Información práctica

Estructura y función del cuerpo humano
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Los sistemas de la estructura y función del cuerpo humano, más directamente relacionados con el desarrollo de esta actividad de la vida diaria, son:

 

La persona, hombre o mujer, de cualquier edad o condición, es un ser multidimensional integrado, único y singular, de necesidades características y capaz de actuar deliberadamente para alcanzar las metas que se propone, asumir la responsabilidad de su propia vida y de su propio bienestar, y relacionarse consigo mismo y con su ambiente.

La idea de un ser multidimensional integrado incluye las dimensiones biológica, psicológica, social y espiritual, todas las cuales experimentan procesos de desarrollo y se influencian mutuamente. Cada una de las dimensiones en que se describe a la persona se encuentra en relación permanente y simultánea con las otras, formando un todo en el cual ninguna de las cuatro dimensiones se puede reducir o subordinar a otra ni puede ser contemplada de forma aislada. Por consiguiente, ante cualquier situación, la persona responde como un todo con una afectación variable de sus cuatro dimensiones. Cada dimensión comporta una serie de procesos, algunos de los cuales son automáticos o inconscientes, y otros, por el contrario, son controlados o intencionados.

Teniendo en mente este concepto de persona, y sólo con fines didácticos, pueden estudiarse aisladamente las modificaciones o alteraciones de algunos de los procesos de la dimensión biofisiológica (estructura y función del cuerpo humano) implicados en el desarrollo de esta actividad de la vida diaria:

 

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Relación con otras actividades de la vida diaria
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La comunicación es imprescindible para hacer saber a los otros que hay actividades vitales que no pueden iniciarse o completarse y que, para llevarlas a cabo con éxito, se necesita su ayuda. Ante los cambios o las situaciones nuevas la persona responde con cambios fisiológicos y de comportamiento expresados mediante variaciones en los patrones habituales de las actividades de la vida diaria. De esta manera estas variaciones se convierten en manifestaciones que comunican el estado emocional de la persona.

 

A través de la respiración también se expresa la tristeza, la alegría o el bienestar. La expresión de las emociones se acompaña de cambios en la frecuencia respiratoria. Aunque estas manifestaciones pueden controlarse, cuando son auténticas su manifestación no se domina. También el dolor en sus distintos grados puede expresarse con cambios en el ritmo; por ejemplo, el fuerte dolor se acompaña con inspiraciones profundas y a veces superficiales.

La persona también puede comunicar su estado emocional a través de su comportamiento con la comida. La tristeza y la angustia se acompañan de inhibición en el deseo de comer o con masticación lenta. Ante el nerviosismo algunas personas pueden tener una pauta contraria que las lleva a comer más de lo que habitualmente comen, ya que esto les produce alivio. El miedo y el asco pueden eliminar el deseo de comer, al igual que la sorpresa o el interés.

Así mismo, los cambios emocionales pueden reflejarse en un incremento de la frecuencia urinaria o en un aumento o una disminución del patrón de defecación; suele tratarse de personas que tienden a tener estreñimiento o diarrea.

La persona puede comunicar su estado emocional no sólo mediante los gestos y la expresión no verbal, sino por cambios en su psicomotricidad. Así, la hiperactividad es reflejo de ansiedad y falta de concentración o atención. El nerviosismo puede producir movimientos repetitivos de los dedos, los pies o las piernas, balanceos, cambios de postura muy frecuentes y falta de concentración y escucha. Dormir en exceso también puede manifestar tristeza, o no conciliar el sueño puede revelar preocupación, culpa o miedo.

Los cambios de los patrones habituales en todas y cada una de las actividades de la vida diaria son tan diversos como diferentes son las respuestas de cada persona. Por ello la observación y la autoobservación del cambio de manifestaciones habituales puede ayudar a identificar respuestas y afrontamientos de situaciones que están poniendo a prueba el bienestar psicológico de la persona.  



Evitar peligros y prevenir riesgos

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En función del grupo de edad y la etapa de desarrollo
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La interacción y la comunicación se ven influenciados, además de por condicionantes socioculturales, por aspectos como la edad y la etapa de desarrollo, y por algunas situaciones patológicas y los efectos de determinados medicamentos.

La interacción y la comunicación de la persona cambian en cada fase de la vida como respuesta a los cambios de los órganos de los sentidos, a los cambios emocionales y al aprendizaje.

En el aprendizaje, la infancia es un momento crítico. Existe una predisposición biológica que media en la forma de responder al ambiente, el temperamento, a partir del cual se experimentan las primeras experiencias sociales en las que la persona inicia su aprendizaje de la comunicación y comienza a desarrollar habilidades para la interacción. Los niños aprenden así cuales son las conductas más apropiadas para obtener de su ambiente aquello que necesitan. Por ejemplo, si el hecho de llorar para conseguir alimento o el hecho de sonreír para lograr la atención de los otros permite obtener estas metas, lo seguirán haciendo en el futuro como medio para conseguir estos fines; de lo contrario, si no les permite conseguirlo, lo dejarán de utilizar y desaparecerán del conjunto de conductas potenciales para la interacción. Otra estrategia de aprendizaje es la imitación, y es un modelo a imitar cualquier persona del medio, incluidos los personajes de ficción. Ahora bien, el factor más crítico para el aprendizaje de la interacción social es el modelado que ofrecen los padres. Los niños observan a sus padres interaccionando con ellos y con otras personas y aprenden su estilo verbal y no verbal. Los adolescentes y los niños tienden a imitar a quienes les superan en edad; y, en general, las personas adultas imitan a quienes tienen su misma edad y sexo y les resultan más atractivos porque presentan valores o intereses que comparten. 


El desarrollo de la comunicación y de la interacción se moldea durante el ciclo vital: 1. Intrauterino, 2. Recién nacido, 3. Preescolar, 4. Escolar, 5. Adolescente, 6. Adulto joven, 7. Adulto maduro, 8. Adulto mayor medio y avanzado.

 

1. Intrauterino

La primera experiencia sensorial es la táctil. En el vientre materno, el feto, cuando aún no tiene ni ojos ni oído, ya reacciona ante los estímulos táctiles.

Durante el embarazo, la madre se crea una imagen de su hijo a partir de la cual se relacionará con él. Las vivencias de la madre, sus reacciones emocionales, los estímulos ambientales, etc., se transforman en cambios corporales. Por ejemplo, los cambios en el ritmo cardiaco producen cambios en el mundo de estímulos del feto. Los movimientos del feto adquieren un significado para la madre, que la incitan a hablarle, a tocarlo, etc., y ello supone, a la vez, una nueva estimulación para el feto. El feto reacciona a los sonidos, puede distinguir entre la voz de un hombre y la de una mujer, y responde de forma particular a la voz de su madre.

La voz humana es para el feto un elemento de continuidad entre su vida intrauterina y la extrauterina. El diálogo establecido durante el embarazo favorece tanto en el bebé como en la madre el establecimiento del vínculo, la conducta de apego. 


2. Recién nacido

Al nacer comienza su interacción con el ambiente y comienza a recibir respuestas a través del tacto, e inicia así su aprendizaje emocional. Los niños muestran predisposición para la comunicación desde el nacimiento; se habla de la comunicación prelingüística. Muestran una preferencia por la voz de la madre frente a la de cualquier otro adulto, y se inicia así la conducta de apego, la tendencia a buscar la protección de los otros que permite lograr o conservar la proximidad con alguien a quién se percibe más capacitado para hacer frente al mundo. Su sensibilidad al sonido se suma a la del olfato. Al segundo día de vida distingue el olor de la leche materna. Emplea sus capacidades olfativas para relacionarse con la madre y percibir el ambiente.

El recién nacido se encuentra inmerso en un mundo de sensaciones agradables y desagradables. Comunica que no está bien a través del llanto, momento en que se hinchan las fontanelas anterior y posterior. Acompaña el llanto de gritos fuertes y vigorosos. En las primeras semanas el llanto no produce lágrimas. No distingue entre yo y los otros. Posee una distinción rudimentaria de los colores y las formas. Reacciona a los ruidos fuertes y repentinos.

Manifiesta el confort con la relajación de su cuerpo. Un entorno confortable de luz y de temperatura favorece su desarrollo. Se debe acompañar una voz cálida con los tonos apropiados. El contacto con los hermanos y los padres ayuda a comunicarse a través del tacto y de los olores. Es importante responder a su incomodidad con medidas que le alivien y le tranquilicen.

Aunque cuente con las capacidades y las tendencias necesarias para comunicarse e interaccionar, este proceso requiere tener a alguien con quien hacerlo. La calidad de la relación establecida con la madre −o su sustituto− tiene una gran importancia para el desarrollo de las destrezas comunicativas, pues el paso de la precomunicación a la comunicación dependerá, en gran medida, de su sensibilidad para captar las señales del bebé y de su capacidad para interpretarlas y ajustar su forma de responderle. 

 

Neonato-lactante (del nacimiento a los 18 meses)

Hacia la cuarta u octava semana aparecen la sonrisa y los gestos de placer ante la presencia de otras personas, que se expresan mediante la mirada, el movimiento de los brazos y las piernas y las sonrisas.

En los primeros meses el bebé localiza donde está el ruido, es capaz de distinguir los ruidos familiares de los desconocidos. Prefiere la cara y la voz humanas a otros estímulos y tiene la capacidad de imitar sonidos y gestos humanos. Con dos o tres semanas los bebés son capaces de imitar conductas de los adultos de manera inmediata, como por ejemplo sacar la lengua. Con seis semanas son capaces de reproducir algunos gestos de los adultos cuando están delante de ellos y en su ausencia. Alrededor de las cuatro a ocho semanas aparece la sonrisa social.

De las seis semanas hasta los seis meses el niño necesita interaccionar con otros humanos, necesita su contacto y llora si se le deja solo. Empieza a vincularse más estrechamente a la madre. Su conducta se centra en ella. Sonríe, balbucea y la sigue con la mirada más que al resto de las personas.

Hacia el sexto mes de vida el niño comienza a combinar sonidos emitiendo balbuceos. Estos sonidos se consideran una comunicación intencional que aparece normalmente durante los intercambios afectivos con los adultos.

De los seis a los ocho meses hasta los dieciocho a veinticuatro meses, el vínculo con la madre está establecido y el bebé muestra enfado y ansiedad cuando se le separa de ella. Suelen sentir tranquilidad sólo con el contacto de la madre; llora si, en presencia de la madre, le toma en brazos otra persona, aunque sea un familiar muy cercano. Sus conductas suelen dirigirse a captar la atención de la madre. Expresa su malestar y la pérdida de placer, el aburrimiento, el cansancio y las otras necesidades mediante gritos y llanto.

Al nacer es posible distinguir todos los sonidos que constituyen cualquier idioma humano, pero, una vez aprendido uno de ellos, esa sensibilidad desaparece. No importa cual sea la lengua materna que se aprenda, en este proceso se siguen siempre las mismas fases: balbuceo, frases de una sola palabra y frases de dos palabras con sintaxis y habla compleja. El ritmo con el que se pasa por cada fase varía entre los niños, aunque la edad media en que se produce cada paso es la misma en todas las culturas.

El periodo sensible para el aprendizaje de la lengua se sitúa entre los dos años y la pubertad. Después de ésta, la capacidad de aprender una lengua con facilidad se reduce. Los niños poseen una capacidad innata para aprender el lenguaje. Si están en contacto con una lengua la aprenden con rapidez sin necesidad de recibir una enseñanza específica.

