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Este contenido en ningún caso pretende ser una alternativa a los tratamientos convencionales. 

Información general

Descripción
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Las terapias complementarias (TC) pueden ser muchas y diversas, pero tienen un objetivo común: lograr la armonía del cuerpo, la mente y el espíritu. Estas terapias trabajan para promocionar la salud y prevenir la enfermedad desde actitudes positivas hacia la vida y las relaciones interpersonales, desde una higiene corporal y alimentaria adecuadas y evitando que el organismo entre en contacto o ingrese elementos que puedan ser nocivos para el desarrollo de la persona.

 

Las terapias complementarias (no convencionales), algunas de las cuales se consideran terapias naturales, derivan de conocimientos que provienen de varias culturas, algunas de ellas milenarias. Una parte de estos contenidos ha sido sistematizada y, en gran medida, comprobada científicamente.

Estas terapias aportan un modo diferente de entender el ser humano, de promover una vida saludable, de diagnosticar y de prevenir, de cuidar y curar a las personas que enferman. Además, favorecen el bienestar en general y siempre procuran trabajar del modo menos intrusivo posible, es decir, interfiriendo mínimamente en los procesos de cada organismo.

Las terapias complementarias llevan implícita una perspectiva natural, un modo de vivir, de cuidar la salud, que tiene muchos puntos en común con las definiciones de salud y de enfermedad más contemporáneas. Respetan los procesos naturales que cada organismo pone en marcha en cada momento para encontrar el equilibrio, ya que el grado de salud o de enfermedad varía a lo largo de la vida de la persona. Ambas, la salud y la enfermedad, conforman el ser en su adaptación vital (Mejías F, Serrano MD. Enfermería en Psiquiatría y Salud Mental. DAE (Mad.). 2000; 282-283). Las terapias complementarias favorecen una adaptación saludable a la vida, y consideran que el ser humano no sólo es materia, sino también energía. Así pues, las actitudes y las emociones positivas, constructivas, también son necesarias para mantener una vida saludable.

Las terapias complementarias se utilizarán, mayoritariamente, de modo complementario a los tratamientos convencionales, de modo que se añadan a las otros cuidados para conseguir un máximo beneficio para la persona. Estas terapias permiten, en cualquier etapa del ciclo vital, disfrutar de una vida saludable, prevenir contra las enfermedades y acompañar satisfactoriamente a la persona hasta el final de su vida.

La información sobre estas terapias es esencial y, en última instancia, hay que recordar que la salud es responsabilidad de cada uno. El equipo de salud informa, educa y pone a disposición las técnicas más adecuadas, del tipo que sea, convencionales o complementarias, para que la persona trabaje para restablecer su equilibrio físico, psíquico o emocional. Los profesionales formados en estas terapias podrán aconsejarla o tratarla con las que puedan resultar más idóneas y útiles en cada momento.

Para entender y conocer qué son las terapias complementarias, es necesario conocer su origen y la perspectiva desde la que entienden el proceso salud-enfermedad.

Comentario linguistico sobre terápias complementarias y alternativas

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Historia y evolución
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Es difícil delimitar el origen y la extensión de las terapias complementarias (TC). En realidad, puede considerarse que han acompañado a la humanidad a lo largo de toda la Historia.

Desde que el ser humano ha sido considerado como tal, es sabido que ha intentado curarse y aliviar sus dolencias utilizando lo que tenía al alcance en el contexto natural más inmediato.

Eso significa que los humanos que vivieron en las cavernas ya conocían y empleaban plantas, minerales y productos animales como remedios curativos; ya preparaban infusiones de vegetales, ungüentos y cataplasmas; practicaban técnicas para cuidar de las personas y, ciertamente, también conocían y seguían conductas que favorecían la salud.

 

En los inicios de la Historia, sólo existía un modo de curar, aunque con las particularidades propias de cada asentamiento humano. Los saberes curativos eran custodiados por los más sabios, transmitidos por vía oral a sus descendientes y ampliados y cambiados en función de los contactos con otros pueblos. De hecho, todavía hoy, igual que antes, en todas las familias perviven costumbres y creencias relacionadas con la salud y la enfermedad que se han transmitido a lo largo de generaciones.

Eso no significa que las terapias complementarias y, entre ellas, las llamadas naturales, representen un conjunto de conocimientos antiguos, empíricos (basados en la experiencia), no científicos, no académicos (no reconocidos por los estudios oficiales). Al contrario, sus contenidos de conocimiento y sus prácticas en el arte y la ciencia de cuidar de la persona y curarla se han ido desarrollando y sistematizando durante siglos, paralelamente a la tecnificación y la investigación científica de la medicina que se conoce como convencional o oficial (llamada también medicina hegemónica o halopática).

