Autor/a
Eulàlia Vidal Garcia
Farmacéutica especializada en nutrición
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Información general

Descripción
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El código de la Comisión Europea contra el cáncer deja absolutamente claro que la dieta es, junto con el tabaco y la exposición a sustancias carcinógenas, uno de los factores más importantes relacionados con el cáncer. Durante los últimos años se han hecho numerosos estudios sobre la relación entre alimentación y cáncer, y, aunque los resultados en ocasiones son contradictorios, sí se ha establecido una relación directa entre la aparición de algunos tumores y los hábitos alimentarios. De hecho, ciertas pautas dietéticas pueden ser más determinantes en la aparición de algunos tipos de cáncer que la herencia genética. En consecuencia, muchos cánceres se pueden evitar si se adopta un estilo de vida saludable.

 

En condiciones normales el sistema inmunitario detecta y destruye las células malignas (también conocidas como cancerígenas o cancerosas) con rasgos típicos de comportamiento y crecimiento descontrolado. Este sistema necesita, para funcionar de manera óptima, determinados nutrientes (fundamentalmente vitaminas y minerales) que aporten una alimentación equilibrada. La desnutrición, esto es, la falta no solo cuantitativa, sino también cualitativa en la dieta habitual, repercute negativamente en el sistema inmunitario, ya que disminuye su eficacia preventiva en el desarrollo de tumores.

Por otra parte, el cáncer afecta directamente el estado nutricional, ya que altera el metabolismo del cuerpo y provoca una pérdida de apetito. En lo que respecta al metabolismo, se incrementa la demanda de energía (es decir, se necesitan más calorías) y se producen cambios individuales en la capacidad del cuerpo para descomponer los carbohidratos, las proteínas y las grasas. Todo esto provoca la pérdida de músculo y de grasa. La pérdida del apetito asociada con el cáncer probablemente es el resultado de cambios físicos, pero también puede deberse a una respuesta psicológica a la enfermedad.

Por todo eso es necesario hacer una buena prevención, siguiendo unos hábitos de alimentación correctos, es decir, adoptando una alimentación saludable. También durante y después del tratamiento (ya sea cirugía, radioterapia o quimioterapia) es muy importante mantener el mejor estado nutricional posible, ya que todos estos tratamientos, en menor o mayor grado, dan lugar a una serie de alteraciones digestivas, como pueden ser: pérdida de apetito, náuseas, vómitos, gases, diarreas, estreñimiento, sequedad de boca y alteraciones del gusto y el olfato. 

Consejos de salud: Alimentación saludable


Por lo tanto, es muy importante el apoyo profesional tanto para planificar una dieta personalizada antes de empezar el tratamiento como para poder mantener a la persona en un buen estado nutricional mientras dure.

 
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Objetivos
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Con una intervención nutricional se consigue: 

  1. Prevenir el desarrollo de varios tipos de cáncer. 
  2. Tener un buen estado nutricional antes de iniciar cualquier tratamiento. 
  3. Durante y después del tratamiento, aportar todos aquellos nutrientes que son necesarios para poder: 
    • Conseguir o mantener un buen estado nutricional. 
    • Conseguir o mantener un buen estado inmunológico. 
    • Reparar cualquier daño celular que origine el cáncer o el tratamiento. 
    • Mejorar la eficacia del tratamiento. 
    • Mejorar la tolerancia a los tratamientos. 
    • Mejorar el estado general y la calidad de vida de la persona.
 

 

  
Para poder conseguir estos objetivos es muy importante seguir toda una serie de recomendaciones que se darán más adelante.
 

Evolución y breve historia
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La idea que el cáncer se puede prevenir mediante una dieta no es nueva. Hace ya más de 100 años diferentes autores sugirieron que algunos hábitos alimentarios podían ser causa de cáncer.

Las primeras evidencias sobre la relación entre alimentación y cáncer son de unos estudios experimentales en animales que se realizaron en los años 40. Posteriormente se hicieron numerosos estudios ecológicos y de migraciones humanas que mostraron que la incidencia y la mortalidad por cáncer de mama, colorrectal y próstata están correlacionadas positivamente con los alimentos más típicamente consumidos en las sociedades occidentales, como carne, grasas totales y grasas de origen animal, y azúcares refinados, y negativamente con el consumo de alimentos vegetales, tales como legumbres, cereales y fibra vegetal.

 

En los años 70 se empiezan a tener evidencias científicas de que la dieta, junto con el tabaco y las exposiciones a sustancias carcinógenas en el medio laboral, son los tres factores más importantes relacionados con el cáncer.

En 1984, en el Instituto Nacional del Cáncer de los EEUU, se publicó que un 35 % de los tumores tenían su origen o estaban relacionados con la alimentación. Por lo tanto, ya hace 15 años que los expertos sitúan los malos hábitos alimentarios como un factor de riesgo de desarrollar cáncer.

En 1997 el Fondo Internacional para la Investigación del Cáncer y el Instituto Americano para la Investigación del Cáncer publicaron un exhaustivo informe titulado Alimentos, nutrición y prevención del cáncer: una perspectiva global, en que se estableció que adoptar unos hábitos alimentarios más sanos puede reducir el número de casos anuales en todo el mundo entre un 30 % y un 40 %. Si a ello se le suma el dejar de fumar, los porcentajes de reducción pasarían al 60 % o al 70 %.