Alrededor de los doce meses, el interés del niño por el rostro humano va cambiando, y alrededor del año los objetos del entorno empiezan a captar más su atención que la del cuidador. Comienzan a señalar objetos implicando a otras personas para tratar de llamar la atención para obtener el objeto o tratar de compartir la atención sobre el objeto con la otra persona. La exposición, la estructuración y la imitación de los sonidos de la lengua a la que está expuesto hacen que al final del primer año tenga cierta comprensión de dicha lengua y empiece a emitir las primeras palabras.

Es conveniente hablarle mucho, con ternura y en el tono adecuado, y alentarlo a producir vocalizaciones y sonidos. El cuidador debe esforzarse por interpretar su mímica y sus expresiones vocales. El hecho de enseñarle de dónde proceden los ruidos y ponerlo en contacto con los objetos le ayudará a conocer el entorno.

 

3. Preescolar (de 19 meses a 5 años)

En esta edad el lenguaje surge progresivamente. Es capaz de representar el mundo con palabras y puede manifestar más claramente sus deseos, problemas, necesidades y pensamientos. A partir de los dieciocho meses inicia el habla telegráfica, cuando el niño dispone de un número de palabras y las organiza para realizar emisiones creativas y originales. Durante el segundo año de vida se produce un espectacular uso del lenguaje. Hay un avance de la utilización intencional de los monosílabos a la emisión de secuencias de dos sílabas, que el adulto puede identificar como una palabra. Aproximadamente hacia los dos años y medio, el niño ya construye frases más largas e incorpora reglas gramaticales. A los tres años el léxico crece, va avanzando en la pronunciación y aplica el uso correcto del género, por ejemplo, el sol y no la sol. A los cuatro años se puede decir que domina las construcciones de las frases y tiene un repertorio fonético casi completo.

El niño desarrolla el pensamiento simbólico, lo que le lleva a dar valor y significado a los objetos y a las conductas propias y las de los otros. Manifiesta su desconcierto ante la frustración y su oposición ante las prohibiciones. Aunque es capaz de relacionarse con otros familiares adultos y otros niños, sigue apegado a la figura materna. El niño puede representarse mentalmente a la madre, de este modo es capaz de predecir que volverá una vez que se ha ido y ello elimina la experiencia de riesgo a perderla. A los tres años emplea distintos métodos para controlar la interacción con su madre y logra que ésta pacte con él algunos de sus tiempos de separación. Establecido un vínculo sólido con el niño, no necesita de la presencia física de la madre de forma permanente, pues sabe que contará con ella cuando así lo necesite.

Alrededor de los cuatro años descubre sus capacidad de pensar, “de hablar consigo mismo sin voz”, e interacciona haciendo uso de la memoria. Su comunicación y su razonamiento son egocéntricos, sólo es capaz de considerar su punto de vista. A esta edad explora sus genitales, toma conciencia de las diferencias sexuales y experimenta placer.

Para su desarrollo comunicativo es conveniente favorecer la expresión de experiencias, descubrimientos, ideas y sentimientos. Así mismo, variar los modos de expresión, ampliar palabras, utilizar juegos diversos, fomentar la música, la expresión corporal y los órganos de los sentidos también ayuda en el desarrollo de su comunicación. En este sentido, es importante ir ampliando progresivamente el círculo de relaciones con personas conocidas y enfrentarle a diferentes ambientes.

La experiencia de éxito y fracaso en las tareas que emprende y las respuestas que recibe de los otros ante ello llevan al niño a sentir competencia o inadecuación, lo que representa el primer paso en la construcción de uno de los dos componentes de la autoestima. La sensación de valía incondicional, el segundo componente, empieza a desarrollarse con la percepción de la aceptación de sus características, la experiencia de ser querido y ser aceptado que le devuelven sus padres. La imagen de sí mismo que los padres le devuelven al niño es el material a partir del cual éste parte para construir el autorespeto. 


4. Escolar (de 6 a 12 años)

Es capaz de expresar sus necesidades, pensamientos, emociones y problemas siempre que su entorno sea favorable a la comunicación. Su lenguaje es más elaborado y aplica el razonamiento y la lógica; ocasionalmente, puede ser desde crítico hasta jactancioso. Selecciona sus amistades, con las que comparte y adquiere conciencia de grupo y de pertenencia.

Para fomentar un desarrollo de comunicación saludable es necesario estar atento a la expresión de sus ideas, de sus conocimientos y de sus preocupaciones. Le favorece estimular la apertura de la red de amigos y el desarrollo de lazos con los hermanos. Es importante respetar su intimidad y no desvelar sus confidencias y secretos.

La capacidad del niño de evaluar por sí mismo sus acciones y sus características comparándolas con los valores sociales y las normas hace que la construcción de su autoestima dependa en mayor medida de sí mismo. Al mismo tiempo, al ampliarse su mundo social (escuela, amigos, etc.), obtiene información sobre su competencia y valía de múltiples fuentes, que, de acuerdo con las experiencias vividas en su primera infancia, podrá comparar y a partir de las cuales podrá llegar a sus propias conclusiones.

En este momento de la vida, con la autoestima ya formada, la idea que el niño tiene acerca de ésta incide en su conducta y afecta a sus percepciones, vivencias, propósitos y expectativas, a la vez que participa en la creación de hábitos de interacción con los demás más o menos útiles y asertivos. 

Infancia  

Chico y chicas hablando amistosamente

 


5. Adolescente (de 12 a 18 años)

En esta etapa la persona se “queda sin voz”, enmudece en sus relaciones con los adultos y sus respuestas se circunscriben a monosílabos. Puede tener manifestaciones excéntricas, de provocación, para llamar la atención de los otros y para sentirse diferente. Tiene conductas ambivalentes, por un lado, se revela contra su familia y, por otro lado, puede pedir apoyo de un adulto ajeno a ésta. Se arraiga en él un sentido de pertenencia al grupo y va descubriendo los roles sexuales y su identidad sexual. Se puede iniciar en las primeras relaciones sexuales. 

Es bueno que encuentre un adulto de referencia que muestre disponibilidad para la escucha y la empatía. Se debe estimular que se integre en grupos variados y que descubra el compromiso de la amistad y la relación amorosa.

En la interacción social entre iguales, empieza a tomar conciencia de la autoestima y la autocompetencia al valorar sus logros o fracasos académicos y afectivos. 

Adolescencia

 

6. Adulto joven (de 19 a 25 años)

El adulto joven, con los distintos roles que desempeña, suele contar con una red variada de personas con las que tiene que comunicarse. La socialización profesional le lleva a desarrollar diversas y complejas maneras para comunicarse e interaccionar. Desarrolla la necesidad de mantener relaciones de amistad, profesionales y amorosas. Comunica su personalidad a través de gustos, colores, música, aficiones, etc.

Para mantener unas relaciones sanas y eficaces es necesario conocer y llevar a cabo las normas codificadas de comunicación que se aplican en cada contexto y situación. Mantener una actitud de asertividad y de diálogo y negociación permite mejorar el autoconcepto y la autoestima. Encontrar la complementariedad en los diferentes tipos de relaciones, familiares, sociales y profesionales ayuda a su bienestar psicológico.

La autoestima es consciente y reflexiva. Va a ir evolucionado a lo largo de la vida a partir de experiencias de aceptación o rechazo, de logros o de fracasos, mediadas por el medio social y cultural, más que por el marco familiar. 


7. Adulto maduro (de 26 a 65 años)

En este amplio rango de edad no se pueden encontrar grandes diferencias. Las estrategias de comunicación e interacción están consolidadas en la etapa anterior. En esta etapa cobra mucho valor la comunicación de manera íntima y armoniosa con los amigos y la familia. La estabilidad de la pareja da seguridad. En edades más avanzadas, cercanas a la jubilación, en algunas parejas pueden surgir tensiones conyugales por el hecho de romper las rutinas. En otros casos, se redescubre la vida en pareja.

En etapas más avanzadas, la persona afronta la soledad y descubre la libertad. Puede vivir un periodo de desencanto al detectar cambios en sí mismo y al sentirse extraña con los demás. En edades más avanzadas surgen dificultades en la comunicación que derivan de la jerga generacional y profesional.

Para atenuar los efectos de la jubilación, es necesario equilibrar las relaciones amistosas de distintos ámbitos y las familiares. En caso de déficits sensoriales, como la pérdida de vista u oído, es importante corregirlos para no crear barreras en la comunicación. Así mismo, las personas mayores acusan la ausencia de interlocutores con los que establecer comunicación. 

Adultez

 

8. Adulto mayor, adulto mayor medio y adulto mayor avanzado (de 66 a 74 años, de 75 a 84 años y de 85 en adelante

Disminuyen las relaciones de algunos ámbitos, como la del ámbito profesional. Las reacciones cambian, sobre todo cuando se enfrentan a la pérdida de la pareja, con lo que se rompe la interdependencia entre los cónyuges. A medida que se van cumpliendo años, se produce una mayor separación intergeneracional, la persona mayor no comparte gustos ni formas de comunicación con las generaciones más jóvenes, y ello le lleva a sentirse diferente y en muchos momentos excluido.

En edades avanzadas, los déficits sensoriales y la disminución de la voz dificultan la comunicación, hacen que el diálogo sea difícil. El discurso suele estar centrado en quejas funcionales y en la soledad. Pueden parecer huraños y mostrar desconfianza ante los extraños, soportar mal las reuniones concurridas y necesitar más tiempo de relajación que de comunicación. No suelen querer establecer nuevas relaciones por miedo a perder a su interlocutor.

En esta etapa es necesario mantener y fomentar los contactos con el exterior con interacciones con familiares, amigos y vecinos, y mantener, según sea la resistencia de la persona mayor, un equilibrio del tiempo entre las relaciones comunicativas con periodos de descanso. Hay que evitar el bombardeo de estímulos sensoriales. Para suplir sus déficits sensoriales se aconseja situarse enfrente de la persona, hablarle despacio, escucharle y reformular las preguntas. Alentar que exprese sus emociones y preocupaciones le ayuda en su bienestar psicológico. 

Vejez 

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Factores que influyen en el desarrollo de la actividad
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  1. En función de la patología

    1.1 Trastornos que alteran la percepción y la emisión del mensaje; 1.2 Trastornos en la captación y la comprensión del mensaje1.3 Otros trastornos1.4 Problemas de interacción
  2. Relacionadas con el tratamiento

La interacción y la comunicación se ven influenciados, además de por condicionantes socioculturales, por aspectos como la edad y la etapa de desarrollo, y por algunas situaciones patológicas y los efectos de determinados medicamentos.

 

1. En función de la patología

Cuando la persona tiene una enfermedad o un trastorno que afecta a la emisión del mensaje y a la captación del mismo, pueden verse afectados tanto la interacción social como el aprendizaje y la expresión emocional. Aunque las afectaciones y los trastornos que involucran a la comunicación e interacción son múltiples y complejos, los más frecuentes son: 

 

1.1 Trastornos que alteran la percepción y la emisión del mensaje 

  • Disfunciones del aparato fonador: pueden dificultar la vocalización, como la disfonía o la afonía.  