Cuando todavía no se conocía lo suficiente el funcionamiento del cuerpo humano, la sabiduría para curar de algunas personas se confundía, a veces, con la magia. Esto comportó la persecución de los que tenían el saber de curar. Algunas personas, especialmente mujeres, fueron consideradas brujas o brujos y fueron perseguidas por la Iglesia. Todo el mundo conoce más o menos las persecuciones de la Santa Inquisición y la quema de brujas, que, en parte, no eran más que personas que conocían las propiedades curativas de las hierbas y otros remedios.

A lo largo del tiempo, el misterio de la curación y de los diferentes tratamientos para lograrla ha estado muy vinculado a las mujeres por el hecho de ser también las que conocían el misterio de acompañar y ayudar tanto en los alumbramientos como en la despedida de la vida. Las mujeres, como necesitaban unos conocimientos para preservar la vida desde sus inicios, han sido garantes de estos saberes desde la antigüedad hasta hoy, a pesar de las dificultades derivadas de la religión y de las diferencias sociales y de género.

En todas las pequeñas poblaciones, más que en las grandes ciudades, si se habla con la gente mayor, pueden darse grandes descubrimientos sobre el saber popular relacionado con el cuidado de las personas. En muchos pueblos todavía existe la persona que curaba a los estropeados, una figura próxima a los actuales osteópatas, que, del mismo modo que curaba a los animales, curaba a las personas, sobre todo cuando tenían un problema relacionado con los huesos. Es conocida, en este sentido, la ruta de las trementinaires de Tuixén, en la comarca del Alt Urgell, un recorrido que realizaban cada año algunas mujeres con el objetivo de recoger todas las hierbas curativas que iban a necesitar para las gentes de los alrededores.

Hablando e investigando, pueden encontrarse historias muy interesantes. En muchos pueblos de aquí y de allá han podido recopilarse extensos manuales de hierbas curativas que pueden contrastarse con los mejores compendios actuales de fitoterapia. Podrían darse muchos ejemplos, no sólo de hierbas, sino también, por ejemplo, de cataplasmas elaborados con otras substancias y de muchas otras acciones y prácticas para el cuidado y la cura.

Con el paso de los años, se han preservado unos conocimientos que, aunque inicialmente sólo eran empíricos (basados en la experiencia), finalmente han sido estudiados desde una perspectiva más científica, de modo que, cada vez más, se reconoce y demuestra su eficacia. Ello ha facilitado que aquellas formas de curar que, a veces, estaban escondidas, mal consideradas o perseguidas vayan siendo, poco a poco, objeto de un estudio académico riguroso y, lo que es más importante, estén empezando a confluir para complementarse unas a otras junto con los tratamientos convencionales, en un único camino para cuidar del ser humano del modo más integral posible.

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Objetivos
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El objetivo general de las terapias complementarias (TC) es promover un estado de salud física, mental y emocional, prevenir el viraje hacia el estado de enfermedad y paliarla, en la medida en que sea posible. De esta manera, se conseguirá la mejor calidad de vida en cualquier situación y, a través de la educación para la salud, se llegará a la mayor autonomía posible en el cuidado de uno mismo.

 

Más concretamente, con el conocimiento y la praxis de las terapias complementarias se podrá:

  • Potenciar el equilibrio entre el cuerpo energético y el físico de la persona y trabajar, así, desde una actuación terapéutica más amplia e integral ante cualquier situación de desequilibrio.
  • Promocionar una higiene corporal (mantener una postura adecuada, respirar correctamente, conservar el estado de la piel, alimentarse saludablemente...) y mental adecuadas para conseguir armonizar más al ser humano con la naturaleza que lo ha producido y el entorno en que vive. 
  • Evitar, en la medida en que sea posible, el contacto o el ingreso en el organismo de cualquier elemento que pueda ser nocivo para la persona y su desarrollo. 
  • Favorecer, mediante diferentes técnicas, la eliminación que el organismo humano a menudo inicia espontáneamente para limpiarse y restablecer sus funciones. 
  • Facilitar actitudes y comportamientos positivos ante la vida y las relaciones interpersonales, dando herramientas para elaborar las pérdidas, solucionar conflictos y superarse aprovechando las circunstancias más difíciles.