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Recomendaciones preventivas
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La alimentación juega un papel muy importante tanto durante el tratamiento (quimioterapia, radioterapia o cirugía) como después; por lo tanto, las recomendaciones nutricionales dependerán de la fase en la que se esté.

 

Recomendaciones dietéticas asociadas a la prevención del cáncer: 

 

  • Hay que seguir una dieta rica en frutas y verduras, ya que aporta fibra dietética y micronutrientes (llamados así porque la cantidad que se ingiere de ellos en la dieta diaria es pequeña, unos miligramos y a veces menos). Entre estos últimos los que más claramente han demostrado su efecto protector frente al cáncer son las vitaminas A –retinoides y betacarotenos–, C y E, y el selenio. Las evidencias demuestran que el consumo diario de 5 raciones de fruta y verdura reduce significativamente el riesgo de aparición de una amplia gama de tumores, especialmente de esófago, estómago, colon, recto y páncreas. 
  • Conviene aumentar el aporte de alimentos ricos en fibra a 20-30 gramos al día, y consumir habitualmente, además de frutas y verduras, pan, cereales integrales y legumbres. El aumento del contenido de fibra de la dieta parece tener un claro efecto protector fundamentalmente frente al cáncer de colon y de mama. Pero también parece ser útil frente a los cánceres de boca, faringe, esófago, estómago, endometrio y ovario. Entre otros efectos, la fibra dietética reduce el tiempo de tránsito intestinal y aumenta el peso y el volumen de las heces, lo que conlleva un aumento de la frecuencia de evacuación, una mayor dilución del contenido del colon y la absorción de sustancias orgánicas e inorgánicas que de otra forma podrían reaccionar con la mucosa del colon. 
  • Los alimentos hay que cocinarlos: 
    • Hervidos, asados, cocidos y al vapor. 
    • Si se fríen, hay que hacerlo a la temperatura adecuada, hay que desechar el aceite sobrecalentado y no hay que reutilizarlo varias veces. Se recomienda el aceite de oliva porque es el que mejor resiste las altas temperaturas sin descomponerse. 
    • No hay que abusar de la parrilla o la barbacoa porque cuando la grasa se funde sobre las ascuas se forman sustancias cancerígenas. 
  • No se tiene que abusar de alimentos salados y conviene restringir la sal en la cocina y en la mesa. Su consumo total debe ser inferior a 6 gramos al día. 
  • Hay que limitar los alimentos ahumados y adobados caseros. El ahumado natural provoca la formación de sustancias cancerígenas. Estudios epidemiológicos internacionales sugieren que las poblaciones que consumen dietas ricas en alimentos ahumados, salados y adobados, presentan mayor incidencia de cáncer de esófago y estómago. 
  • Conviene limitar el aporte de grasa de la dieta a menos del 30 % de las calorías totales reduciendo el consumo de: 
    • Carne roja (ternera, buey, cordero, cerdo y caballo); hay que sustituirla por carne magra, pescado, pollo sin piel y conejo. 
    • Grasas de origen animal, como la grasa de cerdo y la mantequilla. En su lugar hay que tomar leche y derivados lácteos desnatados y utilizar aceite de oliva tanto para cocinar como para aliñar. 
    • Margarinas y ciertas grasas vegetales como el aceite de palma y el aceite de coco. 
  • Hay que evitar el consumo de alcohol o reducirlo, en el caso de las mujeres, a un vaso o un botellín pequeño de bebidas alcohólicas de baja graduación (cerveza, sidra o vino) por día y, en el caso de los hombres, a dos unidades, también diarias. El consumo de alcohol aumenta el riesgo de cáncer de boca, faringe, laringe, esófago, hígado, colon, recto y mama. El riesgo tiende a incrementarse con el aumento de la cantidad de alcohol que se ingiere. Las personas que consumen simultáneamente alcohol y tabaco tienen entre 10 y 100 veces más riesgo de cáncer en comparación con las que no lo hacen. 
  • Se tienen que evitar la obesidad y el sobrepeso mediante un aporte calórico moderado y la realización habitual de ejercicio físico adecuado. No hay que hacer dietas cargadas de alimentos energéticos. La obesidad es un factor de riesgo para el cáncer de mama, cuello uterino, colon, endometrio, vesícula biliar, riñón, ovario, próstata y tiroides. Los hombres con un sobrepeso del 40 % tienen un 35 % más de probabilidades de morir de cáncer, especialmente de colon y recto. Las mujeres con un 40 % de sobrepeso tienen un 160 % más de probabilidades de morir de cáncer, especialmente de vesícula biliar, mama, cuello uterino, endometrio y ovario.
 

 

  
Consejos de salud: Alimentación saludable  
Consejos de salud: Actividad física

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Última modificación: 23/02/21 12:14h

Comentarios

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Gladis 28 de Enero de 2021
Les agradesco las reseteas que tienen para enfermos que les dio canser. Les recomiendo a todos
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