  • Trastornos de los órganos de los sentidos: cualquier alteración que produce una alteración de los órganos de los sentidos dificulta la captación de estímulos y mensajes, como por ejemplo las sorderas o las llamadas hipoacusias. Éstas son producidas por alteraciones en la transmisión del sonido desde el conducto auditivo externo, pasando por el tímpano y la cadena de huesecillos, o por alteraciones en la percepción, cuando se afecta el sistema nervioso, especializado en la transformación de las vibraciones sonoras en señales nerviosas y que está situado en el oído interno. Merece especial atención el caso de la otitis media, una inflamación del oído medio que puede ser aguda o supurativa y que se acompaña de una pérdida de audición repentina o gradual. 

     
  • Afectaciones del hemisferio derecho cerebral o patología del cerebelo: pueden dificultar hablar con claridad, es decir, que provocan disartrias. Estas alteraciones no son atribuibles a cuestiones mecánicas. Las hemorragias cerebrales o la enfermedad de Parkinson, por ejemplo, se asocian a dificultades del habla y de la escritura, a lo que se le añade la dificultad de expresar ideas. Las lesiones en el hemisferio derecho generan aprosodia, es decir, una alteración en la entonación, el ritmo y el tono. Quiénes las presentan tienen un tono de voz apagado sea cual sea su experiencia emocional (alegría o tristeza). La lesión de algunas áreas posteriores da lugar a la imposibilidad para comprender la prosodia en otras personas.  

     

    En el caso de la afasia de Broca, se conserva la comprensión pero la producción del habla está muy alterada y hay dificultades para leer en voz alta y para escribir. Los déficits van desde el mutismo total hasta el habla lenta formada por palabras simples, un habla telegráfica. Las personas que tienen este problema suelen presentar también parálisis parcial de la mitad derecha del cuerpo y pérdida de visión. En general, la producción del habla es poco clara y también afecta a la entonación, el ritmo y el tono de voz.  

  • Demencias orgánicas y psicosis: el lenguaje puede ser incoherente, sin conexiones lógicas en el discurso, con dificultad para recuperar las palabras y con creación de palabras nuevas. En el caso de la esquizofrenia, cuando existe un brote, el discurso está desorganizado y puede ser gramaticalmente incorrecto, y además puede incluir información innecesaria.  

 

1.2 Trastornos en la captación y la comprensión del mensaje

  • Enfermedades cerebrovasculares: suponen una destrucción de las neuronas o de su funcionamiento. Sea cual sea su origen (infeccioso, tumoral, degenerativo, resultado de traumatismo, pérdida del flujo sanguíneo, trastorno en el líquido cefalorraquídeo, déficit o exceso de neurotransmisores, alteraciones en la transmisión del impulso, etc.), pueden producir daños en las áreas de procesamiento o producción del lenguaje y afectarlo tanto en la expresión oral como en la escrita.  

 

1.3 Otros trastornos

  • Dislexia: es el trastorno de la escritura en la que los niños o adultos tienen dificultad para asociar las letras con los sonidos. Aunque las capacidades cognitivas e intelectuales están preservadas e incluso pueden ser superiores, suelen tender a leer algunas palabras al revés y les cuesta distinguir entre las letras que tienen una misma configuración pero desigual orientación (p y q; b y d), las cuales confunden tanto al leer como al escribir. 

     
  • Tartamudez: puede definirse como la repetición involuntaria de sonidos, sílabas o palabras. Estos bloqueos o prolongaciones en los sonidos producen un habla no fluida o con interrupciones. Se considera que pueden existir múltiples factores asociados a la aparición de la tartamudez, entre los cuales se incluyen factores genéticos, variables ambientales, anormalidades neurológicas, conductas aprendidas o bien una interacción entre diferentes influencias biológicas y ambientales. Se ha asociado con depresión, ansiedad, dificultades en la atención y una percepción de autoeficacia disminuida.  

 

1.4 Problemas de interacción 

  • Trastornos en el apego: los niños que presentan este problema mantienen con su madre una relación especialmente estrecha que les conduce a graves dificultades para interaccionar socialmente con personas distintas a ella. Sucede también al revés: madres con problemas en el apego que hacen de su hijo su figura de apego y el niño asume la responsabilidad de cuidarla, lo que dificulta sus interacciones normales con los otros.  

  • Trastorno severo y generalizado del desarrollo: comporta alteraciones en el lenguaje, como es el caso de algunos trastornos del espectro autista, en que la persona (niño o adulto) es incapaz de relacionarse con otras personas y comprenderlas. Si existe lenguaje, éste es pobre y estereotipado.  

  • Mutismo selectivo: los niños que presentan este problema no hablan en algunas situaciones o escenarios pero sí en otros. En general, se trata de niños que dejan de hablar en la escuela aunque siguen haciéndolo con total libertad en el seno de la familia o, por ejemplo, en situaciones lúdicas. Por esta razón, el mutismo selectivo suele detectarse cuando el niño comienza su etapa escolar. Aunque no están claras sus causas, se asocia con el abuso, la desatención o el trauma, pero se ha detectado que una variable contribuidora puede ser la ansiedad social; también existen argumentos que apuntan a la exposición del niño a patrones de conductas aprendidas dentro de la familia. Estos niños se describen como más dependientes, inseguros, inmaduros y físicamente más frágiles. Algunos de estos niños muestran una total recuperación, pero es frecuente que esta condición permanezca durante los años escolares y, en algunos casos, llegue hasta la edad adulta. 

 

2. Relacionados con el tratamiento

Fármacos que impiden la concentración y la coordinación 

Existen ciertas drogas que afectan a la capacidad de percepción y que además producen un aumento de la actividad psicomotora, por lo tanto pueden producir un aumento de la comunicación, si bien esta comunicación en ocasiones no sea coherente. Entre estas drogas hay la cocaína, las anfetaminas, el éxtasis, el LSD, etc. Otras ilegales tienen una acción inhibidora de la comunicación, como los derivados de la morfina y el cannabis.

 
Medicamentos
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Información general

Descripción
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La persona es un ser eminentemente social, por ello, si desea satisfacer sus necesidades, está abocada a interaccionar, es decir, a actuar recíprocamente con los otros. En esta interacción, para hacerse entender y para entender a los otros, emplea la comunicación. Interacción y comunicación son necesarias para que la persona se adapte al mundo físico y social, ya que mediante ellas la persona capta, percibe, recuerda, siente y aprende, influye en la conducta de los otros y es influida por ellos.

 

Mediante su conducta, ya sea de forma involuntaria o intencionada, la persona comunica a los otros ideas y pensamientos, expresa emociones y manifiesta necesidades. Estas conductas, moduladas por un contexto cultural y situacional, tienen la finalidad de hacerse entender mediante la expresión verbal y no verbal, y cuando son observadas por otros influyen en ellos y les provocan respuestas.

La comunicación, además de permitir la interacción que vincula a la persona con los otros, también es un proceso dirigido a uno mismo, necesario para establecer el diálogo interno imprescindible para pensar y reencontrase consigo mismo, al tiempo que sirve como medio para establecer contacto con interlocutores espirituales.

La comunicación, por tanto, comprende el uso del lenguaje verbal y no verbal, ya sea utilizado de manera consciente, intencionada y voluntaria, como usado de manera involuntaria, ya que la persona no puede dejar de comunicar, pues comunica en cada acción o conducta, aunque para interaccionar necesita estar despierta. El lenguaje permite la interacción con los otros y el diálogo interno, y contribuye de esta manera a la satisfacción de las necesidades, el aprendizaje, la autorregulación de las conductas, el desarrollo de la autoestima, la construcción de la identidad personal y grupal, la acción con los otros y la autorrealización.

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Capacidades biofisiológicas y psicológicas
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La capacidad de comunicación va más allá de emitir, exponer o registrar sonidos, imágenes e ideas; incluye transmitir información, pero no se limita a ello. También es más que percibir, ya que requiere hacer algo con la información que se obtiene. Como señaló Sapir (1929), vemos, oímos y experimentamos de acuerdo al modo en que hablamos, y esto hace que tendamos a entender de cierta manera nuestro mundo. La conducta comunicativa es un proceso que se construye en interacción con los otros, elaborando significados que se expresan mediante el lenguaje verbal y no verbal, y otro tipo de expresiones de creación artística, como la música, la pintura, la fotografía, la escultura, el cine, el teatro, etc.

En un proceso de interacción y comunicación cada persona asume papeles alternativos, crea un mensaje que emite, y percibe y procesa el mensaje que recibe, por tanto, es emisora y receptora. La interacción de estos procesos está condicionada por las habilidades y las destrezas comunicativas, influidas recíprocamente por el desarrollo de otras facetas de la persona, como por ejemplo el autoconcepto y la autoestima.

1. Lenguaje verbal: el habla y la escritura, 2. Lenguaje no verbal, 3. Producir y expresar el mensaje: el rol emisor, 4. Captación y comprensión del mensaje: el rol receptor, 5. Interacción con los otros.

 

1. Lenguaje verbal: el habla y la escritura

Se entiende por lenguaje verbal el que se sustenta en las palabras, lo que incluye tanto el habla como la lectoescritura (capacidad de leer y escribir) y los lenguajes de signos. El lenguaje oral, el habla, implica el uso del canal vocal y auditivo, y requiere una configuración anatómica particular del aparato fonador y auditivo. Por su parte, la lectoescritura y los lenguajes de signos manuales descansan en los canales visual y motor, lo que requiere soportes anatómicos diferentes al del lenguaje oral.

A partir de un conjunto limitado de sonidos que el aparato fonador puede producir, los fonemas, la persona compone las palabras: usa una serie de reglas para unir los sonidos en palabras y para agrupar éstas en oraciones o frases con sentido. Estas reglas, no siempre conocidas por quien las usa, son esenciales para aprender una lengua. Con las oraciones que se elaboran se transmiten los pensamientos, los sentimientos y las expectativas, se puede hablar sobre el futuro y sobre el pasado, sobre lo que está presente y sobre aquello que se encuentra en otro lugar, sobre realidades que existen, que pueden existir o que no existen más que en los pensamientos. Quien escucha puede comprender lo que se dice si conoce la lengua. El lenguaje posee una creatividad infinita, puede ir más allá de la situación inmediata o de los estímulos ambientales, y permite expresar la práctica totalidad de las experiencias humanas.

Cuanto más desarrolle el lenguaje una persona, mayor será su capacidad para construir conceptos, adquirir conocimientos, elaborar significados, transmitirlos y expresarlos. Al tiempo que se desarrolla, la persona va ampliando y construyendo su propio lenguaje, dotándolo de significados, lo cual influencia en su pensamiento y en su propia visión de la realidad y del mundo. Así mismo, el lenguaje es la vía de expresión de la personalidad y juega un papel importantísimo en la constitución de la identidad y de la individualidad.

 

 

2. Lenguaje no verbal

En cada acto comunicativo hay un comportamiento físico, corporal y gestual que expresa tanto como las palabras, ya que los componentes emocionales y afectivos se transmiten a través del lenguaje no verbal. Este componente es extremadamente importante para la comprensión del discurso.