 
Los profesionales que dan consejo y asistencia a través de las herramientas diversas que aportan las terapias complementarias consideran muy importante la vertiente pedagógica e informativa de su tarea. Así, procuran explicar a los usuarios contenidos útiles para entender de una forma diferente cómo funciona el cuerpo y, sobre todo, la importancia de la interrelación entre el cuerpo, la mente y las emociones. Por otra parte, también consideran primordial ayudar a las personas a adquirir el conocimiento y la responsabilidad de cuidar de ellas mismas con el fin de poder participar de las decisiones y los tratamientos más adecuados, conjuntamente con los profesionales que les dan apoyo y ayuda.

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El proceso salud-enfermedad
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  1. Cómo actuan las terapias complementarias. Los síntomas funcionales y su valor preventivo
  2. La vida como una serie de etapas en un continuo de salud y enfermedad 
  3. Consideración del factor emocional como generador de enfermedad e importancia de la energía vital como motor del ser físico y psíquico (mental) 

 

Para entender qué son las terapias complementarias (TC), la filosofía en que se sustentan, su campo de acción y cómo, cuándo y para quién pueden ser útiles, será necesario, en primer lugar, conocer diferentes conceptos relacionados con su manera de concebir el proceso salud-enfermedad del ser humano. Por ello, a continuación se tratarán algunos conceptos clave como los síntomas funcionales, las etapas del continuo salud-enfermedad, el factor emocional y la energía vital.

Por otra parte, también se hablará de cómo estas terapias pueden complementarse con la medicina convencional. A lo largo de la vida habrá momentos en que se utilizarán sólo las terapias complementarias, otros en los que se seguirá la medicina convencional y otros en los que se combinarán las dos, según el caso y la elección de cada usuario.

La medicina oficial y las terapias complementarias consideran y practican formas diferentes de diagnosticar y de tratar la enfermedad, pero su objetivo primordial es el mismo: conseguir el máximo estado de salud para cada individuo.

En general, las terapias complementarias se basan en un conjunto de conocimientos teóricos sobre el funcionamiento del organismo humano que no considera la enfermedad como un enemigo contra el que hay que luchar y que hay que eliminar. La persona se considera una unidad formada por el cuerpo, la mente y el espíritu, de manera que el desequilibrio de cualquiera de estas partes, si no se restablece, comportará un viraje de la salud hacia la enfermedad. Es desde el conocimiento de este desequilibrio que se encontrará la manera como resolverlo. Así, pues, para saber cómo solucionar una enfermedad, en primer lugar, hay que observarla.

Las terapias complementarias se caracterizan por

  • Dar mucha importancia a un estilo de vida saludable. Una vida saludable no consiste sólo a seguir una dieta y una rutina diaria adecuadas, sino también a procurar un pensamiento y unas emociones positivas. 
  • Trabajar desde un contexto de conocimiento que busca el origen de los trastornos de salud, igual que la medicina oficial. A diferencia de ésta, sin embargo, las terapias complementarias inciden mucho más en la prevención, y suelen dar la misma importancia a las emociones, los pensamientos, los sentimientos y las creencias de las personas que al cuerpo, procurando que el componente físico esté en equilibrio con el mental y el espiritual. 
  • Tener más en cuenta cómo vive a la persona, cómo ve y experimenta la enfermedad, cómo percibe su estado de sufrimiento y, sobre todo, cuál es su actitud y su motivación para mejorar su salud. 
  • Considerar que, tal como reflejan muchos manuales clásicos de naturismo en los que se apoyan, la persona pierde la salud como más se aleja de la naturaleza (Lezaeta M, 1980). A pesar de reconocer los avances tecnológicos y químicos que, entre otros, han contribuido a disminuir ostensiblemente la morbilidad y la mortalidad del ser humano, no puede olvidarse el origen natural de la persona ni el hecho de que la naturaleza contiene aquello que se necesita para vivir en salud. Aprovechar los avances de la ciencia y del progreso no tiene que significar rechazar otros conocimientos y prácticas útiles. Aplicando las diversas terapias complementarias se están restableciendo unas formas de tratamiento que acercarán de nuevo el ser humano a la naturaleza que le es propia, aquélla de la cual proviene, la misma que es capaz de despertar las capacidades de autorregeneración que todo organismo vivo posee. 
  • Tratar el estímulo curativo desde diferentes vertientes y praxis, pero siempre con una visión holística de la persona (contemplando la totalidad del ser). Por lo tanto, dichas terapias trabajarán también en el orden de la concienciación social con respecto a todas aquellas prácticas, conocimientos y creencias individuales y colectivas que promuevan la salud en general. Y muy especialmente, para prevenir, elaborar y canalizar el malestar emocional y mental.

