un efecto placentero en las personas que las consumen, por lo que la tendencia natural es intentar repetir este efecto. En ocasiones la persona siente la necesidad de tomar la sustancia de forma periódica y continuada; a esta actitud compulsiva y repetitiva se le denomina dependencia psicológica.    

      La dependencia física aparece cuando la persona que toma una sustancia comienza a sentir un malestar físico cuando desaparece el efecto de la misma en el cerebro. Evitar esta sensación desagradable o negativa se convierte en el motivo principal para seguir tomando el fármaco.  

      Si no se especifica, la dependencia se refiere tanto a los elementos físicos como a los psicológicos. La dependencia psicológica o psíquica se aplica al deterioro del control sobre el consumo de la sustancia, mientras que la dependencia fisiológica o física se refiere a la tolerancia y los síntomas de abstinencia. Se entienden como tal al conjunto de síntomas con grado de intensidad y agrupamiento variables que aparecen al suspender o reducir el consumo de una sustancia psicoactiva que se ha consumido de forma repetida, habitualmente durante un período prolongado o en dosis altas. El síndrome puede acompañarse de signos de trastorno fisiológico.
       
    • Tolerancia   

      Según la OMS, es la disminución de la respuesta a una dosis concreta de una droga o un medicamento, que se produce con el uso continuado, lo que hace que se necesiten dosis más altas para conseguir los efectos que se obtenían al principio con dosis más bajas. Hay factores fisiológicos y psicosociales que pueden contribuir al desarrollo de la tolerancia, que puede ser física, psicológica o conductual. Por lo que se refiere a los factores fisiológicos, puede desarrollarse tolerancia tanto metabólica como funcional. Al aumentar el metabolismo de la sustancia, el organismo será capaz de eliminarla con mayor rapidez. La tolerancia funcional se define como una disminución de la sensibilidad del sistema nervioso central a la sustancia. La conductual es un cambio en el efecto de la sustancia producido como consecuencia del aprendizaje o la alteración de las restricciones del entorno. La tolerancia aguda es la adaptación rápida y temporal al efecto de una sustancia tras la administración de una sola dosis. La inversa, denominada también sensibilización, es un estado en el cual la respuesta a la sustancia aumenta con el consumo repetido.
       
    • Adicción   

      La Organización Mundial de la Salud define adicción como el consumo repetido de una o varias sustancias psicoactivas, hasta el punto de que el consumidor (denominado adicto) se intoxica periódicamente o de forma continua, muestra un deseo compulsivo de consumir la sustancia (o sustancias) preferida, tiene una enorme dificultad para interrumpir voluntariamente o modificar el consumo de la sustancia y se muestra decidido a obtener sustancias psicoactivas por cualquier medio. Por lo general, hay una tolerancia acusada y un síndrome de abstinencia que ocurre frecuentemente cuando se interrumpe el consumo. La vida del adicto está dominada por el consumo de la sustancia, hasta llegar a excluir prácticamente todas las demás actividades y responsabilidades. El término adicción conlleva también el sentido de que el consumo de la sustancia tiene un efecto perjudicial para la sociedad y para la persona. 

 

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Cómo utilizarlos correctamente
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1. Precauciones y pautas de administración, 2. Cómo y cuándo acaba el tratamiento

 

1. Precauciones y pautas de administración

Los analgésicos deben tomarse siempre siguiendo estrictamente la prescripción médica. Cualquiera de los fármacos analgésicos puede producir efectos no deseados si la dosis que se recibe no es la correcta. Esto puede ocurrir tanto por exceso como por defecto, ya que si la dosis es demasiado grande existe un gran riesgo de que aparezcan efectos secundarios, y si es demasiado pequeña el riesgo está precisamente en que el dolor no desaparezca, y surjan otros signos y síntomas relacionados, que pueden derivar en un conjunto de repercusiones personales, familiares y sociales

 

2. Cómo y cuándo acaba el tratamiento

El tratamiento con analgésicos suele terminar cuando desaparece la causa que provoca el dolor. Los analgésicos no curan la enfermedad, tan sólo atenúan o eliminan el dolor, por lo que dejan de ser útiles cuando el problema de salud que motiva el dolor es superado.