Existen tres ámbitos de expresión no verbal: 

  1. Cinésica: comprende las expresiones de la postura corporal, los gestos, la expresión facial, la mirada y la sonrisa. 
    • La posición corporal se refiere a la postura del cuerpo que expresa la disposición a aceptar a otros en la interacción enviando señales de acogida, apertura y escucha, o todo lo contrario. Así se habla de posiciones más abiertas o más cerradas. Una posición abierta implica que los brazos y las piernas no se colocan de forma que separen a un interlocutor de otro; en cambio, una posición cerrada conlleva utilizar las piernas y los brazos o las manos como protección del propio cuerpo o bien como barrera para que otro no se introduzca en la interacción. El hecho de sentarse al lado o enfrente del interlocutor puede dar como resultado una conversación relajante o bien amenazante. Durante la interacción, el movimiento del cuerpo también puede transmitir energía y dinamismo o inquietud o nerviosismo. 
    • Los gestos transmiten señales que pueden ser emitidas intencionalmente. Las manos son un vehículo de comunicación, ya que el lenguaje verbal suele acompañarse con múltiples movimientos corporales y gestuales. Los ademanes que se hacen con los brazos y las manos son fundamentales para indicar algo con mayor precisión, ya que, en ocasiones, el significado del mensaje está más en la forma de decir las palabras que en las palabras que se dicen.

      Algunos gestos se traducen directamente a palabras, los llamados gestos emblemáticos (por ejemplo, agitar la mano en señal de despedida), mientras que otros, realizados también de manera consciente, se utilizan para apoyar o enfatizar el lenguaje oral, pero por sí mismos carecen de significado o expresan estados emotivos como ansiedad, dolor o alegría.

      También hay gestos que tienen la finalidad de regular las intervenciones de la interacción, con los cuales se indica que se debe continuar hablando, acelerar o ceder la palabra. En este caso, los gestos más frecuentes son las inclinaciones de cabeza.

      Finalmente, los gestos de adaptación se utilizan para manejar las emociones que no se quieren expresar, cuando el estado de ánimo es incompatible con la situación interaccional particular, como por ejemplo frotarse el pelo o taparse la boca. 
    • La expresión facial es, junto con la mirada, uno de los dos medios más ricos e importantes para expresar la intensidad de los estados de ánimo y los diferentes tipos de emociones. La expresión facial también da información sobre el deseo de comunicarse o iniciar una interacción y muestra el grado de expresividad durante la misma. Así mismo, sirve para regular la interacción y para reforzar al receptor. 
    • La mirada desempeña un importantísimo papel de percepción y de expresión del mundo psicológico. El número de veces que parpadea una persona está relacionado con la tranquilidad y el nerviosismo; por ejemplo, cuánto más inquieta se sienta, más parpadeará. La mirada es importante en la interacción y el feedback. La persona que habla necesita tener la seguridad de que alguien la escucha, y quien escucha necesita sentir que su atención es tenida en cuenta y que la persona que habla se dirige directamente a ella.

      En este sentido, la disposición de una persona a brindar oportunidades de contacto ocular suele revelar su actitud con respecto al interlocutor o los interlocutores. Las personas que se agradan mutuamente mantienen mucho más el contacto ocular que las que no se agradan. Las miradas prolongadas, sin parpadear, se usan cuando se intenta dominar, amenazar, intimidar o influir en los otros. Un contacto ocular poco prolongado suele ser interpretado como falta de atención, de sinceridad o de honradez; como descortesía o como indicativo de inseguridad o timidez. El dejar de mirar a los ojos, bajando la vista, suele ser tomado como un signo de sumisión. 
    • La sonrisa se usa para expresar simpatía, alegría o felicidad. La sonrisa se puede utilizar para hacer que las situaciones de tensión sean más llevaderas. Una sonrisa suscita la sonrisa de los demás y es una forma de relajar la tensión. Además tiene un efecto terapéutico: se ha observado que cuando se le pedía a personas que se sentían deprimidas o pesimistas que imitaran la sonrisa de los demás, declaraban sentirse más felices. En sentido contrario, a través de la sonrisa también se puede manifestar, de manera intencionada, cinismo o sarcasmo. 
  2. Paralingüística: abarca las variaciones no lingüísticas que están ligadas al contexto de la interacción. 
    • El tono es un reflejo emocional. La excesiva emocionalidad ahoga la voz y el tono puede hacerse más agudo. En determinadas situaciones, ante una inhibición emocional los tonos agudos no habituales pueden ser un síntoma de cohibición o inhibición emocional. 
    • Elevar el volumen de la voz suele ser un síntoma de que el interlocutor quiere imponerse en la conversación y está relacionado con la intención de mostrar autoridad o dominio. El volumen bajo se asocia a personas introvertidas, que no quieren hacer el esfuerzo de ser oídas. 
    • El ritmo se refiere a la fluidez verbal con que se expresa la persona. El ritmo entrecortado o lento revela el rechazo al contacto, la necesidad de “mantenerse a cubierto”, el deseo de retirada y la frialdad en la interacción. El ritmo cálido, vivo, modulado y animado está vinculado a la persona que se presta al contacto y a la conversación. 
    • El silencio se refiere a hacer pausas entre distintos mensajes verbales o entre diferentes partes del propio mensaje verbal. Entre el mensaje enviado por una persona y el transmitido por su interlocutor hay un tiempo de silencio o latencia más o menos largo. Cuando este tiempo es largo se puede dar la impresión de desinterés o pasividad. Si el tiempo es corto o no se produce porque se interrumpe la alocución del interlocutor, se percibe a la persona como agresiva, prepotente o ansiosa. Dar tiempo al interlocutor para elaborar su respuesta, es decir, ajustar la latencia a sus necesidades, favorece la expresión de las ideas y ofrece una mejor imagen de quien lo otorga. 
  3. Proxémica: se refiere al conjunto de comportamientos no verbales relacionados con la utilización y la estructuración del espacio. 
    • El espacio personal se define como el espacio que nos rodea, en el cual no dejamos que otros entren, y su dimensión es flexible y depende de la formalidad o la informalidad de la situación comunicativa y de la diferencia de estatus o roles de los interlocutores. En una interacción, el hecho de que alguien invada este espacio nos produce incomodidad, una sensación de amenaza y/o de tensión, excepto en el caso de que se den circunstancias especiales que justifiquen la mayor proximidad de los otros. Los enamorados y las personas que se gustan aceptan un mayor grado de proximidad entre ambos. Por otra parte, el contacto físico es más probable desde unas posiciones que desde otras. Por ejemplo, es más probable que se dé contacto físico al dar una orden o una información que cuando se recibe; al hacer un favor más que al agradecerlo; al intentar persuadir a alguien más que al ser persuadido; al expresar entusiasmo más que al presenciarlo; al escuchar las preocupaciones de los demás más que al expresarlas. Así mismo, es más probable que inicie el contacto el jefe hacia el empleado, o el viejo hacia el joven, que al revés. En general, el contacto corporal fomenta el agrado mutuo, por lo que es un modo de promover reacciones favorables en los demás.


En el lenguaje se pueden diferenciar los componentes informativos de los componentes emocionales. Para que la comunicación resulte comprensiva y sincera se necesita congruencia entre el lenguaje verbal y no verbal. Aunque sería deseable que en las interacciones sociales primara la sinceridad, lo cierto es que las personas se mienten unas a otras para alcanzar sus fines. Detectar el engaño es una necesidad cuando se está interaccionando y la principal fuente para detectarlo es el lenguaje no verbal. Además de las discrepancias de los dos lenguajes, se puede reconocer el engaño por la presencia de pequeñas expresiones faciales que aparecen inmediatamente después de que algún acontecimiento haya provocado una emoción; estas expresiones indican los verdaderos sentimientos de la persona. Así mismo, las expresiones faciales exageradas son un indicio de falta de sinceridad. Otros datos significativos son los cambios de voz, el aumento del titubeo, etc. Todas estas señales se dan en la persona con independencia de la cultura a la cual pertenece.

El lenguaje es necesario para relacionarse con otros en compañía (comunicación interpersonal) y para pensar en soledad con uno mismo (comunicación intrapersonal), por ello se convierte en un instrumento de regulación interpersonal y social.

El lenguaje sirve para transferir un mensaje y para captar el mensaje de otro, y en este proceso es imprescindible conectar y comprender los significados de sus manifestaciones verbales y no verbales. El mensaje tiene que ser codificado, descodificado e interpretado para contribuir a la adaptación de la persona a su contexto.

Chico y dos chicas hablando amistosamente

 

3. Producir y expresar el mensaje: el rol emisor

 

Desde una perspectiva neurobiológica, se sugiere que se ha llegado al habla a partir de la posibilidad de comunicarse intencionadamente mediante los gestos, pasando de los signos manuales a los vocales. Tanto en la comunicación verbal como en la no verbal lo que cuentan son los gestos. De hecho, los sonidos que permiten construir palabras son el resultado de gestos motores articuladores. Es la articulación intencionada la que permite distinguir un sonido lingüístico de un ruido hecho con la garganta.


El proceso de transmitir un mensaje se inicia con el deseo de hacerlo. Para ello la persona cuenta en su memoria con un almacén de palabras o léxico mental al que acude para recuperarlas cuando las necesita, para expresar sus pensamientos, los acontecimientos que ha experimentado, sus emociones y necesidades o sus deseos e intereses. En este léxico mental las palabras se almacenan y organizan de un modo particular, de tal forma que se asegura el fácil acceso a ellas. Aunque, en buena medida, todos los aspectos del lenguaje no verbal pueden controlarse, lo habitual es que éste sea más automático que intencionado. Por el contrario, el habla es más controlada, excepto en ambientes informales y en situaciones altamente estresantes donde este control se reduce.

Una vez se ha concebido el mensaje que se quiere comunicar y se ha planificado como se quiere decir, gracias a la representación conceptual, es decir, una vez que esa especie de “voz interior” por todos conocida haya establecido finalmente el contenido del mensaje que se quiere transmitir, se inicia el deseo de hablar. La articulación del mensaje es realizada por la estimulación de las neuronas de ciertas estructuras cerebrales que se localizan, en general, en el hemisferio izquierdo, aunque la articulación del habla está regulada por ambos hemisferios. En la articulación interviene el aparato fonador y diversas estructuras nerviosas.

La variedad de palabras que una persona conoce influye en la variedad de significados que puede transmitir. La existencia de determinados significados o conceptos conduce a la creación de palabras específicas. Este es un proceso que refleja la relación entre la persona y la lengua. Las personas crean modos de expresar sus experiencias y, cuando éstas son nuevas, acaban creando términos para nombrarlas. Así mismo, se acompañan de pausas o silencios que la persona que habla produce cuando está pensando lo que va a decir o la forma en que desea decirlo.

 

4. Captación y comprensión del mensaje: el rol receptor

 

Captar la información es un proceso inteligente que la persona posee de forma innata. Cuando la persona interacciona como receptora, capta el mensaje transmitido por el otro en la medida en que presta atención, entonces lo procesa y lo entiende, lo almacena en su memoria y capta su significado mientras espera a actuar en función de sus intereses. En este proceso, además de la funcionalidad de los órganos de los sentidos, la atención, la memoria y los aprendizajes previos juegan un papel fundamental, pues lo que se capta del ambiente pasa en todo momento por el filtro del sistema nervioso y la mente. 