 

1. Cómo actúan las terapias complementarias. Los síntomas funcionales y su valor preventivo

El organismo humano recibe constantemente información y responde de modo distinto a diversos estímulos externos.

Un síntoma funcional es una respuesta del organismo que intenta adaptarse a estímulos que lo desequilibran (Asociación Nacional de Elementos Traza (1), 2003, 6).

Algunos factores o estímulos que pueden provocar al organismo humano y ponerlo en la necesidad de llevar a cabo un esfuerzo para reequilibrarse son: 

  • Los factores climatológicos, de polución, de ruido ambiental, etc. 
  • La predisposición, entendiendo como tal las tendencias genéticas (familiares). 
  • Las agresiones externas por parte de agentes que pueden infectar el organismo: bacterias, virus, parásitos, etc. 
  • Las sustancias tóxicas que provienen de la alimentación o de fármacos
  • Los traumatismos como los accidentes, las operaciones quirúrgicas, etc. 
  • El estrés psicoafectivo, profesional y social, que también genera tóxicos internos y desequilibra el sistema hormonal e inmunitario, de modo que representa un trastorno funcional muy importante.

 
Es necesario considerar que, entre la manifestación de síntomas funcionales, que significan la reacción del organismo ante un desequilibrio, y los propiamente patológicos tal como los entiende la medicina convencional, hay un espacio de tiempo que la medicina natural tiene mucho en cuenta para trabajar de forma preventiva.

Éste es el espacio en el que las terapias complementarias actuarán para prevenir contra el paso de lo funcional y, por tanto, perfectamente curable, a lo considerado patológico, es decir, una situación en la que el organismo tiene dificultades para volver a cómo era o funcionaba antes de haberse visto expuesto repetidamente al estímulo que lo ha desequilibrado.

Dicho de otro modo, no es lo mismo un resfriado, en el que los bronquios reaccionan con una inflamación y producen moco para limpiarse y dejar el árbol bronquial como antes de que se iniciara el proceso, que una afectación bronquial crónica como consecuencia de muchos años de tabaquismo que haya estropeado el tejido bronquial sin posibilidades de recuperar la función normal. Las terapias complementarias pueden trabajar, en este contexto bronquial y pulmonar, para promover una buena higiene del aparato respiratorio y prevenir contra los trastornos de salud bronquial permanentes; si la patología es irremediable, pueden dar soluciones para mejorar y conseguir el mayor bienestar respiratorio posible. En cualquier caso, siempre se intentará tratar la causa del problema de salud y se tendrá en cuenta la individualidad de cada persona.

El concepto de terreno orgánico también es muy importante para adentrarse en el modo de entender la salud y la enfermedad desde la perspectiva natural y el sustrato de las terapias complementarias. Se trata de la receptividad de los tejidos orgánicos de la persona a ser o no colonizados por microbios, o a ser o no alterados por varias sustancias que provienen del exterior o que el propio organismo ha generado como reacción a alguna injerencia. Es, pues, la predisposición a enfermar, que, como es bien sabido, es diferente en cada persona: no todo el mundo se pone enfermo con la misma frecuencia ni con la misma intensidad y localización de síntomas.

En tiempos de Louis Pasteur (1822-1895), químico y microbiólogo francés a quien se debe el proceso de pasteurización y el descubrimiento de algunas técnicas para desarrollar vacunas, se dio mucha importancia a los agentes externos con capacidad infectiva invasiva, pero después se vio que el terreno orgánico, es decir, la susceptibilidad a enfermar, puede ser más decisiva. Es por eso que, por ejemplo, cuando hay una epidemia de gripe, no todo el mundo la acaba padeciendo. Dicho de otro modo, cuando dentro de un vagón de metro una persona estornuda, los microbios lanzados al aire no afectan a todos los pasajeros.

El terreno orgánico ha sido estudiado por algunos médicos muy reconocidos. Es el caso de Gabriel Bertrand y Jacques Ménétrier, padres de la oligoterapia (que utiliza metales a dosis ínfimas para reequilibrar el organismo, por ejemplo, con la combinación de cobre, oro y plata para potenciar las defensas orgánicas) o de Claude Bernard, gran estudioso de la inmunidad y la receptividad a las enfermedades; a quien Pasteur, al final de su existencia, dirigió estas palabras: “el terreno lo es todo, el microbio no es nada” (Asociación Nacional de Elementos Traza (2), 2002, 13-14).