En algunos casos se deben consumir analgésicos de forma crónica, durante meses o incluso años, ya que existen enfermedades para las que todavía no existe un tratamiento curativo. En tal caso, el objetivo prioritario del tratamiento no sólo será el abordaje del dolor sino también todas aquella medidas que puedan mejorar el estado de salud de la persona.

Aunque no es frecuente, puede ocurrir que los efectos secundarios que un analgésico produce en una persona sean de tal magnitud que se deba suspender el tratamiento. Este caso se puede producir no sólo porque aparezca un efecto secundario que ponga en riesgo la vida de la persona, sino porque el efecto que aparezca sea límite o impida algunas de las actividades de la vida diaria de la persona que consuma el analgésico. En este caso se aconseja que se consulte con el profesional que lo prescribió para valorar la posibilidad de recurrir a otro fármaco o complementar el tratamiento farmacológico con otras opciones terapéuticas. 

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Analgésicos en las etapas del ciclo vital
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1. Analgésicos en la infancia, 2. Analgésicos en la vejez

 

1. Los analgésicos en la infancia

Como en cualquier otro grupo de fármacos, a los niños no se les debe dar ningún tratamiento que no haya sido prescrito. En la infancia es especialmente importante evitar el consumo de ácido acetilsalicílico (si no es bajo prescripción médica) ya que sus efectos adversos pueden llegar a ser más graves que en los adultos. Existe una enfermedad, llamada síndrome de Reye, potencialmente grave y que puede afectar al cerebro, riñón e hígado, cuya aparición se ha asociado al consumo de aspirina durante el curso de una infección vírica (p. ej., el sarampión o la varicela). Los analgésicos opioides se administran con cierta frecuencia a niños hospitalizados, sobre todo cuando requieren estar sedados mientras se produce un procedimiento doloroso. En cualquier caso se debe vigilar de forma permanente sus signos vitales (pulso, tensión arterial, respiración) mientras dure el tratamiento con este tipo de fármacos. 

Consejos de salud: Infancia 

 


2. Los analgésicos en la vejez

En la vejez, y debido a los cambios que se producen en los órganos que se encargan de metabolizar (asimilar y eliminar) los fármacos, como el hígado y el riñón, las dosis deben ajustarse individualmente. Esta necesidad de individualizar las dosis existe en cualquier grupo de edad, pero exige de una mayor exactitud en las personas mayores. 

Consejos de salud: Vejez 

 

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Consideraciones ante las diferentes situaciones de vida
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Los analgésicos en el embarazo

Durante el embarazo se debe tener especial cuidado ante el consumo de medicamentos. Los AINE no deben consumirse durante el embarazo ya que podrían perjudicar tanto a la madre (retención de líquido, aumento de la tensión arterial) como al feto.

Por lo que respecta al paracetamol no se han realizado estudios en mujeres embarazadas aunque su uso en dosis terapéuticas a corto plazo está generalmente aceptado en todas las etapas del embarazo. Los analgésicos opioides están también contraindicados durante el embarazo. Si su consumo es absolutamente imprescindible, éste se debe producir en un hospital y con un control estricto por parte del equipo de salud de los efectos sobre la madre y sobre el futuro bebé.

Durante la lactancia se pueden consumir analgésicos no opioides (AINE y paracetamol) ya que pueden pasar a la leche materna pero en cantidades muy pequeñas, por lo que es muy poco probable que produzcan efectos nocivos sobre el niño.

En cualquier caso es recomendable consultar previamente al médico antes de consumir cualquier fármaco durante el embarazo y la lactancia. 

Consejos de salud: Embarazo 
Consejos de salud: Lactancia 

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Última modificación: 11/02/20 12:56h

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