  1. Atención: para captar el mensaje se requiere la atención necesaria que permita centrarse en el mensaje a percibir y obviar la infinidad de estímulos potencialmente perceptibles existentes en el entorno. Por ejemplo, para escuchar una voz que dice nuestro nombre en un lugar abierto donde están hablando otras personas y hay otros ruidos es necesario: 
    • La integridad de los diferentes procesos perceptivos que garantizan la transformación de los estímulos procedentes del ambiente en la experiencia sensorial consciente, es decir, la percepción. 
    • La inclusión de lo percibido en el conjunto de conceptos disponibles en la memoria y la recuperación de la información necesaria para llegar a asignar un significado a aquello que se capta (reconocer). 
    • La ejecución de una variedad de actividades motrices conscientes y más o menos voluntarias, como por ejemplo girar la cabeza hacia la fuente de sonido y mirarla con atención. La atención es tan importante para percibir que, sin prestar atención, no se ve o no se escucha a pesar de estar presentes las ondas de luz y de sonido. El estímulo que no se atiende no se capta, y esto sucede incluso cuando se mira directamente, ya que la persona no capta la información como si fuese una cámara fotográfica o una grabadora. La atención orienta la mirada y el oído hacia los estímulos que se eligen percibir e influye en la manera en que se produce el procesamiento de la información tras la estimulación del ojo. 
  2. Vista: es el sentido que más se usa en relación con la conducta comunicativa. Además de permitir captar la forma de aquello que se mira, la localización, la profundidad, el color, el contexto que lo rodea, etc., permite captar el movimiento. Esta tarea se lleva a cabo a través de múltiples procesos, cuyo punto de partida es el reflejo de la luz en la fuente del mensaje (una carta, una imagen fotográfica estática o en movimiento, una persona o personas, etc.). 

    En la interacción con otras personas hay elementos informativos que tienen una mayor relevancia, como por ejemplo el rostro. Su importancia es tal que incluso existen neuronas dedicadas exclusivamente a reconocer las caras. 
  3. Oído: juega un papel muy importante en la comunicación, ya que permite escuchar las palabras y captar los sucesos que no se pueden ver, como por ejemplo qué sucede en la calle desde el interior de una habitación. La escena auditiva significa escuchar sonidos e identificar las fuentes que los generan, localizarlos y separar unos sonidos de otros en un entorno lleno de ruido. Hay una gran variabilidad en la capacidad de las personas para localizar los sonidos, y el pabellón auditivo ayuda a ello. Las estructuras auditivas son bilaterales, lo cual garantiza que los mensajes puedan traspasarse de un lado al otro. La persona puede reconocer el habla incluso si hay ruido, si se produce una mala pronunciación o si hay varios hablantes a la vez. 
  4. Otros sentidos y combinaciones de sentidos: también se pueden captar los estímulos relativos a la forma mediante otros sentidos, como por ejemplo el tacto. Una persona ciega puede usar el tacto para reconocer las caras o leer (Braille). La vista y el tacto combinados son esenciales para captar información del medio. La vista tiene una importancia enorme para la comunicación al permitir captar con rapidez y tridimensionalmente las formas y los movimientos, incluso a distancia, lo cual permite llegar a saber cuál es la disposición en una escena, lo que añade información en el entendimiento de la interacción. También da pistas respecto a múltiples aspectos de la comunicación, como el aspecto físico, la ropa, la situación emocional, etc. El espacio se percibe de forma visual o bien basándose en el sonido. Además, la vista influye en lo que se oye. Los sentidos se completan entre sí para asegurar la captación adecuada del estímulo. Este es el caso de la conexión entre la vista y el oído para obtener una escucha completa. Si se observa el movimiento de los labios de quien habla y a la vez se escucha lo que dice, el sonido escuchado puede ser diferente al que se oye sin la participación de la vista; de hecho, las áreas auditivas del cerebro se activan cuando se observa el movimiento. 
  5. Memoria: interviene tanto en la percepción como en la comprensión y la producción del mensaje. En todos los casos permite manipular la información. En el caso de la captación del estímulo, la memoria permite prolongar la señal visual o acústica, integrarla y procesarla antes de que se desvanezca. Gracias a la memoria es posible, siempre que se conozca la lengua, segmentar la señal física en unidades lingüísticas significativas. Así, si se conoce el idioma, la memoria permite distinguir palabras entre los sonidos del habla e incluso entender oraciones aunque sean incompletas. En la memoria se localizan los esquemas, unas estructuras mentales adquiridas −por tanto, culturales y también biográficas− que, cuando se han asimilado, guían la percepción de la persona y hacen que tenga determinadas expectativas y pueda interpretar en esa dirección lo que percibe. En general, cuando la persona escucha, además de no prestar atención a toda la información que recibe, completa la información que obtiene y la elabora, y deduce lo que, según sus conocimientos, se ha pretendido decir. Estas suposiciones se almacenan en su memoria en forma de esquemas. Los esquemas cognitivos permiten a la persona desenvolverse en su medio y crean en ella una serie de estereotipos que le facilitan su interacción al simplificársela. No son estructuras estáticas y se modifican de acuerdo con las experiencias.

  
En la comprensión es inevitable el procesamiento del lenguaje no verbal para captar el significado del mensaje. Los cambios de tono en el tiempo al emitir una oración, la prosodia, el acento en palabras concretas de la oración y la cadencia dan indicaciones sobre el estado de ánimo, los sentimientos y las emociones, aportan exactitud a la oración e indican cuando ésta finaliza. Igualmente, el contexto de la oración permite a quien escucha dotar a las palabras del significado empleado por quien las emite, de tal modo que es posible entender frases de forma figurada, es decir, sin asignar su significado literal a las palabras que conforman la oración. Tanto el contexto donde se emiten como el tono empleado por quien las dice ayudan a entender su sentido, así se comprenden las metáforas (“está como un roble”), las peticiones indirectas (“¿sabe qué hora es?”) o los modismos (“dio a luz”).

En la comprensión del lenguaje verbal la memoria ocupa un papel destacado. En el lenguaje no verbal este papel lo asumen un tipo especial de neuronas: las neuronas espejo. 

  1. La memoria juega un papel extremadamente importante en la comprensión de las palabras y las oraciones. Quien escucha una frase percibe el habla e identifica las palabras. Para lograr esto retiene durante un tiempo la información que obtiene en forma de sonido, y más tarde obtiene la información indicadora de la correspondencia entre ese sonido y una palabra y entre esa palabra y su significado. En general, se comprenden mejor y más rápidamente las palabras de uso frecuente y las que se pueden imaginar, es decir, las más concretas. Las palabras que suenan de una forma parecida se almacenan juntas, lo que hace que, a veces, al recuperarlas, se produzcan errores. Una vez representado su significado, la frase y el contexto no verbal se retiene en la memoria para evitar errores de análisis e integrar las distintas frases captadas hasta obtener un significado completo de lo que la persona que habla está queriendo decir. Además de palabras ordenadas según una regla, las oraciones poseen una determinada entonación y un ritmo que informa a quien escucha de lo que viene a continuación. Cuando la persona conoce la lengua en profundidad y comprende el mensaje que está recibiendo, puede llegar a predecir lo que va a decir quien habla (se trata de la experiencia común de completar la frase que otro ha iniciado).
     
    En condiciones normales, la persona centra su atención en la comprensión del significado y ocupa su memoria en representar conceptualmente la expresión escuchada. Se recuerda lo que se comprende y esta comprensión puede modificar los esquemas que orientan la atención, es decir, la percepción y la comprensión del mensaje. 
  2. Las neuronas espejo: la comprensión de las emociones es esencial en una buena interacción y comunicación. Las emociones son una experiencia intrapersonal que consiste en un juicio evaluador que la persona lleva a cabo de forma automática. Las emociones informan a la persona de su situación y de la relación que tiene la persona en su interacción con los otros. Las emociones tienen un reflejo facial que produce en el observador sensaciones similares. Por ejemplo, la observación de caras felices o enfadadas produce una respuesta en la musculatura de la cara del observador. Igualmente, ser tocado produce activación en el mismo grupo de neuronas que se activa al observar como es tocado otro. Lo mismo sucede con la sensación de dolor. Así, la observación del lenguaje no verbal permite comprender directamente, mediante la experiencia, el estado afectivo del otro al sentirlo y contagiarse emocionalmente.

    Contribuyendo a esta finalidad intervienen un conjunto de neuronas motoras, las neuronas espejo, que participan especialmente en la comunicación y la interacción social. Elaboran una “réplica” de la emoción que es vivida “como si” fuese experimentada por quien observa. Esta experiencia “como si” permite la comprensión de las emociones de los otros, sin necesidad de reproducir en el cuerpo de la persona que observa la conducta del observado para poder captar su sensación. Así, las acciones, las intenciones y las emociones se comprenden al percibir automáticamente la conducta no verbal del otro. De forma automática, la persona simula (reproduce) en sí misma la conducta que observa, y esta simulación es la base para la comprensión. Ésta es inconsciente y está separada de las palabras, si bien este no es el único sistema que la persona utiliza para comprender a los otros: entender el discurso y reflexionar sobre experiencias compartidas son otros de los métodos que conducen a la comprensión cuando se está interaccionando. Las neuronas espejo, al participar en la compresión de las emociones de los otros, son un requisito para la empatía, la cual es necesaria en las relaciones interpersonales, y permiten, en el caso de que los valores de la persona así lo promuevan, la experiencia, por ejemplo, de la compasión o de la piedad.

 

5. Interacción con los otros

La interacción comunicativa se lleva a cabo en el marco de encuentros entre personas donde se envían mensajes y se reciben respuestas en un proceso de retroalimentación, encuentros que tienen un inicio, un desarrollo y un final. La interacción se realiza cara a cara o a distancia y la situación en que se da (un encuentro casual, una conferencia, una conversación, etc.) afecta a una secuencia alternante de roles, el emisor y el receptor, en la cual es considerada la utilización del tiempo adecuado de toma de palabra entre los roles para que sea posible el intercambio de turnos y la cooperación entre interlocutores propios del diálogo.

Al iniciar la interacción con los otros la persona emite distintas señales para informar al receptor de sus intenciones y de la manera en que desea que se desarrolle la interacción. En primer lugar, al ver o al escuchar que otro se acerca se produce una respuesta neurofisiológica, la reacción de alarma o alerta. Con esta reacción se trata de precisar si es alguien conocido o desconocido y, de acuerdo con la comunicación no verbal que emite y con la propia experiencia y perspectiva del mundo, se considerará que la persona que se acerca es buena o mala, según lo cual se reaccionará acogiéndola o rechazándola.

En la predisposición hacia la persona que llega juega un papel importante la calidad del vínculo y las relaciones establecidas con las figuras importantes en la infancia así como con la experiencia vivida en las relaciones establecidas con otras personas a lo largo de la vida. Esta evaluación es inconsciente y finaliza con la asignación de una categoría o estereotipo de la persona que permite asignar al interlocutor una identidad y hacer hipótesis sobre sus intenciones; por ejemplo, nuestra interacción con otra persona puede estar mediatizada por su manera de vestir, su apariencia física, etc. De este modo, a través del lenguaje no verbal seleccionado, orienta al otro sobre lo que se espera de él. A partir de ello la persona determina el papel que ocupa con relación al interlocutor que llega y el tipo de relación que éste pretende establecer. Este mensaje relativo a la relación, si bien es valioso a lo largo de todo el encuentro entre dos o más personas, es extremadamente importante al inicio de la interacción y aún más al comienzo de cualquier relación.

La persona en interacción persigue conseguir diferentes objetivos: pedir, preguntar, informar, persuadir, consolar, animar, etc. Los logrará, en mayor o menor medida, según sus propias características personales, como por ejemplo la pericia que muestre al hablar, cuánto de afectiva sea, su honradez, su aspecto físico, su riqueza, su estatus, etc., y según las características del mensaje que emite, incluido tanto el contenido de lo que dice como el modo en que lo dice, como por ejemplo la claridad de sus argumentos, el orden en que los emite, la precisión y la claridad en la expresión de sus ideas, pensamientos, sentimientos, etc. La naturaleza de la relación establecida o a establecer con la otra o las otras personas determinará la selección de los mensajes a enviar, tanto en su contenido como en su forma.