Así pues, el terreno orgánico se puede definir como la predisposición física y psíquica (mental) susceptible de provocar, en función de las circunstancias, una disfunción entre la salud y la enfermedad, la cual, si no se busca una solución, acabará derivando en una patología o una lesión orgánica (celular, de tejidos). Para hacer una buena prevención, pues, hay que aprender a conocer las propias tendencias. La aplicación de diversas terapias complementarias es útil para descubrir y reequilibrar estas tendencias.

Cuando una persona consulta al médico o la enfermera y explica que se encuentra mal, que las cosas no acaban de ser como antes, manifiesta, de hecho, síntomas funcionales subjetivos. Éstos podrán o no ser comprobados mediante resultados alterados de los análisis y otras exploraciones. Sin embargo, el hecho de que los resultados de estas pruebas sean negativos no quiere decir que no haya ningún problema, porque la persona, al quejarse, está reconociendo un aviso del cuerpo con síntomas no necesariamente comprobables, pero igualmente importantes, a los que las terapias complementarias podrán aportar soluciones preventivas.

También hay síntomas menos subjetivos que pueden medirse o evidenciarse de alguna manera, como las sensaciones subsiguientes a una tensión alta, una taquicardia (aumento de la frecuencia cardiaca), un broncoespasmo (estrechamiento de la luz de los bronquios), sudores profusos sin motivo aparente, algunas inflamaciones e infecciones, malestares digestivos... Se podrían enumerar muchos más. Todos ellos son síntomas que la persona define con sensaciones subjetivas, que se pueden observar mediante alguna exploración, pero todavía no objetivables con la demostración de una lesión de los tejidos orgánicos.

En definitiva, es recomendable dar importancia y consultar al médico y a la enfermera si se tienen pequeñas molestias y disfunciones con el fin de tratarlas, cuanto antes mejor, de manera adecuada, y poder disfrutar del mejor bienestar posible: físico, mental y emocional. Hay que tener presente que las terapias complementarias tienen más capacidad resolutiva cuanto menos deteriorada esté la salud de la persona.
 

2. La vida como una serie de etapas en un continuo de salud y enfermedad

Cualquier persona, a lo largo de su vida, pasa por varios estados que se han definido como salud o enfermedad. El paso de un estado al otro es una transición. La verdad, sin embargo, es que es difícil que una persona tenga un estado de salud completo en todos los ámbitos (físico, mental, emocional) o que esté enferma en toda su expresión vital. La observación demuestra que hay etapas en las que las personas tienden más a enfermar.

En la niñez, la adaptación al mundo y a la vida provoca muchas reacciones adaptativas que, en general, se traducen en enfermedades banales (leves). En la adultez, las enfermedades van siendo más estructurales (más profundas). Cuando se llega a la vejez, empiezan a ser más frecuentes las enfermedades degenerativas. Pero esto no siempre es así en todas las personas.

Normalmente, más bien se fluctúa periódicamente entre momentos de bienestar y otros en los que el malestar puede llegar a ser lo bastante importante como para que sea diagnosticado por parte de los profesionales de la salud. Por eso se hablará de un continuo entre los dos estados por los que pasa el ser humano (salud-enfermedad).

Con el fin de profundizar más en este concepto, resultará ilustrativo hacer referencia a la tabla de seis fases del doctor Reckeweg. Hans-Heinrich Reckeweg nació a principios del siglo pasado en Alemania. Fue un médico muy interesado en la anatomía, la fisiología y la química del organismo. Trabajó como homeópata y desarrolló estudios desde una perspectiva específica (Reckeweg H-H, 1992; 5-21).

Reckeweg consideraba que todos los procesos que normalmente se conocen como enfermedades eran, por una parte, la expresión de la defensa contra homotoxinas endógenas y exógenas (sustancias tóxicas generadas por el organismo o por agentes externos) y, por otra, el resultado del esfuerzo del organismo para compensar los daños ya ocurridos. En cualquier caso, consideraba que los sistemas corporales siempre intentarán preservar la vida tanto como sea posible de acuerdo con los mecanismos y las etapas que se explicarán a continuación.

Cuándo Reckeweg hablaba de homotoxinas se refería a sustancias de diversos orígenes que son nocivas para el organismo humano si éste no las puede rechazar por sus mecanismos fisiológicos naturales, unos mecanismos que el cuerpo humano pone en marcha para lavarse por dentro y eliminar los venenos. La mayoría de las enfermedades banales (aquéllas en las que no peligra la vida) serían, pues, reacciones de autolavado y auto-reparación. Así, por ejemplo, la inflamación de la mucosa y la segregación más abundante de mucosidad son reacciones ante un resfriado, una gastroenteritis banal, una irritación de la vejiga urinaria, etc. En estos casos, el organismo de la persona sana puede restablecer el estado de las mucosas, y la inflamación desaparece una vez hecha la eliminación necesaria.

Reckeweg diseñó una tabla con las seis fases por las que él consideraba que toda persona pasaría a lo largo de la vida: 

  • Excreción. Secreción y eliminación normales por parte de cualquier sistema o tejido orgánico. Es el funcionamiento de cada sistema y su automantenimiento. En esta fase se puede promocionar la salud con las herramientas que proporcionan las terapias complementarias, entre otras. 
  • Inflamación. Reacción para eliminar tóxicos que fastidian. En este momento se puede acompañar adecuadamente al organismo en su proceso eliminador mediante las herramientas adecuadas que proporcionan las terapias complementarias para este caso (dieta curativa y drenadora, higiene de mucosas, etc.). El organismo tiende a volver a la normalidad una vez acabada la tarea de limpiarse y reequilibrarse. 
  • Deposición. Hay demasiados tóxicos o incapacidad para eliminarlos y el organismo los deposita. Eso ocurre cuando el cuerpo va perdiendo la capacidad reactiva (fase 2) y empieza a depositar las toxinas. Lo hace, primeramente, en las partes de los órganos que no comprometen su funcionalidad y en tejidos blandos como, por ejemplo, diferentes zonas del tejido conjuntivo. Hay tratamientos supresores de síntomas que pueden contribuir a esta deposición porque detienen la eliminación natural. 
  • Impregnación. El depósito de tóxicos es tan importante que el organismo difícilmente puede reaccionar para eliminarlos y tiene dificultades para mantenerlos bajo control. Entonces empiezan a penetrar los tejidos en profundidad. A esta fase se llega, normalmente, con el paso de los años o con la suma de tratamientos y de actuaciones que no han permitido al organismo desarrollar sus capacidades autocurativas, pero también según la predisposición mórbida (la tendencia a enfermar) de cada persona. 
  • Degeneración. La importante impregnación mantenida por parte de toxinas diversas acaba estropeando los tejidos y, por tanto, los órganos pierden su función y empiezan a degenerar. Eso tiende a complicar, por extensión, a otros órganos y acaba en un estado de enfermedad sistémica (que afecta a una gran parte o a todo el organismo de la persona). 
  • Neoplasma. Ya no es posible detener la degeneración, que puede iniciar procesos de cáncer. Es, según la teoría de Reckeweg, el último estadio en la vida de la persona. Sin embargo, son conocidos casos de personas que, a pesar de llegar a este nivel de enfermedad, han podido superarlo y sanar con la ayuda de todos los recursos posibles de cualquier tipo (medicina convencional y terapias complementarias). Desgraciadamente, hay personas que llegan a esta fase durante la niñez.

 
Estas fases que acaban de exponerse pueden tener lugar, como se ha dicho, en cualquier tejido del cuerpo humano. El paso de unas a otras no va al mismo ritmo en las diferentes partes corporales. Cada persona tiene unas tendencias constitucionales diferentes, pero, en general, las reacciones de autolimpieza del organismo acostumbran a aparecer desde las capas embrionarias (capas iniciales del embrión humano que dieron lugar a los diferentes órganos y partes del cuerpo) más exteriores hacia las más interiores. Eso quiere decir que un cuerpo joven acostumbra a realizar sus primeras reacciones en el aparato respiratorio, el digestivo y la epidermis.

Es cierto que no se puede alargar la vida indefinidamente. También es constatable que hay líneas familiares que disfrutan de una constitución más sana y longeva y otras que tienen una historia vital más débil y enfermiza. Además, es posible que una persona sana que lleve una vida saludable y tenga al alcance todos los recursos útiles disponibles vaya cambiando de etapa en función del desgaste de su cuerpo y acabe la existencia con muchos años y el organismo poco impregnado de toxinas.

Sea cual sea la circunstancia de cada uno, desde la perspectiva del doctor Reckeweg es importante procurar mantener el organismo en las tres primeras fases tanto tiempo como sea posible. Los tratamientos complementarios quieren lograrlo procurando, siempre que sea posible, resolver síntomas sin suprimirlos, lo que no quiere decir que haya que rechazar los tratamientos convencionales cuando sean necesarios.
 