Además de la capacidad de comunicación, que por sí misma es insuficiente para desarrollarse en la vida, es necesario un conjunto de habilidades para la interacción social, entre las cuales destacan las que permiten la relación interpersonal y aquellas conductas que hacen posible la participación en la comunidad. En interacción social, la persona hace, dice, siente, piensa y quiere algo en situaciones concretas, dentro de contextos sociales y culturales también concretos y a partir de un conjunto de habilidades aprendidas que pone en juego con mayor o menor efectividad. En la competencia para la comunicación y la interacción social alcanzada por una persona tienen especial importancia procesos internos como las motivaciones, las cogniciones y las emociones, así como la actitud hacia uno mismo, la autoestima, las destrezas comunicativas y las habilidades sociales. 

  1. Las motivaciones: la persona tiene motivos concretos para interaccionar con otros y hacerlo de un determinado modo. A veces estos motivos tienen que ver con la experiencia de la autonomía y la competencia personal; otras veces, con la obtención de aprobación, y, en otros casos, con el deseo de sentir la propia valía. 
  2. Las cogniciones: antes de iniciar una interacción, cuando se considera de permanecer en ella y en la regulación de la conducta durante su desarrollo, la persona se plantea si conseguirá algo que le resulte valioso. Además de las expectativas respecto a los resultados, la puesta en marcha de la interacción depende de las expectativas de éxito que la persona tenga ante la situación, la autopercepción de eficacia. Esta expectativa guarda una estrecha relación con las experiencias vividas en contextos similares y afecta a las expectativas de los resultados. Lo que la persona prevé que suceda condiciona lo que hará. Otros aspectos como el diálogo interior (autoinstrucciones), sus conocimientos sobre las reglas de relación en el contexto donde se encuentra, sus atribuciones, sus prejuicios y estereotipos, etc., también median en la comunicación. Un ejemplo claro de ello, en su sentido negativo, son las distorsiones cognitivas, unos hábitos de pensamiento de uso continuado en la interpretación de la información como el uso de términos absolutos (todo, nada, nunca, siempre, etc.), el uso de etiquetas, la tendencia a ver sólo un aspecto de la información, la creencia de que otros perciben y sienten de igual forma que uno mismo en idénticas situaciones, etc. 
  3. Las emociones: los sentimientos, el humor o el estado de ánimo de la persona y sus reacciones ante el éxito o el fracaso en el logro de sus objetivos en situaciones concretas, las emociones (alegría, tristeza, asco, miedo, ira, culpa, vergüenza, orgullo, inquietud, indefensión, desesperanza, envidia, celos, indignación, calidez, esperanza, confianza, etc.) que experimenta ante situaciones específicas, donde tiene éxito o fracaso en el logro de sus objetivos, influyen largamente en las interacciones, en el contenido de la comunicación y en las conductas que la persona elige desplegar. Las emociones afectan a la atención, la memoria y el aprendizaje, que, a su vez, intervienen en la competencia para comunicarse. Influyen en el pensamiento mejorando o dificultando el razonamiento y la toma de decisiones, por ejemplo, intervienen en la definición de las metas que se consideran importantes, en la valoración preconsciente de lo deseable y lo indeseable, preparan para relacionarse con los acontecimientos; en este sentido informan acerca de uno mismo –afectan a la autoestima- y de los otros, indican a los demás las intenciones y la disponibilidad para actuar, regulan la interacción. La inteligencia emocional de la persona contribuye al éxito en la comunicación intrapersonal, la interpersonal y la interacción, que se consigue cuando la persona tiene la capacidad para razonar con las emociones, es decir, la aptitud para:
    • Percibir sus emociones y las de los otros y expresarlas adecuadamente. 
    • Generar en ella misma emociones que le hacen más efectivo su pensamiento. 
    • Comprender las emociones y el modo en que se combinan y evolucionan. 
    • Regular de manera reflexiva la experiencia emocional, sin exagerarla ni minimizarla, y saber utilizarla para el crecimiento personal. 
  4. La autoestima: se refiere a la actitud de aprobación o desaprobación como ser humano que la persona hace de sí misma. Es a la vez el resultado de una evaluación, la percepción que la persona tiene de sí misma y un sentimiento, una vivencia. En ambos casos se expresa mediante las distintas conductas. Tiene que ver tanto con la percepción de eficacia –confianza en uno mismo– como con el respeto hacia uno mismo, la convicción personal de valía incondicional. Resulta de un proceso evaluador que la persona lleva a cabo en interacción. 
  5. La habilidad social: la capacidad comunicativa es el capital con el que la persona cuenta para relacionarse consigo misma y con los otros. Cada persona cuenta con una particular habilidad en el uso de la comunicación, tanto en su aspecto verbal como no verbal. Esta diferencia de habilidad se relaciona con la inteligencia, la formación y la clase social.

    La habilidad para la interacción es siempre aprendida, si bien el punto de partida para este aprendizaje es el propio bagaje biológico, que, en interacción con los otros, va moldeándose. A partir del temperamento, la funcionalidad de los sentidos, la oportunidad de interaccionar contando con modelos (generalmente los padres) y gracias a la retroalimentación que se recibe en la interacción, la persona va ajustando su conducta y refinándola hasta alcanzar formas útiles de interacción social. La habilidad que ha logrado desarrollar permite a la persona actuar de acuerdo con sus intereses y valores, es decir, sus metas y motivos, y manifestarse en la expresión, más o menos habilidosa, de sus sentimientos, emociones, actitudes, ideas, opiniones, posturas respecto a sí misma y a los otros. En interacción social, además de lo anterior, ejerce sus derechos y los defiende si es el caso, y muestra el respeto que siente hacia los de los demás. Puesto que toda interacción supone la iniciación del contacto por parte de una persona y la respuesta al mismo por parte de otra, la persona adapta continuamente su comportamiento de acuerdo con la retroalimentación que recibe de su interlocutor, de la situación y de sus propias metas 

    Trabajar y divertirse
  6. La asertividad: es otro aspecto de la habilidad social que toma en consideración la realidad de las relaciones de poder reflejadas en las distintas interacciones, aunque se manifiesta más claramente en las conversaciones. Se puede ser más o menos cortés, es decir, se pueden tener en cuenta los sentimientos de los otros y ser más o menos asertivo, lo que significa expresarse de tal modo que se respeten los derechos de los demás y también los de uno mismo. En este sentido, cuando una persona se relaciona con los demás puede adoptar distintos patrones de conducta según sus habilidades y/o sus creencias y emociones: 

    • Respetar a los otros sin respetarse a uno mismo: la persona sitúa los derechos e intereses de los demás por encima de los propios, lo que manifiesta con inseguridad al expresarse verbalmente, hablando con un tono de voz bajo, evitando el contacto ocular, mostrando tensión muscular, incomodidad, etc. No sabe qué hacer en la interacción con los otros o actúa tomando en consideración exclusivamente lo que a su juicio quiere el otro. Esta actitud conduce a sentimientos negativos y a una valoración negativa de lo que merece uno mismo. Cuando interactúa favorece que los otros se sientan superiores o culpables. 
    • Respetarse uno mismo sin respetar a los otros: la persona tiene un patrón de conducta opuesto al anterior, vive las situaciones interpersonales exclusivamente como oportunidades de ganar o perder, siente que es muy honesta al expresar lo que siente y piensa sin importarle la vivencia del otro. Es el resultado de un esfuerzo por compensar la falta de confianza en uno mismo y su sentimiento de escasa valía y vulnerabilidad. Experimenta el rechazo de los otros y siente escasa autoestima. 
    • Respetarse a uno mismo y respetar a los otros: la persona valora sus necesidades, deseos intereses, etc., de igual modo que valora los de los otros, lo cual refleja en su interacción manifestándolo mediante un lenguaje no verbal eficaz que transmite tranquilidad y seguridad y mediante una expresión verbal acorde con sus metas. Este modo de proceder tiene como resultado relaciones interpersonales exitosas, lo que se traduce en un fortalecimiento de la autoestima.

  
Cuando su conducta comunicativa es efectiva la persona puede lograr objetivos que son importantes para ella: mejorar sus relaciones con los demás. Así, la persona hábil en la interacción es capaz, entre otras cosas, de hacer amistades y mantenerlas más fácilmente; le resulta fácil relacionarse con personas desconocidas; puede mantener conversaciones agradables; es capaz de mostrar sus desacuerdos y expresar sus puntos de vista a otros que tratan de obstaculizar dicha manifestación. Mediante la interacción social la persona crea redes, interacciones estables con otros unidos por vínculos más o menos estrechos e íntimos (relaciones ocasionales, amigos, parientes, pareja).

De las interacciones con los demás la persona desarrolla el concepto de sí misma. Las actitudes observadas en la conducta de los otros hacia la persona generan en ella: 1) diversas ideas acerca de quién es, 2) opiniones sobre el juicio que la persona cree que el otro hace acerca de ella y 3) sentimientos, positivos o negativos respecto del modo en que otros la consideran. La imagen de sí misma que la persona ve reflejada en la conducta de los otros la lleva a considerar la imagen que valora deseable, entonces anticipa lo que los otros esperan de ella y evalúa su conducta tratando de ajustarla a esa expectativa del otro. Como resultado final de la interiorización de los juicios, las informaciones y las opiniones recibidas, se construye el tipo de persona que se desea ser. Si las diferencias entre las expectativas imaginadas acerca de lo que los demás esperan de la persona y la imagen que la persona tiene de ella misma son problemáticas, el resultado final es la construcción del “yo ideal”. La imagen corporal es un aspecto importante en este proceso.

La persona está en continua relación consigo misma. A partir del autoconocimiento, del descubrimiento de quien es ella, de cuales son sus experiencias y sensaciones, es posible comprender mejor a los otros. La forma en que actúa tiene que ver con lo que siente y lo que piensa, es el resultado del modo en que procesa la información respecto de sí misma y de su mundo, del cual forman parte otras personas.

Una conducta de interacción es apropiada o no según la edad y el estatus de la persona y según su relación con las características correspondientes del interlocutor y con el medio físico, y muy especialmente el marco cultural, dónde esa conducta se da. Por lo tanto, la comunicación no es una interacción lineal, sino un suceso multidimensional en el que intervienen procesos comunicativos y de interacción. Cuando se contempla la integralidad de estos procesos es posible acercarse a entender la conducta comunicativa.

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Aspectos socioculturales
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La habilidad de la persona para comunicarse eficazmente en un contexto concreto es variable. La misma persona puede contar con destrezas adecuadas para la interacción social en unas situaciones y no tener las habilidades necesarias para la interacción exitosa en un contexto distinto. Los patrones de comunicación que se consideran adecuados para ser empleados en las diversas situaciones sociales que se dan en su cultura, como una parte importante de la socialización, se aprenden en interacción con otros en el seno de la familia, en la escuela, en el trabajo, etc. La habilidad alcanzada se pone de manifiesto en las distintas situaciones concretas mediante la expresión de conductas adecuadas a cada caso. Estas conductas, flexibles y adaptables, que las personas tienen la posibilidad de controlar, tienen que ver, entre otras cosas, con la expresión de las opiniones, los sentimientos, los deseos o los derechos. Así mismo, implica el respeto de estas conductas en los demás de tal forma que se acaten las normas sociales y legales básicas del contexto sociocultural y se lleven a cabo sin usar métodos de coacción o violencia.