3. Consideración del factor emocional como generador de enfermedad e importancia de la energía vital como motor del ser físico y psíquico (mental)

Hasta ahora se ha hablado de la parte más física y material de la persona, a pesar de que, desde la perspectiva de las terapias complementarias, no es la más importante en la génesis de la enfermedad. Ahora hay que adentrarse en el mundo de las emociones humanas y de la energía que las sustenta para poder acabar de captar y entender los conceptos y la filosofía de las terapias complementarías.

Quien más quien menos se ha encontrado alguna vez mal o no lo bastante bien, sin poder explicar exactamente qué le pasa. En este momento, las exploraciones y las pruebas complementarias, seguramente, no pueden evidenciar ninguna alteración orgánica, pero la persona sigue sintiéndose mal. No hay dolor físico (a veces sí), pero puede estar sintiendo mucho dolor: ¿dolor del espíritu?, ¿del alma?, ¿cómo puede llamarse? Es aquella parte del ser que no se ve pero que está, aquella parte que abandona el cuerpo cuando las personas mueren. Es el cuerpo energético, que, a pesar de no verse, se muestra y se manifiesta a través de las emociones.

Si a aquella persona que está mal se le preguntara cuándo y cómo empezó este estado de falta de confort general, o bien si puede relacionarlo con algo, quizás hablando y pensando llegue a alguna conclusión. Se pueden imaginar algunas expresiones que aquella persona podría verbalizar: “desde que tuve un gran susto cuando mi hijo pequeño se accidentó”, “desde que en el trabajo pasó tal cosa”, “desde que me discutí con mi padre”, “desde que rompí con la pareja”, “hacía tiempo que sólo me pasaban cosas y tenía disgustos, una mala racha”, “desde que supe que...”, “estaba triste, sin ánimos,” etc.

Cada persona puede explicar situaciones a partir de las que empezó a tener síntomas. Son situaciones que generaron estados emocionales que la desequilibraron, que se quedaron como enquistados, es decir, que no pudieron elaborarse en su momento y que siguen produciendo dolor y sentimientos.

Todo ser humano, en su adaptación a la vida, al mundo y a su relación con los demás, desequilibra y reequilibra constantemente las emociones. En realidad, las emociones siempre existen, fluctúan como la energía, porque son una expresión de ella. El ser humano no puede existir sin sentir. Toda experiencia vital comporta un sentimiento más o menos agradable, más o menos constructivo, más o menos útil para el desarrollo personal.

Las emociones son el sustrato energético de la expresión de lo que el ser humano completo (biopsicosocial) siente cuando el organismo funciona e interactúa. Son expresión anímica o espiritual de todas las reacciones químicas y conducciones eléctricas que tienen lugar en él. Son la parte que no se ve, que sólo se siente, se nota; y que la corteza cerebral permite pensar, reflexionar, explicar y recrear. Las emociones son tan potentes que pueden modificar la parte biológica del organismo y sus funciones habituales, de modo que se generen síntomas físicos.

Igual que el dolor derivado de una enfermedad puede generar emociones como el miedo, la inseguridad, la desconfianza, la desesperanza, la rabia o la culpa, las mismas emociones, originadas por motivos no físicos, y no elaboradas convenientemente, pueden generar, con el tiempo, una enfermedad física.

Edward Bach (1886-1936) fue un gran estudioso de las emociones del ser humano. Después de haber llegado a ser un gran médico muy famoso en la Inglaterra de comienzos del siglo pasado, abandonó todos los conocimientos previos de la medicina clásica para llegar a concluir que toda enfermedad era consecuencia de las emociones. Nora Weeks, gran conocedora de Bach, habla de su filosofía con estas palabras: “... cualquier perturbación de la mente, como una preocupación, miedo o depresión continuos, no sólo tendría como resultado una pérdida de la paz y de la serenidad, sino que se comunicaría al cuerpo, a través de los nervios, y provocaría la desorganización del funcionamiento correcto de los órganos y la pérdida de tono y de vitalidad en los tejidos" (Weeks N, 1993, 50).