1. Significados de los elementos de la interacción, 2. Estatus y rol social, 3. Expresión emocional, 4. Individualismo-colectivismo, 5. Metaseñales, 6. Nuevas tecnologias.

 

1. Significados de los elementos de la interacción

De la interacción de las personas, es decir, de sus mensajes y respuestas, en la que intervienen el tacto, el espacio, las posturas, la mirada o el tono, se van creando los significados de las distintas conductas. En cada cultura estos significados están cargados de valores sobre lo que es positivo o negativo, sobre el bien o el mal, sobre lo que es adecuado o inadecuado o lo que es oportuno o inoportuno. Estos valores y significados son compartidos por un grupo, una comunidad o una etnia y conforman la identidad grupal, de tal manera que para integrarse dentro del grupo es necesario conocer dichos significados y comportarse adaptándose a sus valores; en caso contrario, se corre el riesgo de no ser integrado por el grupo. 

  • Todas las culturas poseen movimientos que tienen un significado fijo; por ejemplo, todos los seres humanos se saludan entre sí, sin embargo, hay diferentes maneras de saludarse en base a los valores culturales. Las posturas, que son quizás las manifestaciones de lenguaje no verbal más observables y más fáciles de interpretar, tienen un valor dentro del contexto cultural y situacional en el que se producen. Socialmente hay posturas consideradas apropiadas y otras que son rechazadas. Se puede caer en actitudes problemáticas cuando, en situaciones formales, se utilizan inadecuadamente gestos con los brazos, las manos y los dedos para expresarse. Diversas posiciones del cuerpo, de los brazos o de las piernas al sentarse, al pararse o al comer pueden resultar inadecuadas si no se tienen en cuenta las pautas impuestas en contextos formales. Los valores culturales pueden establecer diferentes patrones de movimiento y hacer diferencias entre las posturas y los movimientos de las mujeres y de los hombres, que son impuestos más por lo cultural que por lo biológico. Los gestos y las posiciones son valorados de manera diferente en situaciones en las que prevalezca menor o mayor confianza o que se produzcan en el espacio público o privado. 
  • Los olores son otra vía de comunicación mediada por los valores culturales En la sociedad occidental se minimiza el olor corporal perfumando el cuerpo, mientras que hay sociedades que dan mayor importancia a la comunicación olfativa y valorizan y no ocultan los olores naturales. 
  • El contacto tiene indudablemente un valor comunicativo que también es determinado culturalmente. La cultura latina se caracteriza por una mayor proximidad física, un mayor contacto y una mayor gestualidad en comparación con las culturas sajonas. Entre los latinos es frecuente observar manifestaciones como los apretones de manos, las palmadas y los besos, y con respecto al espacio propio, éste es más pequeño que en otras culturas. 
  • El mirar de manera sostenida puede ser signo de insolencia en unos contextos y en otros de sinceridad. La sonrisa, que en nuestra cultura se asocia a la alegría, en culturas asiáticas se utiliza en situaciones o estados de enojo, de vergüenza o en estados desagradables. 
  • El silencio suele resultar incómodo en algunas culturas, mientras que en otras puede ser una manifestación de respeto.

 
El conocimiento de la cultura, los códigos, las reglas, los significados y los valores de una cultura son necesarios para integrarse e interaccionar dentro de un grupo. Se pueden captar diferentes comportamientos, oír ciertas palabras, pero si no se puede captar el significado y no se comprende el valor cultural que subyace en dichos comportamientos o palabras no se puede establecer interacción y comunicación. A pesar de que es necesario conocer los códigos, las reglas, los significados y los valores de una cultura para sentirse integrado dentro de esa comunidad, las necesidades más básicas se pueden comprender mediante gestos que son universalmente entendidos, por ejemplo, el movimiento de inclinar la cabeza hacia atrás y acercar el pulgar a la boca es una imagen universal que informa del deseo de beber.

 

2. Estatus y rol social

La interacción no se produce en el vacío, sino dentro de un contexto sociocultural, y ocupa una posición concreta en la estructura social, un determinado estatus. Dicha posición informa a las otras personas acerca de las acciones, las actitudes, los derechos y las obligaciones que se pueden esperar de alguien con semejante rol o papel social. Es decir, existen una serie de expectativas y significados sociales que definen lo que se espera y que exigen patrones de comunicación específicos.

Aunque estatus y rol condicionan, en la medida en que la regulan, la expresión de las ideas, los pensamientos, las emociones, las necesidades, etc., no son la única referencia para la interacción, sino que también intervienen en la selección de habilidades, la percepción social y las reglas de relación:

  1. La selección de habilidades: al relacionarse con otros la persona se comporta, actúa o habla de acuerdo con las distintas habilidades que posee y con la conducta comunicativa de aquellos con quienes interactúa. Es decir, selecciona de entre su bagaje de habilidades aquellas que, a su modo de ver, son más adecuadas para tener éxito en el contexto dadas las condiciones existentes. 
  2. La percepción social: la forma en la cual la persona percibe que los otros responden a su presencia o conducta. Es una reacción que está mediada por sus esquemas cognitivos y su sensibilidad a la información interpersonal, por cuánto de atenta esté a la conducta comunicativa de los otros. 
  3. Las reglas de relación: los patrones de comunicación específicos exigidos por contextos culturales concretos también varían de acuerdo con la edad, el género y la formación. En estos contextos se define la situación social, una definición que orienta las conductas comunicativas deseables. Por ejemplo, una cita romántica requiere formas de comunicación muy distintas a los encuentros que se producen en un funeral.

 
En este sentido parece que las mujeres tienden a mandar mensajes de forma indirecta y los hombres, para agradecer, disculparse, etc., lo hacen con un lenguaje más directo. En relación al contacto físico, suelen iniciarlo con más frecuencia los hombres que las mujeres, y la proximidad física tiende a ser menor entre mujeres que entre hombres. En general, suele iniciar el contacto físico la persona que en la interacción tiene un estatus mayor o tiene una posición de dominio sobre el otro; así es más probable que inicie el contacto el jefe hacia el empleado, el viejo hacia el joven o el médico hacia el paciente, que al revés.

 

3. Expresión emocional

Aunque hay seis expresiones faciales (alegría, tristeza, asco, enfado, temor e interés) expresadas de manera similar en todas las culturas, en cada cultura se modula la expresión emocional de diferente manera. Las culturas femeninas se caracterizan por una mayor vivencia mental de las emociones y por una mayor expresividad, especialmente las emociones de alegría, felicidad, etc., y se valora y se ve como una obligación proporcionar contacto y apoyo afectivo y el hecho de estar pendiente de los demás. En las culturas denominadas masculinas se enfatizan las diferencias de género: sólo las mujeres deben brindar el apoyo emocional y pueden expresar sus emociones, y, en cambio, los hombres deben controlar su expresividad, con la excepción de la cólera o el enfado y la soberbia.

 

4. Individualismo-colectivismo

El colectivismo se caracteriza por las relaciones de interdependencia, cooperación y apoyo mutuo entre sus miembros. Se valora la obediencia, la reciprocidad, el respeto, la no confrontación y el sentimiento del deber, lo que contribuye a garantizar las redes afectivas y de ayuda en la familia. En las culturas colectivistas es muy importante invertir tiempo en escuchar al otro, en conocer las experiencias de los demás y preocuparse por ellos. El “quedar bien” de cara a los demás del grupo alcanza un valor importante y ante una falta aparece antes el sentimiento de vergüenza que el de culpa.

En el individualismo se admiten las discusiones y la confrontación directa y se enfatiza la independencia, la autonomía, la distinción y la autosuficiencia. En la interacción con los otros las relaciones personales tienen una importancia menor y se otorga más importancia a la transmisión de la información explícita y directa. La persona siente que las posibilidades de lograr sus metas dependen más de sus propias destrezas que de la participación de los otros. Si bien se establecen muchas relaciones, se es especialmente exigente en las relaciones de amistad profunda y duradera. La experiencia de culpabilidad es más frecuente que la de vergüenza.

Estas diferencias de valores también se reflejan en la identidad personal y se ponen en juego especialmente en situaciones de conflicto. Es básico conocer los diferentes valores para poder establecer interacciones apropiadas para ser aceptado y permanecer dentro del grupo.

 

5. Metaseñales

Universalmente, y cada vez más, el ser humano crea señales comunicacionales para representar una realidad que comparten casi todas las personas. Estas metaseñales se representan mediante símbolos o iconos que representan un uso o una idea cuyo mensaje es comprendido por una mayoría de la población. El símbolo, la mayoría de las veces, representa un concepto o una idea susceptible de ser captado a través de la vista. Como ejemplos de metaseñales hay las señales de tráfico y determinados logos.

 

6. Nuevas tecnologías

El aspecto cultural se ha ampliado hacia nuevas formas de interaccionar, compartir y comunicarse a través de las culturas audiovisuales y musicales. Las nuevas tecnologías son grandes autopistas de comunicación en las que se puede acceder a información rápidamente, compartirla con personas situadas en la distancia y expresar la creatividad y los conocimientos en espacios democráticos que eran inaccesibles en otros tiempos.

A través de Internet, la televisión, el cine y la música se expanden y expansionan formas de pensar y sentir que traspasan las formas de comunicación más locales, regionales o nacionales. Estas tecnologías diluyen las fronteras y permiten compartir otras ideologías y otros modos de pensar y sentir, es decir, favorecen la apertura cultural.

Con estas tecnologías emergen nuevos grupos o comunidades con un determinado modo de sentir, comprender, compartir formas de vida y actuar en el mundo.

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Condiciones ambientales
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1. Ordenación urbana-urbanismo, 2. Ruido ambiental

 

1. Ordenación urbana-urbanismo

Las polis, denominación dada a las ciudades estado de la antigua Grecia, se crearon cuando el hombre se hizo sedentario y pasó a organizar sus relaciones sociales, económicas y políticas. Se establecieron el espacio privado y el público, donde se daban diferentes niveles de comunicación. En las ciudades, el centro era la vida de relación, era el espacio público donde las personas se relacionaban con distintos fines. Alrededor del centro se crearon los barrios, que estaban caracterizados por la proximidad de las viviendas y las relaciones cercanas del vecindario, lo cual inducía a relaciones de interdependencia entre los vecinos. Actualmente, los nuevos modelos individualistas están cuajando en el nuevo urbanismo. El 90 % de la población no vive en el centro y ello se traduce en barrios dormitorio donde la relación entre los vecinos es inexistente, lo que se traduce en la pérdida de relaciones cotidianas.

 

2. Ruido ambiental

El ruido se apodera de las calles, los hogares, los espacios de trabajo y de diversión. La presencia de un ruido de fondo es una interferencia que dificulta la comprensión o hace inaudible la voz del interlocutor y que provoca que un determinado número de sílabas no sean entendidas, además la falta de inteligibilidad conlleva a su vez a una elevación de la voz con el consecuente esfuerzo, lo cual ocasiona que se puedan crear malentendidos. Además el ruido favorece la creación de estados emocionales no placenteros, lo que favorece un clima de tensiones donde surgen los conflictos entre los interlocutores. Las interferencias o los ruidos en la comunicación dificultan la adecuada satisfacción de necesidades, en particular las afectivas; provocan disgusto y malestar en los individuos.

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Consejos de la enfermera

Respirar
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Respirar bien para comunicarse mejor

Para conseguir una buena dicción, es necesario respirar bien y utilizar los diferentes matices que da la entonación, como las pausas. Al nacer, los reflejos desencadenan la respiración, sin embargo es necesario aprender a hablar. Para poder hablar es necesario inspirar el aire más rápidamente de lo que se expulsa. El control de la respiración ayuda no sólo a atenuar o suprimir el nerviosismo, sino que permite además disciplinar la voz, de manera que se puede variar a voluntad la intensidad, la expresión y la entonación y, al mismo tiempo, regular los ritmos y las pausas, lo que ayuda al emisor a presentar su información de forma más clara.

 

Se recomienda tener en cuenta todos los consejos generales, que permitirán adoptar medidas saludables en relación con la actividad de la vida diaria de:

Respirar

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Comer y beber
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Comer y beber como forma de comunicación

En todas y cada una de las sociedades humanas los alimentos se presentan como una forma de expresión, de creación y de relación entre las personas. La comida y la bebida, sobre todo las bebidas alcohólicas, son un mediador en las relaciones. Cuando se ofrece compartir mesa, comida y bebida se puede expresar afecto, atención, aceptación y reconocimiento hacia otra persona. En nuestra sociedad cualquier festejo se asocia a comer y beber. Como respuesta a una celebración, la comida y la bebida suelen ser abundantes e incluso excesivas. Sin embargo, cada vez hay más personas que habitualmente comen solas y el hecho de comer en compañía se reserva casi exclusivamente para las celebraciones. Comer en compañía prevé el aislamiento y la sensación de soledad. Si estos momentos son importantes en todos los grupos de edad, se debe cuidar especialmente en los niños, los adolescentes y los ancianos.

Alimentación saludable: recomendaciones 


 

Se recomienda tener en cuenta todos los consejos generales, que permitirán adoptar medidas saludables en relación con la actividad de la vida diaria de:

Comer y beber

Moverse y mantener una postura corporal correcta
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Comunicarse a través del movimiento corporal

La expresión corporal es la forma más antigua de comunicación entre los seres humanos, anterior al lenguaje escrito y hablado. Es el medio para expresar sensaciones, sentimientos y emociones. Ante emociones de miedo o rabia, el tono muscular aumenta y la postura se vuelve rígida; la persona puede moverse, parpadear o carraspear.

Los cambios emocionales también se reflejan sobre todo en el tono de los músculos faciales, sin embargo existe gran variabilidad entre las personas. Resulta difícil detectar patrones establecidos de contracciones de músculos faciales en relación con el tipo de emociones, ya que algunas personas han aprendido a controlar la expresión corporal para no desvelar sus sensaciones y emociones. Cada persona tiene su propio estilo de lenguaje corporal, y cuando éste cambia ello puede indicar que le ocurre algo. Las personas abiertas a comprender a los otros y a estar en sintonía con ellos suelen mostrarse muy alerta y sensibles a captar el lenguaje no verbal y a dar rápidamente un significado a los cambios que se producen en la interacción. 



Se recomienda tener en cuenta todos los consejos generales, que permitirán adoptar medidas saludables en relación con la actividad de la vida diaria de:

Moverse y mantener una postura corporal correcta

Reposar y dormir
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Descansar bien para interaccionar mejor

No se debe subestimar la repercusión de la calidad del sueño en las acciones comunicativas y de relación con los demás. La falta de sueño o la mala calidad del mismo repercuten en el estado anímico y emocional y condicionan el lenguaje no verbal y la propia actitud ante la relación con los demás. Una buena calidad del sueño ayuda a tener un buen estado de ánimo y un buen humor, factores importantes para mantener relaciones positivas con los demás.

 

Se recomienda tener en cuenta todos los consejos generales, que permitirán adoptar medidas saludables en relación con la actividad de la vida diaria de:

Reposar y dormir

Eliminar
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Las interacciones sociales pueden inhibir el reflejo de micción y de defecación y posponer la eliminación urinaria y fecal para otros momentos, precisamente porque la actividad de eliminar se considera una parte de la conducta íntima. Este retraso favorece la permanencia de las heces durante más tiempo en el intestino, lo que contribuye a una formación de heces más secas y a una mayor dificultad para ser expulsadas.

Para facilitar la defecación de las personas sin hábito intestinal regular, es aconsejable que dediquen más tiempo a esta actividad y que respeten el momento más propicio; pueden hacer coincidir la defecación después de una comida para aprovechar el reflejo gastrocólico.

Se recomienda tener en cuenta todos los consejos generales, que permitirán adoptar medidas saludables en relación con la actividad de la vida diaria de:

Eliminar

Evitar peligros y prevenir riesgos
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Expresar emociones ayuda a manejar las situaciones difíciles.

Ante situaciones en las que surgen emociones como el miedo, la tristeza, la culpa, la rabia o la angustia, contar con personas significativas ayuda a superar las situaciones difíciles. El hecho de sentirse comprendido, y no juzgado, permite manifestar emociones, expresar pensamientos y reubicar planes, y permite recibir ayuda física y soporte emocional. Percibir una buena red de apoyo de familiares o de amigos ayuda a no caer en el aislamiento y en el pensamiento negativo y a saber utilizar estrategias de afrontamiento que refuerzan el bienestar psicológico.

- Dimensión psicológica: las emociones

 

 

 

Se recomienda tener en cuenta todos los consejos generales, que permitirán adoptar medidas saludables en relación con la actividad de la vida diaria de: 

Evitar peligros y prevenir riegos

Trabajar y divertirse
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Realizar actividades grupales y activas frente a actividades individuales y pasivas

 

 

Generalmente, las actividades laborales y de ocio conllevan que haya interacción con otras personas. Las actividades de participación activa implican interaccionar con más personas o objetos que las de participación pasiva. En principio, las actividades de participación activa ayudan a un mayor desarrollo del lenguaje y de la interacción y evitan el aislamiento. Por el contrario, las actividades individuales fomentan el aislamiento y repercuten directamente en un peor bienestar psicológico y una peor percepción de salud mental.

 

Fomentar la distracción

La distracción, entendida como el conjunto de actividades que permiten la comunicación interpersonal o intrapersonal con un resultado placentero, es distinta de otro tipo de interacción que puede que no sea desagradable pero que, en cambio, no produce en la persona ni evasión ni desconexión de las obligaciones y las responsabilidades. La distracción ayuda a mantener el equilibrio emocional, disminuye las reacciones de enfado y malestar y alivia la depresión.

 

 

Se recomienda tener en cuenta todos los consejos generales, que permitirán adoptar medidas saludables en relación con la actividad de la vida diaria de:

Trabajar y divertirse

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Tópicos y conductas erróneas
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El apego no es dependencia.

La conducta de apego es una forma de buscar la proximidad y el contacto interpersonal íntimo. Esta conducta de apego es distinta a la interacción de dependencia. Mientras que la conducta de apego da confianza y soporte en las situaciones de dificultad, la conducta de dependencia limita el desarrollo, ya que la persona no progresa en su autonomía a pesar de contar con las capacidades necesarias. La primera figura relacionada con la conducta de apego es la madre; esta conducta tiene una serie de atributos que producen seguridad y sosiego a la persona. Progresivamente, en su desarrollo la persona va incorporando un grupo limitado de personas, organizadas de acuerdo con una jerarquía de preferencias, con las que ha ido creando vínculos de apego.

 

Comunicarse no es sólo hablar

Cuando la persona se expresa suele hacerlo con varias oraciones relacionadas con el mismo tema, usando un lenguaje no verbal concreto, dentro de una determinada situación. Estas claves aportan a quien escucha elementos para la comprensión de lo que dice, es decir, de su discurso. Cuando los adultos mantienen una conversación siguen una serie de normas para garantizar que se hacen entender en la dirección que desean. Grice (1975) formuló cuatro máximas a tal efecto:

  • Decir lo que se cree que es verdad y decir sólo aquello que se pueda apoyar con pruebas. 
  • Decir todo lo que se tenga que decir para transmitir lo que se desea, ni menos ni más de lo necesario; aunque en la vida diaria, con frecuencia, el tema de conversación se completa con contenidos personales. 
  • Decir exclusivamente lo que sea pertinente. 
  • Decir aquello que se ha de decir en forma clara, organizada y breve.


Hacer preguntas no siempre implica interaccionar bien.

Para comprender lo que otras personas nos comunican verbal y no verbalmente, es importante entender el sentido de sus palabras y su correspondencia con los gestos, lo cual se consigue mostrando interés mediante la formulación de preguntas abiertas y no tendenciosas. Se consideran tendenciosas las preguntas que conllevan juicios o son afirmaciones disimuladas en forma de preguntas, que más que buscar información confrontan. Estas preguntas suelen empezar con afirmaciones del tipo “no seria que...”, “no crees que”, “no podrían...”. Otro modo de mostrar interés o atención es trasladar a la persona lo que se ha escuchado de lo que ha dicho con otras palabras (reformular), de este modo se le hace saber que se ha captado el núcleo del mensaje (el sentido de lo que se ha dicho), al tiempo que se asegura el buen entendimiento y se evitan los malos entendidos. Mostrar atención e interés favorece que la persona siga compartiendo información.

 

No es adecuado dar consejos que no se piden.

A veces, cuando la persona trata de compartir sus experiencias recibe del interlocutor su punto de vista acerca de lo que debería hacer o lo que necesita, como una forma de mostrarle interés hacia su problema. Cuando la persona simplemente necesita ser escuchado, recibir consejos puede producirle sentimientos de rechazo. Un efecto similar tiene negar la validez de los sentimientos cuando éstos son dolorosos para evitar a la persona el sufrimiento por ellos. Al negar el punto de vista de quien describe sus vivencias impide a la persona experimentar la satisfacción de ser escuchada y reconocida, y ello puede llevar a cerrarse y a tener sentimientos de falta de valía, impotencia, desesperación y soledad.

 

Hay que compartir fines para relacionarse.

Las razones que mueven a relacionarse con los otros son muy variadas y no siempre son conscientes. Las personas pueden unirse, cooperar, con el fin de conseguir algo importante para todos, como en el caso de las interacciones relacionadas con el trabajo o con la satisfacción de las necesidades básicas. En este caso lo común es conocer la meta. Sin embargo, las personas interaccionan para conseguir objetivos de otra naturaleza, como por ejemplo satisfacer el deseo de poder, obtener seguridad o sentirse parte de un grupo. En estos casos es posible que la persona no sea consciente de las razones de su interacción.

En cualquier caso, las conductas pueden orientar acerca de los motivos que llevan a la relación con los otros. Por ejemplo, si en un grupo de trabajo la persona centra buena parte de sus esfuerzos en propiciar relaciones cálidas y amistosas, se puede deducir que entre sus metas, además de llevar a cabo eficazmente su tarea, se encuentra la de la aceptación por parte de sus compañeros.

 

Para comunicarse eficazmente no basta con un mensaje claro.

Es importante adaptarse al interlocutor para comunicarse con eficacia. Cada persona tiene una manera particular de percibir el mundo, una especie de personalidad perceptiva en función de sus sentidos. Algunas personas son visuales, es decir, se refieren al mundo y lo perciben mejor a través de imágenes; otras son más auditivas y prefieren las palabras; otras son más sensitivas y lo captan mejor refiriéndose a sensaciones táctiles, gustativas u olfativas. Si una persona se dirige a otra usando su forma de percepción preferente, tiene más posibilidades de ser comprendida. 

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Última modificación: 29/11/23 14:55h

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