Desde la filosofía sobre la salud y la enfermedad que legó Edward Bach, un practitioner (persona facultada por el Centro Bach de Inglaterra para ejercer como terapeuta del sistema Bach) escribió: “Los síntomas físicos son el último recurso del espíritu, y ponen de relieve el desacuerdo emocional para que nos fijemos en él y lo tratemos” (Boletín Practitioner, 2001, n.37/3). Esta reflexión subraya un par de aspectos importantes. En primer lugar, la importancia de las emociones como antecedentes y precursoras de enfermedad, como acaba de apuntarse; en segundo lugar, el entender las emociones de falta de confort como un aviso. Y, como dice el dicho popular, quien avisa no es traidor. Dicho de otro modo, el cuerpo siempre avisa, a través de las emociones, y pone de manifiesto los cambios en su energía vital.

Las emociones no siempre saben expresarse, a menudo no se comparten, no se habla mucho de ellas. A veces, cuesta que las personas expliquen que están tristes, que muestren el dolor, la frustración, la envidia, el miedo, la inseguridad, la impotencia, la rabia... cualquier sentimiento que les cause malestar anímico. Por otra parte, la expresión emocional también es un hecho cultural.

Desde las terapias complementarias, se considera que, para poder vivir en salud, también es importante manifestar las emociones, mostrarlas, compartirlas, no esconderlas y negarlas, sino elaborarlas y canalizar la energía negativa (inconveniente, desfavorable para la persona) para convertirla en energía útil y saludable.

Por ejemplo, es muy común oír hablar de contracturas musculares. Si bien es cierto que, por un sobreesfuerzo breve, los músculos pueden sufrir una contracción más o menos permanente o contractura, es decir, quedarse duros y doloridos, también es bastante habitual que este hecho se dé a partir de un estado emocional de sufrimiento agudo o sostenido o como consecuencia de actitudes emocionales poco saludables, como la rigidez mental hacia uno mismo o hacia los demás, la impaciencia, la intolerancia, la tiranía, el control manipulador, etc.

Cuando la tensión emocional se mantiene en el tiempo y no se relaja, empiezan a aparecer, por diferentes vías, trastornos mentales o físicos. Así, por ejemplo, las emociones que provocan la contracción de algunos músculos de la espalda pueden acabar acortando los espacios intervertebrales de la zona y, a la larga, comprometer las raíces nerviosas que provienen de la médula. Como consecuencia, tarde o temprano, si no se pone remedio, los órganos que dependen de aquella inervación se verán afectados en sus funciones.

Por otra parte, si se estudian los mecanismos bioquímicos del estrés, se puede entender cómo las emociones, desde el cerebro medio, desencadenan cambios hormonales que, si no se reequilibran, acaban influyendo en los diferentes sistemas orgánicos y alteran de manera importante la inmunidad, lo que puede comportar muchos perjuicios. En definitiva, un sistema emocional saludable promueve la salud general del individuo.

La relación entre el componente físico, el emocional y el mental se establece a partir de la energía. Así, el primer trastorno siempre es energético y da paso a una manifestación psicoemocional, cuyo tratamiento puede prevenir la enfermedad física, evitar tratamientos más agresivos y reducir la medicación (Torres, 2006, 227). En este orden y con esta prioridad, las terapias complementarias trabajan promocionando la salud y previniendo la enfermedad.

En resumen, los sentimientos de las personas siempre se manifiestan con unas actitudes ante la vida y las relaciones con el entorno y con los demás. El que estas actitudes sean positivas o negativas va a condicionar el bienestar o el malestar emocional de la persona, su energía positiva o negativa (favorable o desfavorable, conveniente o inconveniente) –en definitiva, su estado de salud o de enfermedad. Porque, en conclusión, el sentimiento y la actitud afectan a la bioquímica del cerebro, y éste es el que dirige al cuerpo material.

La siguiente ilustración muestra la dinámica por la que todo se inicia con una alteración energética que provoca un trastorno psíquico (mental) que, a su vez, se manifiesta con un síntoma funcional que acabará por ocasionar, si no se remedia, una lesión orgánica.

Ver imagen: Como las emociones desfavorables pueden generar enfermedad

Esta aportación de la teoría energética de la enfermedad y del abordaje emocional en la prevención es quizás lo más destacable y diferente que las terapias naturales y complementarias pueden ofrecer. Por otra parte, hay que tener presente que muchas de estas terapias también actúan en el ámbito químico o físico. En realidad, de la misma manera que los diferentes aspectos del ser son indisociables, no puede considerarse que una terapia actúe sólo en un ámbito. Más adelante, se presentará una clasificación, según el ámbito sobre el que actúan, de algunas de las diferentes terapias complementarias para intentar restaurar el equilibrio y la armonía de cuerpo, la mente y el espíritu.

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Última modificación: 06/03/18 14:23h

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